Jordi Urgell Garcia
Subdirector de l’Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y profesor asociado de la UAB y de la Universitat Ramon Llull
Aunque pasó relativamente inadvertido para los grandes medios de comunicación, uno de los acontecimientos que puede tener un mayor impacto político y geoestratégico para el futuro del Sudeste Asiático fue la ratificación en plebiscito a principios del 2019 de una ley – la Ley Orgánica para la Región Autónoma Bangsamora en el Mindanao musulmán que recoge los aspectos principales del histórico acuerdo de paz que en el 2014 firmaron el Gobierno de Filipinas y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), un guerrilla de decenas de miles de combatientes que en las últimas décadas ha estado luchando por la autodeterminación del pueblo moro en el sur de Filipinas. La ratificación en plebiscito del mencionado acuerdo abre la puerta a la consolidación de la paz en Mindanao y podría facilitar la contención de Estado Islámico en una región geoestratégicamente tan importante como el espacio insular comprendido entre el sur de Filipinas, el este de Malasia y el norte de Indonesia, propiciando así una mayor estabilidad política al Sudeste Asiático en su conjunto.
La ratificación en plebiscito del acuerdo de paz abre la puerta a la consolidación de la paz en Mindanao y podría facilitar la contención de la organización Estado Islámico (EI) en una región geoestratégicamente importante
En primer lugar, una implementación exitosa del acuerdo de paz podría facilitar la resolución del conflicto armado en Mindanao, que desde principios de los años setenta ha provocado la muerte de entre 120.000 y 150.000 personas. A pesar de que la creación de una nueva Región Autónoma Bangsamoro en el Mindanao musulmán —que sustituye a la anterior región autónoma, ampliando su alcance territorial, competencias y financiación— cuenta con el respaldo mayoritario de ambas partes contendientes, la comunidad internacional y la sociedad civil organizada en Mindanao, se vislumbran dos retos inmediatos para lograr la paz en Mindanao. Primero, el desarme y desmovilización de unos 40.000 combatientes del FMLI —12.000 de los cuales en el 2019— y la conversión del grupo armado en un partido político con capacidad de impulsar políticas públicas que mejoren los niveles de gobernanza y el desarrollo en las provincias que integrarán la nueva región, que se cuentan entre las más empobrecidas del país. Cabe señalar que actualmente la capacidad de gestión del FMLI ya está siendo puesta a prueba, ya que es el encargado de liderar la Autoridad de Transición Bangsamoro hasta el 2022. El segundo reto pendiente es la disminución de los altos niveles de violencia en la región, en especial por parte de los numerosos outsiders que se oponen al acuerdo de paz del 2014, como Abu Sayyaf o el Bangsamoro Islamic Freedom Fighters.
El segundo factor que confiere cierta relevancia geoestratégica al acuerdo de paz en Mindanao es su eventual capacidad para frenar la consolidación de EI en el Sudeste asiático y, especialmente, en Mindanao. En los últimos años, sobre todo tras las derrotas sufridas en Siria e Irak, el EI había anunciado su intención de articular sobre Mindanao una provincia del Califato (wilayat) en el Sudeste Asiático, por lo que progresivamente coordinó y fortaleció la actividad varios grupos armados en Mindanao que le habían jurado lealtad y obediencia, designó a un líder de la organización en el Sudeste Asiático —Isnilon Hapilon— y llevó a cabo varias acciones armadas de envergadura. Sin embargo, el hecho que captó la atención de medios de comunicación de todo el mundo e incrementó notablemente la preocupación de la comunidad internacional por la posibilidad de que el Sudeste Asiático en su conjunto —y Mindanao en particular— se convirtiera en un frente importante del yihadismo global, fue el asedio por parte de EI y de organizaciones afines en el 2017 a la ciudad de Marawi —capital de Lanao del Sur, de unos 200.000 habitantes—. Este asedio duró cinco meses y fue calificada por algunos medios como la mayor batalla librada por el EI fuera de Siria e Irak. La acción finalizó cuando el ejército retomó la ciudad y se saldó con la muerte de más de 1.100 personas, el desplazamiento forzoso de más de 600.000 personas y la destrucción de una parte significativa de Marawi.
A pesar de la colaboración militar ofrecida por EEUU, Australia y otros países, de la declaración de la ley marcial por parte del presidente Duterte y del incremento de las operaciones de contrainsurgencia en Mindanao desde entonces, el EI y sus afines siguen detentando una importante fortaleza bélica y capacidad de reclutamiento.
En tales circunstancias, parece razonable pensar que la mejor opción para contener el auge del EI y frenar los crecientes niveles de radicalización entre determinados sectores de la población es implementar plenamente el acuerdo de paz y consolidar una arquitectura institucional en Mindanao capaz de revertir los agravios históricos del pueblo moro y acomodar sus demandas en el marco del Estado filipino