FRANCESC FÀBREGUES,
Coordinador del Anuario CIDOB
ORIOL FARRÉS
Coordinador del Anuario CIDOB
Una de las consecuencias naturales de la profunda interconexión e internacionalización de las dinámicas políticas, económicas y sociales en todo el mundo ha sido la extrema complejidad e imbricación de lo local con lo global y de lo individual con lo colectivo. El año 2024 ha sido además un año especialmente violento, el de más conflictos activos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. De Gaza a Ucrania, pasando por Sudán, Yemen o Etiopía, hemos visto convivir modernas herramientas y estrategias (en forma de guerras comerciales, ciberataques, sabotajes o desinformación) con los despliegues tradicionales de tropas sobre el terreno, las denominadas guerras cinéticas. Por su naturaleza híbrida, son también conflictos armados sin principio ni final; disputas que se cronifican y que nos recuerdan la fragilidad de la paz en muchas otras partes del planeta.
Como nos recordaba el documento de tendencias publicado por CIDOB a principios de año El mundo en 2024: diez temas que marcarán la agenda internacional, el 2024 era efectivamente un año «de armas», pero también «de urnas», con más de la mitad de la población mundial ejerciendo su derecho a voto. Elecciones al Parlamento Europeo, y también en India, Taiwán, Francia, Reino Unido, Rusia, Indonesia, México y, tal vez las las más influyentes de todas, las presidenciales de EEUU en noviembre. Más de 70 países ‒de los cuales, solo 18 son consideradas democracias plenas‒ estaban llamados a renovar sus parlamentos o gobiernos.
Esta avalancha electoral es significativa, no solo por el volumen de población convocada a las urnas, sino también por el momento en el que tiene lugar. Ya el año pasado, dedicamos buena parte de nuestra atención a la crisis de la democracia, una más de las crisis que parecen solaparse y agravarse la una a la otra, lo que multiplica sus efectos y ofrece una sensación de inacción y de desamparo.
En su último Informe sobre Desarrollo Humano 2023-2024, titulado Salir del estancamiento: reimaginar la cooperación en un mundo polarizado, el PNUD afirma que estamos atascados; a pesar de que conocemos muchos de los problemas que nos aguardan, las grandes potencias internacionales se muestran miopes y más tendentes a la rivalidad y el aislacionismo.
Debido a ello, aumenta la presión de los actores que sienten la urgencia de los retos sociales y políticos que afrontan, y que se sienten abandonados o infrarrepresentados, por aumentar su capacidad de influencia y defender sus intereses. Estos son unos hilos, el de la urgencia, la polarización y el auge de las periferias, que, con matices, recorre los tres temas elegidos para el Anuario de este año. Lo vemos en el primero de ellos, la pujanza del denominado Sur Global, en el que se analizan las prioridades de este heterogéneo bloque de países, otrora periféricos, y cada vez más influyentes y determinados. En segundo lugar, y relacionado con el año electoral, se expone la creciente presencia de la derecha radical en numerosos parlamentos nacionales que, en un contexto de incertidumbre ante el futuro, ofrece respuestas simples a desafíos complejos, con un fuerte componente identitario y excluyente. Y, finalmente, se aborda la era de la inseguridad. Esta surge cuando disponemos de más tecnologías, conocimientos y capacidades que ninguna sociedad humana anterior, y, paradójicamente, crece exponencialmente el número de personas que manifiestan sentir altos niveles de tristeza, estrés y preocupación por el futuro. Estamos pues ante corrientes de fondo, avivadas por los acontecimientos recientes, pero que merecen un estudio reposado y en profundidad.
El Sur Global en el orden internacional
El orden internacional se encuentra en un período de tránsito en el cual las dos potencias del momento, Estados Unidos y China, protagonizan una creciente rivalidad que el resto del mundo observa con inquietud. En este escenario de crisis continuas y alarmantes, como el cambio climático o la revolución tecnológica, que precisarían más cooperación y solidaridad, emergen nuevos actores que reclaman tener voz propia y un nuevo modelo de gobernanza global, que sea más acorde con sus valores y principios y que aborde aquellos temas que les son urgentes. A ello se suma el malestar ante un sistema internacional que estos perciben como desigual, y marcado por los dobles estándares y el excepcionalismo de las grandes potencias ‒hasta hace poco, países del Norte y occidentales‒, que los relega a la periferia del sistema y que vertebra una coalición informal de estados e intereses ‒el Sur Global‒ que, sin costes asociados de pertenencia por el momento, ofrece las ganancias potenciales de asociarse a un colectivo mayor. No obstante, esa misma laxitud es la que vierte dudas sobre el alcance real del Sur Global como concepto, y que hace que algunos de sus promotores, como China o India, aspiren a liderarlo y moldearlo en una institución.
A pesar de que conocemos muchos de los problemas que nos aguardan, las grandes potencias internacionales se muestran miopes y más tendentes a la rivalidad y el aislacionismo
El primero de los artículos que abre este apartado corre a cargo de Shivshankar Menon, investigador distinguido del Centre for Social and Economic Progress (CSEP) y antiguo asesor de Seguridad Nacional indio, quien reivindica el papel del Sur Global dentro del sistema multilateral, amenazado por la rivalidad entre las grandes potencias. A su modo de ver, esta denominación apela a un heterogéneo y desigual grupo de países, cuya vinculación es más bien laxa y coyuntural. No obstante, considera que el Sur Global puede articularse de manera efectiva para influir en la arena internacional ‒especialmente en cuestiones económicas y diplomáticas‒, motivo por el cual se anticipa una «era de coaliciones ad hoc sobre temas específicos, de acuerdos plurilaterales y de coaliciones de compensación», dentro de un sistema multilateral crecientemente disfuncional.
La seguridad es una de las principales preocupaciones del Sur Global y a ella dedica su análisis Rita Abrahamsen, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Ottawa. Abrahamsen aborda diversas de las crisis humanitarias que tienen lugar hoy en el Sur Global como escenario, pero también su papel activo en las misiones de paz y seguridad internacionales (23 de los 25 países que más tropas aportan a las misiones de paz de la ONU actualmente, el 80%, son integrantes del Sur Global). Sin embargo, la académica canadiense incide en que no hay que pensar en el Sur Global como un actor cohesionado y unitario de seguridad, pues, históricamente, ha sido siempre un conglomerado de actores con intereses divergentes, cuando no enfrentados.
Otra pregunta cada vez más pertinente es quién lidera este Sur Global emergente, e incluso, si necesita de un liderazgo para ser efectivo. Yun Sun, experta del Stimson Center, y Happymon Jacob, de la Universidad Jawaharlal Nehru, proporcionan dos visiones divergentes desde las perspectivas de China e India, dos de las potencias postulantes a liderar este movimiento. Para Yun Sun, si bien es cierto que la pertenencia actual de China al Sur Global es «tan cuestionable como su condición de país en desarrollo», existe una genuina convicción en Beijing acerca de su legítimo liderazgo del Sur Global. También percibe en las autoridades chinas la convicción de que India está aún lejos de cuestionar ese liderazgo, y que la prioridad debería avanzar en la institucionalización del Sur Global. La mirada a la relación entre China y el Sur Global se completa con un Apunte de Inés Arco, investigadora de CIDOB, que sitúa la naturaleza histórica de este vínculo y expone cómo se ha transformado la narrativa en el marco de la política exterior china en el trasfondo de las guerras de Gaza y Ucrania.
Por su parte, y desde la perspectiva india, Happymon Jacob aborda el vínculo de Delhi con los países constituyentes del Sur Global, y en relación con un sistema internacional que India, desde su independencia, percibe profundamente desigual. Su artículo nos permite transitar por cómo ha evolucionado la política exterior de India en esta materia: de una actitud confrontativa e ideológica a otra mucho más pragmática y acomodaticia, más partidaria de la transformación que de la sustitución del orden actual.
En sendos apuntes, Aude Darnal y Jakkie Cilliers disertan sobre la prosperidad económica y de desarrollo del Sur. En el primero de ellos, Darnal reivindica un papel más activo de la UE para apoyar a los países del Sur Global en la negociación de reformas del sistema internacional, mientras que Cilliers se focaliza en el poder de los BRICS, el brazo económico del Sur Global, y su reciente ampliación con 5 nuevos estados miembros que anteceden a los más de 40 países que ya han llamado a sus puertas. El debate sobre el Sur Global resuena en América Latina. Anna Ayuso, investigadora de CIDOB, reflexiona sobre la visión latinoamericana del Sur Global y como, mediante esta plataforma, los países de ese continente buscan aliados para elevar históricas reivindicaciones e iniciativas para desarrollar un orden internacional diferente. En otros casos, la pertenencia o no a este Sur Global es mucho más controvertida; por ejemplo ¿son los petroestados del Golfo miembros del Sur Global? Para Luciano Zaccara, de la Universidad de Qatar, la pertenencia de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) al Sur Global es por lo menos discutible, ya que más allá del plano discursivo la prioridad de las élites árabes de la zona no es otra que «la supervivencia de los regímenes políticos y sus propias familias reales».
Para Agustí Fernández de Losada y Marta Galceran, del Programa Ciudades Globales de CIDOB, las redes globales de ciudades son otro ejemplo del rol más asertivo del Sur Global que, mediante el establecimiento de nuevas geometrías, busca revertir la infrarrepresentación política dentro del municipalismo internacional. Otro punto importante de la agenda del Sur es la lucha contra el cambio climático, al que Didac Amat, experto en Derecho Internacional Climático de Universidad Pompeu Fabra, dedica su apunte. Amat explica que el Sur tiene como reto harmonizar la cohesión necesaria para tomar medidas con la división que pueden generar las mismas. La UE puede jugar un papel a este respecto, como nos recuerda Samuele Abrami, uno de los ganadores de la quinta Convocatoria para Jóvenes Autores, quien reclama un mayor compromiso de la UE con el Sur Global, reivindicando un rol más constructivo, inclusivo y equitativo, sin renunciar a los valores y principios que la vertebran.
Finalmente, el capítulo se cierra con una conversación entre Pol Morillas, director de CIDOB, y el Embajador Christoph Heusgen, presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), en torno a los desafíos actuales para el orden internacional multilateral y basado en reglas, y el papel que en él está llamado a ocupar el Sur Global. Heusgen expresa sus reservas ante la noción de Sur Global, que entiende que puede ocultar importantes matices y diferencias entre países que son determinantes. No obstante, opina que esto no le resta potencia de concertación, motivo por el cual debemos escuchar más y mejor los problemas reales de los países del Sur, desde Occidente y, desde la UE, trabajar para que se incorporen a la agenda global.
El auge de la nueva derecha internacional
Como hemos citado al comienzo de esta introducción, el 2024 ha sido un año de elecciones clave, como las del Parlamento Europeo, en junio, y las presidenciales de noviembre en Estados Unidos –marcadas por la polarización política–. Uno de los combustibles de esta polarización creciente ha sido la normalización de la derecha radical y extrema en Europa, pero también en otras muchas partes del mundo. Con un discurso político xenófobo, autoritario y euroescéptico, los partidos de extrema derecha se han consolidado en los parlamentos nacionales europeos y han logrado copar el 25 % de los escaños en la Eurocámara. Tendencias similares se han producido recientemente en América Latina, en Asia o en EEUU ¿A qué factores obedece este regreso de la extrema radical? ¿Podemos hablar de una ola coordinada de extremas derechas en el mundo? ¿Hasta qué punto está la democracia en peligro? Roberto Foa, Codirector del Cambridge Centre for the Future of Democracy, centra su artículo en las diferencias y similitudes que existen entre los principales partidos y liderazgos de la derecha radical, que divide en cuatro grandes familias o corrientes, a saber: ultraconservadores, populistas nativistas, autoritarios nacionalistas y libertarianos. Y, en esta tipología, diferencia aquellos más pragmáticos de los que suponen realmente un peligro para la democracia. Por su parte, Cristóbal Rovira, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, pone el foco en el vínculo de la derecha radical con la derecha convencional, cuyas características repercuten en la salud democrática. Rovira analiza, además, la simpatía de los votantes en distintos países hacia los partidos y las distintas familias de partidos ‒socialdemocracia y derecha convencional‒. Concluye que, a pesar de las apariencias, la derecha radical es la que más rechazo despierta entre los electores, algo que limita su recorrido, al contrario de lo que sucede con la socialdemocracia. Por su parte, Gilles Ivaldi, investigador del CNRS y Sciences Po, analiza el auge de la extrema derecha en el marco europeo y cómo impacta en ámbitos como el migratorio, el cambio climático, la transición energética, o el compromiso defensivo con Ucrania. Ampliando el foco en Europa, Carme Colomina, investigadora de CIDOB, reflexiona sore los resultados de las elecciones europeas, dibujando una Eurocámara más imprevisible y menos capaz de tejer consensos.
Una parte importante de este capítulo se dedica a comprender mejor a las causas de este fenómeno. Una de ellas es la fractura urbano-rural, que Sarah De Lange y Twan Huijsmans, de la Universidad de Ámsterdam, asocian a la sensación de abandono, que las autoras matizan que no es exclusiva del mundo rural. Por su parte, Dominik Hammer y Paula Matlach, del Institute for Strategic Dialogue (ISD) abordan el uso intensivo de las redes sociales por parte de la derecha radical y extrema, que tiene un filón en la difusión de desinformación y de teorías conspirativas. Productos informativos que calan especialmente entre los hombres jóvenes blancos, que son el foco de análisis de Pamela Nilan, de la Universidad de Newcastle. Mar Griera y Martín Couto, de la Universidad Autónoma de Barcelona, centran su texto en el componente religioso que subyace a muchos de estos movimientos, que hacen suya la defensa militante de la familia tradicional y del discurso provida y que, además, los articula internacionalmente. A este respecto, Jan-Werner Müller se muestra cauto, la «Internacional Nacionalista» es una posibilidad que no descarta, aunque las diferencias que dividen a los populistas de extrema derecha, no solo en Europa, sino en otros países, la hacen especialmente difícil.
Dos análisis abordan la importancia del «ecosistema político» en la normalización de la derecha radical y extrema. El primero, va a cargo de Caroline de Gruyter, columnista de Foreign Policy y EUobserver, quien relata la experiencia de la CSU bávara en Alemania; dicho partido quiso competir con la derecha radical y casi se descalabró en el intento. El otro, corre a cargo del investigador de CIDOB Héctor Sánchez Margalef, quien reflexiona sobre el papel de socialdemocracia en los países de la UE y expone algunas propuestas para rearmarla ideológicamente.
La cuestión de la inmigración es uno de los elementos clave en este capítulo, al cual dedica su Apunte Francesco Pasetti, investigador de CIDOB. Para él, el proyecto de la «Europa-fortaleza» se edifica cada vez más a costa de los derechos y la vida de los migrantes. También incide en ello Cas Mudde, de la Universidad de Georgia (EEUU), quien subraya que «en Europa Occidental la inmigración ha sido, y sigue siendo, el núcleo esencial del discurso de extrema derecha». En conversación con Blanca Garcés, investigadora de CIDOB, Mudde afirma que el actual vacío ideológico es un campo fértil para la extrema derecha que, a través de mensajes simples, claros y familiares hace que los ciudadanos se sientan empoderados de nuevo, como sucede con Trump en EEUU o con la derecha radical en Europa. Una Europa que, en función del resultado de las elecciones estadounidenses ‒que Mudde califica de las más importantes para Europa‒, tendrá más o menos tiempo para adaptarse a una nueva realidad; la de unos EEUU más renuentes a proveer de seguridad a sus aliados.
La era de la inseguridad
Las diversas y consecutivas crisis globales contemporáneas ‒económicas, de salud global (COVID), ligadas a conflictos o la climática, por citar algunas‒ han impactado en nuestra sociedad de manera abrumadora y han disparado la incertidumbre acerca del presente y, en especial, del futuro. No es por tanto extraño que muchos observen el pasado como un lugar confortable sobre el que recrear las ansias y aspiraciones. El mundo se divide cada vez más entre aquellos que creen que mañana vivirán mejor que hoy y los que temen lo contrario. Pero, como nos recuerdan diversos autores de este apartado, el futuro no está escrito, y depende de nuestras acciones presentes.
Para comprender mejor esta «era de la inseguridad» el capítulo se abre con una reflexión a cargo de Astra Taylor, activista y cineasta canadiense y una de las principales promotoras del concepto, a través de su libro homónimo. Taylor enfatiza que esta inseguridad que experimenta un número creciente de segmentos de la sociedad (no solo los más pobres, también los privilegiados), no es un producto indeseado del sistema económico, sino que es, precisamente, una de las claves de su funcionamiento. En el largo proceso de apropiación de lo común existen actores que se benefician de esta inseguridad y que la cultivan. También Clara Mattei y Lauren Johnston, de la New School for Social Research de Nueva York, inciden en la importancia del modelo económico capitalista en esta percepción creciente de inseguridad, que las autoras vinculan a las políticas de austeridad y la ideología que la sustenta.
Desde la disciplina de relaciones internacionales, Ellen Laipson, presidenta emérita del Stimson Center, analiza la inseguridad creciente, que ella vincula a la capacidad de EEUU de seguir liderando el orden internacional actual. Su conclusión es que, por lo menos a corto plazo, el poder duro de Washington no tiene parangón, y goza de buena salud en cuanto al denominado poder blando. No obstante, la autora testimonia el repliegue creciente de EEUU en el escenario global, que se concentra cada vez más en China y el Indopacífico, estrategia que comparten tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano y que, en el caso de una reelección de Trump, tendría repercusiones inmediatas. A la estela de esta interpretación más tradicional de la seguridad, publicamos un apunte elaborado por Antoni Segura, presidente de CIDOB, quien, entre otros, aborda el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza. Segura concluye que este pone de manifiesto «la crisis de gobernanza global o, lo que es lo mismo, la incapacidad de la ONU por acabar o hacer de mediadora en un conflicto asimétrico». Una guerra sin cuartel que alimenta la visión de un orden liberal en crisis que, además, perpetúa una doble vara de medir según las circunstancias y actores involucrados. Con una perspectiva geoeconómica, y con énfasis en Europa, Víctor Burguete, investigador sénior de CIDOB, afirma que la seguridad económica de la UE pasa por crear un verdadero mercado único que le permita competir de tú a tú con Estados Unidos y China, allanando el camino hacia su autonomía energética y de defensa. Burguete recuerda que la UE fue diseñada bajo un modelo globalista multilateral, y no para un entorno geopolítico como el actual.
Dedicamos también un análisis a la inseguridad que genera la revolución de las tecnologías y la digitalización de la sociedad. Steven Feldstein y Fiona Brauer, de Carnegie Endowment for International Peace, exponen que cada vez son más los gobiernos que usan herramientas digitales para controlar y reprimir a la ciudadanía, emulando prácticas propias de los regímenes autoritarios. Por su parte, Karina Gibert,catedrática y directora del Centro de Investigación en Ciencia Inteligente de Datos e Inteligencia Artificial de la Universidad Politécnica de Cataluña (IDEAI-UPC).
Un factor diferencial y posiblemente la mejor defensa común ante la inseguridad económica es el Estado del bienestar, la gran conquista social del s. XX, que para la emprendedora social Hilary Cottam necesita una reforma urgente con vistas a preservarlo y que siga siendo efectivo y acorde a una sociedad que dista mucho de la que lo vio nacer. Otra de las prioridades en la agenda de lucha contra la inseguridad es la vivienda. Lorenzo Vidal, investigador del Grupo de Estudios Críticos Urbanos (GECU), afirma en su artículo que la vivienda ha quedado convertida, sobre todo en las ciudades, en una mercancía, mediante un proceso que expulsa a los residentes y atrae las finanzas.
En este sentido, cobra cada vez más protagonismo la noción de la resiliencia urbana, cuestión que aborda Ricardo Martínez, Investigador sénior del Programa Ciudades Globales de CIDOB quien, al igual que otros autores de esta edición, pone el foco en la solidaridad y las políticas públicas ambiciosas para hacer frente a las inseguridades actuales. Sin dejar el ámbito urbano, pero en un marco metropolitano, Ramon Torra, gerente del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) reivindica las visiones amplias, inclusivas e innovadoras de las políticas de seguridad y convivencia, así como la proximidad con la ciudadanía en su gestión.
Dos apuntes de jóvenes autores ganadores de nuestra convocatoria para menores de 30 años completan la sección. En primer lugar, Waldo Swart, estudiante de Relaciones Internacionales en la UAB, nos ofrece una interesante reflexión sobre la oportunidad que representa esta era de la inseguridad para abordar un cambio social, señalando la urgencia de comprometerse con el presente para aprontar la incertidumbre del futuro. En el otro, Andrea Paganini, analista en prácticas del Centro Común de Investigación, de la Comisión Europea, detalla cómo las crisis consecutivas han impactado sobre la pobreza y la consecución de los ODS de Naciones Unidas.
El capítulo se cierra con una conversación entre Marina Garcés, filosofa y activista, y Pol Bargués, investigador de CIDOB, que aborda de manera amplia las causas y las consecuencias de esta era de la inseguridad en la que nos encontramos. Garcés relata el desaliento ocasionado por las promesas incumplidas y de la necesidad de recuperar la promesa entre iguales, la palabra ‒entendida como la manera de estar en el mundo los unos con los otros‒ que vincula y compromete. También del valor de la crítica, aun cuando no se disponga de soluciones, y de la relevancia de la educación, entendida como una tarea conjunta de la sociedad, como una cuestión colectiva.
Ninguna de estas materias es sencilla, por lo que tampoco pueden ser las respuestas a nuestro alcance. Como es habitual, esta nueva edición del Anuario CIDOB ofrece claves para el análisis de la agenda global y las relaciones internacionales, en sus dimensiones política, económica y social, con el firme compromiso de seguir reflexionando sobre la complejidad de un mundo acelerado y en constante evolución.