Naohiko Omata
NAOHIKO OMATA. Coordinador de investigación del Centro de Estudios sobre los Refugiados de la Universidad de Oxford
Uno de los problemas más difíciles a los que se enfrenta hoy la comunidad internacional es el del desplazamiento forzoso de personas. En 2016, el número de emigrantes forzosos alcanzó una cifra récord —65 millones—, con 22,5 millones de refugiados. Como añadido a este considerable volumen, también la duración del exilio se ha prolongado y, actualmente, la duración media del exilio es de más de dos décadas.
En estos casos de desplazamiento duradero, en los que los refugiados ya no se encuentran en situaciones de emergencia, los tipos tradicionales de ayuda humanitaria (suministro de comida, cobijo y medicamentos) tienen frecuentemente un impacto limitado en las vidas de los refugiados. En cambio, las acciones de desarrollo diseñadas específicamente para fortalecer su potencial económico devienen un factor clave y mucho más adecuado a sus circunstancias.
Esto nos lleva a plantear una cuestión importante: ¿hasta qué punto se diferencian en términos económicos las comunidades de refugiados respecto a las comunidades anfitrionas locales, y qué tipo de ayudas son útiles para liberar el potencial económico de los refugiados?
En el Centro de Estudios sobre los Refugiados de la Universidad de Oxford hemos iniciado un estudio comparativo de investigación a gran escala entre poblaciones de refugiados y poblaciones anfitrionas locales en áreas urbanas y en campamentos de tres países del este de África: Kenya, Uganda y Etiopía.
A finales de 2017 completamos nuestro estudio en Kenya, que acoge a más de 450.000 refugiados y es a menudo descrito como un país con una política muy restrictiva con los refugiados, y que limita severamente el derecho de estos al trabajo y su libertad de movimientos. Llevamos a cabo la investigación en el campamento de refugiados de Kakuma y en la capital, Nairobi, con refugiados de Sudán del Sur, Somalia y la República Democrática del Congo, así como en comunidades anfitrionas locales cercanas al campamento de Kakuma o que viven en Nairobi.
Nuestras primeras conclusiones indican una serie de variaciones complejas en la situación económica de los refugiados respecto a las poblaciones de acogida en el contexto kenyano. En el campamento de Kakuma, los refugiados tienen unos niveles de empleo comparables y de hecho ingresos más altos de promedio que los nativos de Kenya. Los refugiados también están mejor alimentados, tienen unos niveles de consumo más elevados y más patrimonio que sus vecinos nativos. Esto se debe en parte a la ayuda material que ofrecen las agencias de ayuda. En Nairobi, los refugiados pueden participar a menudo en actividades económicas informales y conseguir ingresos superiores a los de los refugiados de Kakuma; sin embargo, están peor que los ciudadanos locales kenyanos que viven en las mismas áreas de Nairobi. A los refugiados de la capital les va peor que a sus anfitriones kenyanos en casi todos los indicadores que miden la calidad de vida.
Si bien son varios los factores que pueden explicar las diferencias en la situación económica de los refugiados respecto a la de las poblaciones de acogida, una de las más notables es la de las restricciones reglamentarias impuestas a los refugiados. En Kakuma, los refugiados no pueden salir del campamento debido a las normas de la política de acogida del gobierno kenyano. Además, los refugiados no tienen garantizado el derecho a trabajar fuera del campamento, lo que tiene implicaciones importantes en su libertad económica. Los refugiados que viven en Kenya declaran estar constantemente expuestos al hostigamiento de la policía debido al carácter precario de su estatus legal y a su limitado acceso a la justicia.
Los estudios académicos han demostrado que, lejos de ser una carga, los refugiados pueden prosperar por sí solos si se les brindan condiciones propicias. La realidad es que en la mayoría de los casos los refugiados deben luchar por llegar a fin de mes en un entorno a menudo hostil: al reto de conseguir su independencia económica se añade las dificultades derivadas de su estatus.
Teniendo en cuenta el abrumador volumen y la duración sin precedentes de la ola actual de refugiados, resulta cada vez más necesario promover planteamientos para su desarrollo. En particular, nuestra investigación explora los factores que pueden contribuir a reducir las brechas existentes entre refugiados y anfitriones en términos de desarrollo. Si bien la aportación de ayuda material sigue siendo relevante en algunos contextos, la eliminación de los obstáculos reglamentarios que afectan a los refugiados abre una vía para fortalecer su capacidad económica y su desarrollo, lo que a la larga puede beneficiar tanto a los refugiados como al estado anfitrión.