La combinación de diversas tecnologías, como la robótica y la inteligencia artificial, abre la posibilidad cada vez más cercana de que los ejércitos desplieguen dispositivos armados autónomos capaces de actuar sin la intervención humana directa. Sus defensores argumentan que podrían evitar muertes, llevando a cabo tareas peligrosas (como el desminado o las tareas de rescate). Sin embargo, los riesgos parecen mayores que las potenciales ventajas, entre ellos, el de volatilizar súbitamente los actuales equilibrios geopolíticos y el valor de la presencia militar sobre el terreno.