Tim Huxley
Director ejecutivo, The International Institute for Strategic Studies-Asia, Singapur
A lo largo de 2015 las constantes tensiones entre las principales potencias en materia de seguridad en Asia-Pacífico amenazaron con socavar la estabilidad y la paz en la región. Bajo estos roces subyacía, por un lado, una nueva política más activa de China y Japón, tras los liderazgos relativamente nuevos de Xi Jinping y Shinzo Abe; y por el otro, y en el caso de Estados Unidos, la reafirmación de su papel aún central en el ámbito de la seguridad regional, un estatus ampliamente apoyado por potencias menores y cada vez más inseguras.
Bajo el mandato de Xi Jinping, China ha dirigido su política exterior con mayor asertividad, tal vez en parte buscando consolidar el poder y el prestigio del nuevo presidente, tanto en el ámbito interno como en el internacional. Aunque en ambos casos se experimentó un cierto grado de distensión desde mediados de 2014, las relaciones de Beijing con Washington y Tokio siguieron siendo, marcadamente, de cariz competitivo. China mantuvo además sus reivindicaciones territoriales sobre las islas Senkaku, actualmente bajo administración japonesa.
En Toquio, y pese al resultado desigual de la “Abenomics”, el primer ministro Shinzo Abe gozó de un apoyo interno relativamente sólido, que se vio reforzado por su victoria electoral en diciembre de 2014, que le dio impulso para aplicar unas políticas de defensa y seguridad más enérgicas. Significativamente, el gobierno aprobó una resolución que abría las puertas a Japón a activar sus fuerzas de autodefensa en apoyo de Estados Unidos y de otros países, bajo ciertas condiciones. Un proyecto afín consistió en la preparación de nuevas leyes para dotar de mayor músculo a las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Tokio reforzó las relaciones con Estados Unidos, principalmente con la firma, en abril de 2015, de una versión renovada de las Directrices para la Cooperación entre Estados Unidos y Japón en materia de defensa. No obstante, permanecieron abiertas discrepancias en las relaciones bilaterales, especialmente en torno a la reubicación de la base de marines de Estados Unidos en Okinawa o a la inflexibilidad de Abe sobre cuestiones históricas que exacerbaron las tensiones entre Japón, por un lado, y China y Corea del Sur, por el otro.
Constantes tensiones entre las principales potencias amenazan con socavar la estabilidad y la paz en la región
Entretanto, el empeño constante de Corea del Norte por dotarse de una mayor capacidad en materia de misiles balísticos y armamento nuclear amenazó directamente a Corea del Sur y a Japón y dio señales más claras de aspirar a alcanzar el territorio continental de Estados Unidos. Aun cuando es más que probable que Corea del Norte esté aún lejos de dotarse de un sistema de lanzamiento submarino de misiles balísticos (Submarine-Launched Ballistic Missile, SLBM, en inglés), alarmó el inesperado ensayo por parte de este país de un prototipo de este sistema. La continua ampliación del inventario nuclear en manos de Pyongyang ha sido asimismo importante; de hecho, se ha especulado sobre su capacidad de miniaturizar armas susceptibles de ser acopladas a misiles balísticos.
Durante 2015, la presión china se hizo sentir especialmente en el Mar Meridional de China, socavando aún más la credibilidad de Beijing entre los gobiernos del Sudeste Asiático. El refuerzo material de su presencia en el Mar Meridional de China –donde construyó febrilmente en sus parcelas ocupadas de las islas Spratly, y que en algunos casos, transformó rápidamente en puestos militares– provocó la inquietud de los gobiernos directamente opuestos a las reivindicaciones territoriales de Beijing –y no solo de estos ejecutivos–, cuya apuesta fue redoblar los vínculos de seguridad con Estados Unidos y otros socios, incluido Japón. Sin embargo, esto no siempre fue fácil, debido diversos obstáculos políticos de orden interno, además de limitaciones bilaterales, que complicaron los esfuerzos para desarrollar estos vínculos de seguridad.
Al mismo tiempo, fue más evidente que nunca que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y otras instituciones regionales eran incapaces de formular posiciones comunes efectivas susceptibles de desincentivar la asertividad china en el Mar Meridional de China.
No obstante, a finales de octubre de 2015 el Tribunal Permanente de Arbitraje de La Haya dictaminó que era competente para examinar la demanda presentada por Filipinas y que solicitaba un dictamen sobre su derecho a explotar los recursos dentro del perímetro de 200 millas náuticas que delimita su zona económica exclusiva, a pesar de la reclamación de soberanía china sobre las aguas del Mar Meridional de China. El fallo del tribunal sobre su competencia aconteció tan solo unos días después de la primera serie de maniobras militares promovidas por EEUU con el nombre de Freedom of Navigation Operations, destinadas a confrontar a las reivindicaciones de China sobre las aguas nacionales y el espacio aéreo alrededor de las instalaciones ocupadas en las islas Spratly. Esta importante evolución de los acontecimientos no solo supuso un desafío a China, sino que también puso nuevos interrogantes sobre los esfuerzos de China por ganar posiciones en el Mar Meridional de China.