
Ben Nimmo
Sénior Fellow en el Digital Forensic Research Lab (DFRLab) del Atlantic Council
Multitud de plataformas, multitud de caras: este es el motor esencial de la desinformación en la era de Internet. Responder a esta situación y construir resiliencia a la desinformación en nuestras sociedades requerirá una educación de base amplia destinada a enseñar a los decisores políticos, a los medios de comunicación y a los usuarios de Internet a reconocer y desvelar las facetas y técnicas de la desinformación.
La desinformación no se limita a una sola plataforma; de hecho, los actores de la desinformación se desenvuelven habitualmente en múltiples plataformas para extender su alcance y enmascarar su presencia. En Estados Unidos la extrema derecha organiza campañas de Twitter, que luego se propagan a otras plataformas digitales menos conocidas como 4chan y Gab; a nivel individual, miembros de dicho colectivo cuelgan contenidos en YouTube que se propagan por las redes sociales; los más radicales de ellos se conectan mediante otras plataformas, como la rusa VK.
Multitud de plataformas, multitud de caras: este es el motor esencial de la desinformación en la era de Internet
Recientes denuncias en Google, Facebook y Twitter documentan cómo diversas cuentas de Rusia —algunas de ellas rastreables hasta la “fábrica de trols” de San Petersburgo— difundieron con- tenidos divisivos en sus plataformas antes de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Paralelamente, los outlets del Kremlin RT y Sputnik producían informes partidistas y tendenciosos sobre la campaña electoral; según los servicios de inteligencia de EEUU, hackers relacionados con el Kremlin filtraron a Wikileaks correos electrónicos robados de la campaña demócrata y dicha fuente publicó diariamente fragmentos de estos durante el mes previo a las elecciones.
Al propagarse por múltiples plataformas estas complejas redes de operaciones alcanzan una audiencia mucho más diversa y son más difíciles de desenmascarar. Como demuestra el caso de Estados Unidos, resulta imprescindible para logralo la cooperación y aprovechar que las propias plataformas compartan entre ellas la información.
Se observa también que uno de los factores que nutren la desinformación es el anonimato que brindan las redes sociales, que varía según la plataforma, pero al que ninguna es inmune, y que permite por ejemplo que los actores de la desinformación puedan a través de un reducido número de activos humanos generar cuentas falsas o piratear cuentas ya existentes.
Las cuentas falsas son la infantería del ejército de la desinformación. Son baratas y sustituibles, pero muy efectivas si logran pasar inadvertidas. Hay una serie de pistas que son útiles para desenmascararlas. Por ejemplo: las cuentas falsas a menudo utilizan imágenes reales robadas a otros usuarios, que pueden ser identificados buscando online la imagen original. Las redes de cuentas falsas a menudo amplifican los posts individuales mucho más de lo que suele recibir el emisor original del mensaje (por ejemplo, un tweet que recibe 2.000 retweets cuando su usuario solo maneja habitualmente entre 5 y 10 retweets).
Normalmente, las cuentas falsas priorizan los mensajes divisivos, especialmente durante los períodos electorales. A veces, las redes falsas amplifican los dos lados de un debate, con la aparente intención de exagerar las fracturas sociales.
La clave para contrarrestar estas técnicas basadas en el “divide y vencerás” consiste en incrementar la resiliencia de la sociedad mediante la denuncia y la educación. Desenmascarar las tácticas utilizadas por los actores de la desinformación, especialmente mediante detallados estudios de casos, crea conciencia de los métodos que de los que se sirven y reduce de este modo la probabilidad de que los mensajes que buscan desinformar cumplan con su objetivo.
De modo parecido, enseñar a los usuarios de Internet a identificar las propias cuentas falsas crea conciencia del peligro que representan dichas cuentas y reduce el ámbito en el que pueden operar; la esencia de las operaciones de desinformación modernas es su carácter disperso, el hecho de que se oculten detrás del velo de muchos rostros y en muchas plataformas. Responder a estas operaciones requiere levantar dicho velo y poner al descubierto su verdadera cara a los usuarios comunes.