La expansión de Internet y de las interacciones digitales en un creciente número de ámbitos de la vida, sumada a la revolución del transporte de mercancías y al comercio electrónico, ha tenido como consecuencia esencial la transformación del modelo empresarial dominante; de uno basado en la producción y el suministro de mercancías, a otro, denominado “de plataforma”, en el que la rentabilidad se genera por la mediación entre consumidores y productores. En muy poco tiempo, un pequeño grupo de grandes corporaciones dedicadas a la agregación de servicios y a la creación de comunidades, han escalado hasta las primeras posiciones de la élite empresarial. A diferencia de 2008 –año en que la mayoría de las grandes empresas eran energéticas y tan solo una era tecnológica, hoy, siete de las primeras grandes corporaciones mundiales son plataformas tecnológicas. EEUU es el país más beneficiado por este modelo, que además se retroalimenta, ya que emplea el análisis de datos –que se incrementan a cada día que pasa– para predecir preferencias de consumo, explotarlas y manipularlas con fines comerciales o, incluso, con la intención de controlar el comportamiento de los generadores de datos.