Emma Hooper
Investigadora asociada, CIDOB
Las relaciones entre Pakistán y cuatro potencias regionales clave –China, Irán, Arabia Saudí e India– en 2015 se han visto considerablemente influidas por acontecimientos geopolíticos que han tenido lugar mucho más allá. El auge del Estado Islámico (EI), el creciente conflicto sectario en Oriente Medio, el acuerdo nuclear con Irán, la guerra liderada por Arabia Saudí en Yemen… todos estos factores han afectado las relaciones de Pakistán con las potencias de la zona. En el caso de India, el año se ha caracterizado por una escalada de violencia y guerra verbal entre ambos países.
Muchos analistas consideran que el acuerdo de inversión con China por valor de 46.000 millones de dólares y el Memorando de Acuerdo 51 con Pakistán sobre proyectos de infraestructura y energía, firmado en abril, constituyen una modificación de las reglas de juego, basadas en el desarrollo de una red de vía férrea y proyectos viarios con China para unir el puerto de Gwadar y Beluchistán con la provincia de Xinjiang, en el oeste de China. Según se ha informado, 37.000 millones de dólares se destinarían a reparar la red eléctrica pakistaní, debido a sus malas condiciones. Sin embargo, quedan todavía problemas por resolver, desde las cuestiones de seguridad relativas a la continua insurgencia en la provincia de Beluchistán a contenciosos sobre quién sacará provecho de los beneficios de la inversión.
Irán ha mostrado un interés mucho mayor en Pakistán este año del observado durante algún tiempo, no exento de vinculación con la guerra por “delegación” o parte interpuesta con Arabia Saudí en otros lugares de la región (Yemen, Siria, Irak). Además la estabilidad o inestabilidad de Afganistán –de gran interés para Irán– dependerá ampliamente del comportamiento de Pakistán. En el plano económico, Teherán había considerado con anterioridad que el oleoducto IPI revestía mayor importancia para Pakistán que para Irán debido a la previa crisis energética. Sin embargo, dados los giros geopolíticos en la región, las cosas pueden haber cambiado. Irán espera que Pakistán termine su parte de los trabajos y cumpla los compromisos firmados. Algunos observadores consideran que la constante demora en el lado pakistaní es una respuesta a la generosidad saudí de las últimas décadas. La inversión china puede inclinar la balanza en el sentido de la acción.
Existe una renovada confianza en Pakistán acerca de su capacidad de neutralizar la amenaza del terrorismo y la insurgencia interna, combinada con un optimismo económico
La negativa de Pakistán a apoyar a Arabia Saudí en su citada guerra por delegación con Irán en Yemen en mayo fue una noticia inesperada, en términos de alineamientos geopolíticos, dada la relación de dependencia con Arabia Saudí en el caso de los sucesivos gobiernos pakistaníes. Esta autoafirmación de independencia sin precedentes resulta preocupante para Arabia Saudí, dado el acuerdo nuclear P5+1 con Irán, su rival en materia de influencia en todo el Golfo y el Levante mediterráneo. Pakistán decidió –con sensatez– no involucrarse en guerras ajenas en un momento en que persiste la amenaza de los talibanes pakistaníes a la seguridad interna. Probablemente, no es una mera coincidencia que el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Yavad Zarif, visitara Islamabad poco antes de las elecciones.
Por lo que se refiere a India, el año ha presenciado la amenaza de un creciente enfrentamiento militar de gravedad debido al aumento de violencia en Cachemira, con gran intercambio de fuego durante la festividad de Aid al Adha en octubre, al que se suma lo que India juzga como creciente peligro de actividad terrorista por parte de grupos en territorio pakistaní. Destacadas autoridades políticas en Pakistán siguen considerando que el país puede tanto beneficiarse como perder en el caso de unas relaciones normalizadas con India; añádase el hecho de que las percepciones en materia de seguridad militar podrían ser puestas a prueba a consecuencia de la normalización.
Aunque algunos sectores empresariales podrían salir ganando, las facciones influyentes en el ámbito del comercio e industria internos podrían enfrentarse a una mayor competencia. Existe, asimismo, una renovada confianza en Pakistán acerca de su capacidad de neutralizar la amenaza del terrorismo y la insurgencia interna, combinada con un optimismo económico basado en las proyectadas inversiones chinas, que mitigan tanto la necesidad como los estímulos para perseguir una normalización de las relaciones.