AUDE DARNAL
Investigadora y directora del proyecto «Global South in the World Order Project», Stimson Center, Washington DC.
En mayo de 1974 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la «Declaración sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional (3201, S-VI)», una propuesta liderada por los países del Tercer Mundo ‒hoy en día más conocidos como Sur Global‒ para reformar el orden económico internacional y poder beneficiarse de sus dividendos.
Cincuenta años después, las desigualdades entre el Sur y Occidente siguen prevaleciendo. La lucha por un crecimiento económico y una seguridad centradas en las personas se ve dificultada por la crisis climática, que agudiza los desafíos a los que se enfrentan las naciones más vulnerables.
Según la ONU serían necesarios 4,2 billones de dólares anuales para cerrar la brecha existente en la financiación para el desarrollo1. En abril de 2024, durante las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los líderes del Sur Global volvieron a reclamar una arquitectura de financiación internacional equitativa y justa. Sin embargo, las instituciones internacionales, salvo excepciones como la Cláusula de Deuda Resiliente al Clima, se han mostrado hasta ahora incapaces de transformarse para considerar los intereses de la mayoría a nivel global y encontrar soluciones duraderas a los desafíos futuros y que empeoran debido a políticas que a menudo son inadecuadas.
Así lo resume Naciones Unidas cuando afirma que «solo un aumento masivo de la financiación y una reforma de la arquitectura financiera internacional podría rescatar los Objetivos de Desarrollo Sostenible»2 . Esta declaración recoge dos de los principales problemas subyacentes a la crisis de desarrollo generalizada a la que se enfrenta la mayoría a nivel global, y que requiere un esfuerzo colectivo y un compromiso significativo por parte de las naciones más ricas del mundo ‒es decir, Occidente‒ y del sector privado. Y no por mero altruismo; encontrar soluciones para un desarrollo sostenible de los países del Sur Global es algo necesario porque, en un mundo globalizado, los intereses geopolíticos y económicos de los países están entrelazados y la inestabilidad inducida por el clima, la inseguridad y las crisis humanitarias no atiende a fronteras territoriales. Esto también significa que la solución no puede basarse, como hasta ahora, en lógicas de decisión verticales (top-down) o desde el Oeste hacia el Sur. Las naciones del Sur Global deben sentarse en la mesa de toma de decisiones de las instituciones multilaterales y pasar a ser vistas por los países occidentales como socios de igual condición en lo referente a inversiones y otros acuerdos comerciales bilaterales.
Tanto en Estados Unidos como en Europa suele afirmarse que, además de ser irrelevante como concepto, el Sur Global tampoco ofrece una alternativa al orden mundial actual. Como he tenido ocasión de explicar anteriormente (Véase Aude Darnal «The ‘Global South’ is real. Deal with it», World Politics Review, 2023) a pesar de sus limitaciones el concepto de Sur Global es útil, por ser el término al que recurren muchos expertos y líderes políticos del Sur para hacer valer los intereses de sus países en el escenario internacional, así como por ser una manera de aprovechar una identidad común para impulsar colectivamente una nueva gobernanza mundial y un nuevo sistema económico internacional. El concepto también ha obligado a las potencias occidentales a reconocer que el injusto sistema internacional que ellas mismas alumbraron no es sostenible. Sin embargo, a diferencia del Movimiento de los Países No Alineados de los años sesenta, el movimiento del Sur Global no está institucionalizado, ni ha dado lugar a propuestas colectivas. Y probablemente, nunca lo hará. De hecho, las tensiones geopolíticas resultantes de la competencia entre las grandes potencias y la guerra en Ucrania han dado pie a estrategias de multialineamiento, en las que no se opta por ninguna de las partes, con la intención de maximizar la seguridad estratégica y los intereses económicos y diplomáticos nacionales. Dicho esto, el grupo de los BRICS, que reúne a algunos estados del Sur, a Rusia y a China, ha hecho de la reforma de la arquitectura financiera internacional uno de los puntos clave de su agenda, si bien aún no ha revelado una estrategia clara para implementar sus objetivos.
Aun así, es erróneo afirmar que las naciones del Sur no impulsan cambios ni producen ideas alternativas. Las quejas expresadas y las propuestas presentadas en el Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) hace 50 años siguen siendo válidas en la actualidad (véase Michael Galant y Aude Darnal, «Who’s Afraid of the Global South?», Foreign Policy, 2024). Los responsables políticos del Sur Global nunca dejaron de plantearlas, si bien Occidente no les prestó atención o, simplemente, las desestimó. A nivel individual, los líderes del Sur Global han reclamado permanentemente una reforma de las instituciones financieras internacionales que sea acorde a las necesidades de sus países. Sin ir más lejos, en citas recientes como las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el FMI o la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Entre las soluciones que proponen las fuerzas reformistas figuran un mayor acceso de los países de renta baja a los derechos especiales de giro, la reforma de los procesos de calificación de la deuda pública o el aumento de la contribución de los donantes a la Asociación Internacional de Fomento, una institución dentro del Banco Mundial focalizada en los países de renta baja. Barbados se ha convertido en un líder pragmático de la defensa de una transformación del sistema de gobernanza mundial; mediante su «Iniciativa Bridgetown para la Reforma de la Arquitectura Financiera Global», su primera ministra, Mia Amor Mottley, ha buscado tejer una amplia red de colaboraciones a lo largo y ancho del planeta para unir fuerzas en pro de la reforma y poner sobre la mesa temas que, de otro modo, quedarían marginados en la agenda global. Mottley ha sido, además, una defensora visible de una mayor representación de los países del Sur Global dentro de las instituciones financieras internacionales, apuntando a la revisión de las cuotas y los poderes de voto, pero también al factor humano, apelando a la contratación de equipos técnicos y profesionales más diversos, que entiendan los contextos de estas naciones y estén dispuestos a explorar maneras radicalmente distintas de apoyar a los estados vulnerables. Como recientemente afirmó Avinash Persaud, asesor especial sobre Cambio Climático del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, para desbloquear el flujo de financiación internacional «es preciso escuchar atentamente a nuestros países prestatarios, que son los que se enfrentan al desafío climático, y tratar de desarrollar nuevos productos que movilicen y catalicen, y que generen un mayor impacto en su capacidad para resistir ante el cambio climático»3.
Sin embargo, la necesidad no solo de solidaridad y cooperación Sur-Sur, sino también de solidaridad y cooperación Oeste-Sur, se ve obstaculizada por el aumento de las tensiones geopolíticas internacionales y el auge del nacionalismo y el populismo en Occidente. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Gobierno de Joe Biden no ha dado muestras hasta ahora de un compromiso significativo con la reforma de la arquitectura financiera internacional, y ha impulsado políticas proteccionistas que podrían obstaculizar el crecimiento de los países del Sur Global. Un regreso de Donald Trump a la presidencia, en noviembre de este año, empeoraría probablemente el statu quo, ya que su agenda pone el énfasis en el nacionalismo y el aislacionismo. Tampoco la Unión Europea está en mejor disposición, si atendemos al avance notable de los populistas de derecha y de extrema derecha en las elecciones de junio de 2024 al Parlamento Europeo, la institución responsable de aprobar el presupuesto de la Unión, elegir al presidente de la Comisión Europea y nombrar a sus comisarios, y que además, fija la agenda de la UE. Una Europa populista o de extrema derecha puede significar un cambio en las prioridades y un menor compromiso para abordar la crisis climática y, en términos más generales, menos inversión y asistencia para las naciones del Sur Global (véase Rosa Balfour y Stefan Lehne, «Charting the Radical Right’s Influence on EU Foreign Policy», Carnegie Europe, 2024). Este enfoque cortoplacista sería perjudicial para Europa, ya que reduciría los esfuerzos en la promoción de una prosperidad y una seguridad sostenible para el Sur Global, causando un impacto significativo en el papel de Europa como supuesto socio fiable de estos países, lo que les empujaría a buscar nuevos socios. También sería contraproducente en lo que respecta a sus políticas migratorias, en un momento en que se implementan regulaciones cada vez más estrictas, pues la crisis migratoria a la que se enfrenta Europa solo puede abordarse brindando apoyo a los estados del Sur en su búsqueda de una prosperidad sostenible, de modo que sus poblaciones no se vean obligadas a huir de sus países para encontrar una vida segura en otro lugar.
Ahora más que nunca, la UE, como institución y a través de sus estados miembros, debe mostrar un mayor compromiso con una reforma radical de la arquitectura financiera internacional. Aunque la UE carece como tal de asiento en el FMI y el Banco Mundial, sus estados miembros pueden, a nivel individual, apoyar a los países del Sur Global en la negociación de reformas, ya sea sobre el tema de la deuda internacional, la movilización de capital privado o en el cambio de liderazgo de estas instituciones. Por ejemplo, renunciando a su privilegio histórico de elegir al director gerente del FMI (Joshua E. Keating, «Why Is the IMF Chief Always a European?», Foreign Policy, 2011). Pero también es importante que la UE revise sus herramientas, como la Global Gateway y su política de asistencia internacional, para integrar mejor el conocimiento de los países del Sur Global e impulsar enfoques de abajo arriba en el diseño de programas de partenariado. Esto significa colaborar con expertos en políticas que provengan de la sociedad civil del Sur, incluidos think tanks, el mundo académico, las ONG y otros defensores del cambio, que conozcan los contextos locales y las demandas de las poblaciones y tengan ideas y soluciones que merezcan ser implementadas o extendidas a contextos más amplios. Dicha integración no solo garantizará que los flujos de financiación internacional existentes tengan un impacto, sino que también estimulará el desarrollo conjunto de instrumentos destinados a aumentar la financiación y los avances del Sur Global en su transición verde y en unas economías que den prioridad a lo humano, lo que a su vez apoyará la prosperidad y la seguridad para todos.
NOTES
[1] ONU, «New UN report calls for trillions more in development investment to rescue Sustainable Development Goals», nota de prensa del 9 de abril de 2024.
[2] ONU (ob. cit.).
[3] OEA (@OEA_oficial). «Presentation by the Special Advisor on Climate Change to the President of the Inter-American Development Bank @the_IDB Avinash Persaud, in panel on partnerships for climate action in the Permanent Council on Earth Day» (18:21, 22 de abril de 2024). Tuit.