Lurdes Vidal Bertran
Directora del Área de Mundo Árabe y Mediterráneo, IEMed
“Traduzco al árabe la frase que estaba en el francés del Viajero: ‘Follo, luego existo’. Follar. Tecleo la palabra y el ordenador coloca una línea roja por debajo de ella.” Así de explícita es Salwa al Neimi en su novela El sabor de la miel (Emecé, 2009), en la que se pregunta “¿por qué una mujer árabe no puede hablar de sexo?”. Publicada en Beirut en 2007, la novela indaga en la sexualidad femenina de las mujeres árabes a la luz de la tradición literaria erótica árabe e islámica: “No tengo más que cerrar los ojos para saborear ‘las mieles de placer’ a las que aluden los hadices, los dichos del Profeta, y relamerme con su sabor”.
Esta cita, que parece que remueva los cimientos de la moral y la corrección social del mundo árabe refleja una realidad ignorada: mujeres que, apoyadas en una tradición cultural antaño ensalzada y hoy ignorada, osan romper tabúes y ensanchar los límites de lo establecido y aceptado, especialmente para una mujer. Resulta difícil casar en el imaginario occidental la imagen de la mujer árabe, musulmana, sumisa y oprimida, negada de capacidad y agencia, con la transgresión que proyectan algunas escritoras, artistas, periodistas, activistas, que ya mucho antes de 2011 se opusieron al modelo patriarcal. De hecho, ambas realidades no casan, sino que la primera, la de la mujer desprovista de deseo e intención, oculta la otra, la que se afana en levantar su voz.
Las mujeres han encontrado en la producción cultural un modo de participar en el discurso revolucionario y postrevolucionario
Como apunta Shereen El Feki en su Sex and the citadel (Vintage Books, 2013), este despertar sexual parte del patrimonio cultural, muy arraigado en la literatura y las artes. El puritanismo llegó después, de la mano de la impronta europea y se afianzó no solo por el auge de movimientos islamistas, sino también con la instauración de sistemas políticos postcoloniales autoritarios que convirtieron el cuerpo de la mujer en encarnación de la identidad nacional. Atrapadas entre el islamismo y el secularismo, y entre la identidad e identificación nacional y la religiosa, las mujeres han encontrado en la producción cultural un modo de participar en el discurso revolucionario y postrevolucionario.
El sexo interpela no solo lo más íntimo, sino también aspectos sociopolíticos como la transformación de las estructuras familiares, los resortes ideológicos del autoritarismo o del islamismo y el papel de la mujer en la vida pública. Es cierto que la religión determina lo permitido y lo prohibido, pero ha sido el puritanismo el que se ha impuesto en las últimas décadas, ligado a un entorno sociopolítico autoritario, hostil a la diversidad.
Y es ahí donde precisamente se genera la paradoja con la que deben lidiar mujeres y hombres árabes: una sexualidad históricamente presente con una moralidad imperante que niega tal legado y lo identifica con la modernidad occidental, impuesta e importada. En paralelo, la juventud árabe se debate entre lo tradicional y lo transgresor en un contexto de normatividad social en que el matrimonio y la sexualidad son el puente que conduce a los jóvenes a la madurez. La juventud se prolonga más allá de lo previsto, por los condicionantes de formación, empleo y emancipación. Así, pues, mantener relaciones extra-matrimoniales, rechazar el matrimonio o postergarlo indefinidamente y hablar abiertamente de sexo, se convierten en un acto de rebeldía y de emancipación. Son mujeres valientes, superheroínas árabes que ocupan las calles, reivindican su papel y su placer, y se sienten orgullosas de ser mujeres, árabes, musulmanas y libres. Son jóvenes que pertenecen a una nueva generación que no se rige por los cánones poscoloniales.
Las sociedades árabes se transforman, lenta y progresivamente. Vientos de cambio que a menudo encuentran su canal de expresión en el arte y la escritura. Ahora, el matrimonio no es el único espacio de sexualidad, y las mujeres, cada vez más, van recuperando la voz perdida y el placer reprimido. El reto está no solo en visibilizarlas, sino también en cooptar en este camino a las nuevas identidades sexuales emergentes en la región y, en especial, a las nuevas masculinidades.
Cada vez más, fuera de la “ciudadela” que representa el matrimonio árabe hay más hombres y mujeres que reivindican su derecho a una sexualidad normalizada, fuera de los cánones sociales preestablecidos. El reto consiste en aunar este deseo con la realidad de una rigidez social impuesta por el contexto autoritario y la expansión del ultrapuritanismo religioso. Como concluye Al Neimi tras exponer su experiencia erótica y la del legado clásico árabe: “El escándalo estaba en el secreto. Y el secreto ha dejado de serlo”.