Naoyuki Agawa
Abogado y catedrático de la Universidad Keio
Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, ha declarado que “construirá un gran muro” a lo largo de la frontera con México. Y no es el único. Otros amigos de los muros están ganando influencia también en Europa, tratando de bloquear la entrada de refugiados de Oriente Medio y de África. También con el Brexit, los británicos optan por salir de la UE interponiendo el Canal de la Mancha entre ellos y el continente. Estos pasos en Occidente coinciden con la edificación por parte de Putin de un nuevo “telón de acero”, y con el intento, por parte de Xi Jinping, de levantar un muro virtual que evite la entrada de la democracia en China, al tiempo que erige barreras tangibles en los mares del Este y del Sur de China. Nuevos muros separan a los judíos de los palestinos en Israel. Estamos pues, en una nueva “era de los muros”.
Japón ha anunciado un plan para aceptar aproximadamente 200.000 inmigrantes al año
Tras la Segunda Guerra Mundial, las democracias occidentales apostaron por una política de “puertas abiertas”. El FMI, la OMC, la UE y varios acuerdos de libre comercio (además de la ONU) promovieron la libre circulación de bienes, personas, ideas…Hace 30 años Ronald Reagan declaró en Berlín: “Señor Gorbachev, ¡derribe este muro!”. Y el muro efectivamente cayó pocos años después, seguido por el hundimiento de todo el “telón de acero”. Hoy sin embargo avanzamos en el sentido contrario. En este contexto, resulta alentador que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, sea uno de los líderes mundiales más enemigo de los muros y partidario de la política de puertas abiertas: Ha visitado más de cien países; ha apoyado el TPP y el Acuerdo de París; cree firmemente en la alianza con EEUU y sus aliados militares. También aspira a un rol mayor de las Fuerzas de Autodefensa en las operaciones de mantenimiento de la paz; y ha anunciado un plan para aceptar aproximadamente 200.000 inmigrantes al año.También propone revisar la constitución japonesa para hacer de Japón un país más abierto y con menos muros. No es sorprendente, ya que la economía depende del libre flujo de entrada y salida de bienes, energía y dinero; también su menguante población reclama la entrada de más inmigrantes.
Sin embargo, Japón cuenta con su cuota de defensores de los muros. Históricamente, el país permaneció cerrado hasta tiempos recientes —en que los EEUU forzaron su apertura— y desde entonces ha adoptado una política selectiva de puertas abiertas, que aún mantiene. La apertura trajo consigo la exposición a los conflictos internacionales, el aventurerismo militar de Japón y sus horribles consecuencias, incluyendo la devastación del país. Este es el motivo por el cual existe una fuerte oposición popular a la revisión del Artículo 9 de la Constitución —aún bajo restricciones muy rígidas— por parte de colectivos que se definen como pacifistas, pero que quizá sean pasivistas: no quieren que ningún japonés muera en combate en el extranjero y les preocupa relativamente poco las personas asesinadas en otros países. Son amigos de los muros, que desde la derecha y desde la izquierda, se oponen a las políticas de Abe y de una forma tangencial e inesperada, se apoyan en Trump para sugerir que Japón debería restringir la inmigración o salir del TPP, por ejemplo.
Ciertamente, Trump ha reavivado el debate nacional acerca del futuro la política exterior y de seguridad japonesa. ¿Debe seguir sustentada en la alianza con EEUU? ¿O es momento de reducir esa dependencia? En cualquier caso, ¿cómo garantizará el Japón su paz y su prosperidad? Los japoneses tienen que preguntarse cuál es la mejor forma de sobrevivir en este mundo cambiante y cada vez más violento. Los debates actuales sobre la revisión de la Constitución deberían centrarse también en este punto, de forma realista y honestamente egoísta, pero sin olvidar que, como dice Robert Frost en su poema Mending Wall, “algo hay que no es amigo de los muros” y que acaba por derribarlos. Tal vez en el fruto de estos debates, resida la singular contribución que Japón puede hacer al mundo, en la era de los muros.