Oriol Farrés, Francesc Fàbregues y Anna Busquets. Actualizado a 2 de junio de 2017.
El anuncio de Donald Trump de retirar a su país del Tratado ambiental de París (COP21) promete un escenario sombrío para las negociaciones del clima, que se tiñeron de optimismo con la concurrencia de 194 naciones, grandes y pequeñas, desarrolladas y en vías de hacerlo, en un espacio común y adaptado a sus condiciones, para iniciar el esfuerzo de mitigación del cambio climático. Si bien la entrada de EEUU en el acuerdo supuso un éxito notable, lo cierto es que el compromiso de la administración Obama debía aún superar la ratificación de las cámaras legislativas (bajo control republicano) y no solo eso, sinó emprender una reforma total del esquema nacional de consumo y producción de energía, con vistas a reducir las enormes emisiones del país. El anuncio del presidente Trump honra sus promesas de campaña, no solo con los electores, sino y muy especialmente con los lobbies de las energias fósiles que son cada vez más próximos a su administración. Su afirmación de representar «a los ciudadanos de Pittsburgh y no de París» contiene implícitamente, la negación de que el cambio climático es una amenaza real, y de alcance global, que no entiende de fronteras. Irónicamente, y según un estudio reciente del Programa de Comunicación sobre el Cambio Climático de la Universidad de Yale, dos tercios de los habitantes de Pensylvania (y por ende, de los EEUU) creen que su país debería permanecer dentro del Tratado. Es más, un 68% de los residentes en Pittsburgh cree además que deberían restringirse estrictamente las emisiones de las plantas térmicas alimentadas por carbón, uno de los elementos centrales en el tratado. La expresión parece aún más desafortunada si atendemos a que el 80% del voto en Pittsburgh fue a parar a Clinton, y que su actual alcalde, Bill Peduto, viajó expresamente a París en 2015 para hacer campaña en favor del Acuerdo.
Lo cierto es que, legalmente y según el mecanismo que prevé invocar la administración Trump para abandonar el tratado, el proceso se prolongará cuatro años y sólo se hará efectivo de modo oficial el 4 de noviembre de 2020, precisamente, el día después de la próxima elección presidencial de EEUU. Trump no solo renuncia a tomar medidas contra el cambio climático, sino que en realidad y a pesar de las gesticulaciones, la decisión no se hará efectiva dentro de su primer -y quizá único- mandato. Parece que la verdadera amenaza ambiental para su administración, es la que viene de Rusia, que quizá se quiere difuminar tras de las brumas del clima.
Gráfico: Estimated % of adults who think global warming is happening, 2016. Fuente: Yale Climate Opinion Maps – U.S. 2016. Accede al visualizador interactivo
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Agencias
2 de junio de 2017