Nicu Popescu
Analista principal del EU Institute for Security Studies (EUISS)
Stanislav Secrieru
Investigador sénior asociado de EUISS
Las voces en Moscú que reclaman una revisión de la política exterior “musculosa” de Rusia se han intensificado recientemente. El razonamiento es que la anexión de Crimea, la guerra en la región de Donbass y la operación militar en Siria han sido onerosas para los ciudadanos, privados innecesariamente de recursos estatales, y han convertido a Rusia en un socio tóxico para Occidente. Los partidarios del cambio sugieren la necesidad de un enfoque más introspectivo y menos combativo, algo parecido a la “concentración”, el rumbo trazado por el jefe de la diplomacia rusa Alexander Gorchakov después de la guerra de Crimea. Su objetivo era evitar conflictos en las relaciones con las grandes potencias y centrarse de nuevo en las transformaciones domésticas.
En Occidente también hay expectativas de que el coste creciente de las sanciones y el malestar estructural de la economía rusa obliguen al Kremlin a rectificar su política exterior y a aprobar reformas económicas. En este contexto, las elecciones presidenciales de marzo de 2018 son vistas como una nueva ventana de oportunidad para restablecer los contactos con Rusia.
Sin embargo, las probabilidades de que Rusia vuelva de nuevo al enfoque de la “concentración” después de las elecciones son poco prometedoras, en el mejor de los casos.
Por un lado, la economía rusa no se está hundiendo lo bastante rápido como para hacer de las reformas una necesidad urgente. Las sanciones económicas son lo bastante duras para frenar a Rusia en Donbass, pero no lo bastante dolorosas para hacerle abandonar Ucrania. Así pues, Rusia salió de la recesión en 2017 y se plantea crecer muy lentamente en los próximos años. Los indicadores macroeconómicos parecen sólidos. El déficit disminuye, mientras que las reservas crecen de nuevo con la subida del precio del petróleo. Hay pocos motivos para llevar a cabo reformas costosas pues los acuerdos a los que ha llegado con la OPEP para extender los recortes en la producción de petróleo aportarán al presupuesto ruso sin muchos esfuerzos un dinero extra. Y en última instancia, ¿por qué iba a considerar el Kremlin cambiar un modelo económico que ha sobrevivido múltiples choques externos?
Por otro lado, las reformas económicas de amplio alcance son peligrosas para la perdurabilidad del actual régimen político. Afectarían al frágil equilibrio de poder garantizado por el propio presidente que gestiona cotidianamente los conflictos entre facciones en modo de control manual. Las reformas podrían provocar la insatisfacción de la gente y desencadenar protestas locales contra el gobierno. También podrían empoderar a la clase media independiente que desafió en el pasado al régimen político. Visto desde el punto de vista de la tranquilidad social, la lentitud de los índices de crecimiento económico no es tan mala para el Kremlin, en la medida en que mantiene calmada a la clase media y a amplios sectores de la población dependientes de las limosnas del gobierno.
Aunque la reanudación del diálogo con una Rusia reformada sería una opción mucho mejor, Occidente tiene que estar preparado para una más que probable multiplicación de los asuntos conflictivos
Además de generar confusión con la economía, hay incentivos poderosos para convertir las “victorias” en el extranjero en una distracción útil de los problemas domésticos. La restauración de las capacidades militares, la confianza en sí misma de la élite gobernante y las fracturas políticas en Occidente son algunos de los factores adicionales que probablemente prolongarán en el futuro la política exterior asertiva de Rusia. Por consiguiente, aunque la reanudación del diálogo con una Rusia reformada sería una opción mucho mejor, Occidente tiene que estar preparado para una más que probable multiplicación de los asuntos conflictivos con una Rusia estancada. Gestionar las diferencias más que la cooperación será la principal característica de las relaciones entre Rusia y Occidente en los próximos años.