Tatiana Vorozheykina
Profesora de Política Internacional en la Moscow Higher School of Social and Economic Sciences
En marzo de 2019 las dos cámaras del Parlamento ruso aprobaron por inmensa mayoría una ley que introduce una responsabilidad administrativa por “un desacato a la autoridad, la sociedad y el Estado expresado en Internet de una forma indecorosa”. El mismo paquete de leyes contempla también castigar la difusión de noticias falsas en las redes sociales. Ambas leyes incluyen multas y hasta detención administrativa en caso de reincidencia. Estas leyes de “lesa majestad”, según se las tildó, constituyen un eslabón más en la cadena de legislación represiva introducida desde 2012 por un régimen crecientemente autoritario, en una descarada violación de la Constitución rusa. La censura de Internet reduce más el espacio de la libertad de expresión, ya de por sí menguado por un control estatal absoluto de la televisión y de mucha de la prensa escrita. Es un corolario lógico del desarrollo político-social de los últimos veinte años de concentración del poder ejecutivo y de los recursos económicos más lucrativos en un grupo de gente reducido, vaciando así la división de poderes, la función representativa y legislativa del parlamento, la independencia judicial y la misma noción del Estado como sistema de instituciones públicas. Bajo el manto estatal, Rusia es de hecho un ente predominantemente privado, sin ninguna otra limitación del poder que el mismo poder.
Bajo el manto estatal, Rusia es de hecho un ente predominantemente privado, sin ninguna otra limitación del poder que el mismo poder
Las exportaciones de hidrocarburos, y los contratos preferenciales dentro del presupuesto estatal brindaron una enorme riqueza bajo el control privado de los funcionarios del Estado y los empresarios ligados al poder. La riqueza acumulada por ciudadanos rusos en paraísos fiscales equivale aproximadamente a toda la riqueza registrada en Rusia, incluidos los capitales financieros, propiedad privada y pública (From Soviets to Oligarchs: Inequality and Property in Russia, 1905-2016). Este tipo de régimen cleptocrático, depredador y parasitario se apoya en el soporte de los servicios de seguridad. La disminución de ingresos petroleros por la caída de los precios internacionales en 2014 hizo que la maquinaria del Estado privatizado ruso virara hacia la población para mantener el nivel de ganancias. De allí el aumento constante de las tasas: por impuestos a la propiedad, por servicios comunales, por reparación general de los edificios residenciales, peaje en las carreteras, por la recogida de basura, etc. La gran parte de esos ingresos terminan en manos privadas de parientes de altos funcionarios y empresarios amigos, mientras que los ingresos disponibles de la población han caído un 11% en cinco años y siguen cayendo. Las últimas medidas de la misma índole eran el aumento de la edad de jubilación y el alza del impuesto de valor agregado hasta un 20%.
¿Cuál es la reacción de la sociedad rusa hacia un régimen que es crecientemente represivo en lo político y darwinista en lo social? La anexión de Crimea en 2014 y la guerra en Ucrania Oriental dieron al régimen de Putin aire para desencadenar una movilización nacionalista que abarcó a la mayoría de la sociedad rusa. Una imagen propagandística de un país asediado enfrentado al mundo ayudó a Putin a movilizar la población. Cinco años después, la gran mayoría putinista se diluye bajo el efecto de la agravada situación social. Sin embargo, y a pesar de numerosos movimientos de la resistencia social que han surgido en los últimos 15 años, las disensiones siguen siendo parciales y por ahora no llegan hasta el campo político. La mayoría de la población sigue adaptándose a la pobreza y a la desigualdad crecientes que, según piensan todos, responden a la corrupción total del poder y de su fusión con la oligarquía empresarial. Por otro lado, la resistencia civil a violaciones de libertades democráticas y de derechos humanos, a las prácticas oficiales clericales y obscurantistas, persiste ante todo en las ciudades grandes. Pero tampoco se transforman por ahora en un movimiento político influyente. Eso se debe en parte al instinto profundamente arraigado en la sociedad liberal rusa de mirar ante todo “hacia arriba”, de esperar otra perestroika. Es una de las razones por la cual los movimientos reivindicativos sociales no encuentran una expresión política dentro de la oposición democrática al régimen de Putin. Cuanto más continúa la situación, la población se adapta y la sociedad se resigna al poder arbitrario, tanto más se descomponen los institutos del Estado. La falta de un Estado como sistema de instituciones públicas deja la estabilidad interna a merced de factores casuales o extraordinarios. El horizonte político del país depende en gran medida de factores fisiológicos, los únicos que parecen determinar por ahora la permanencia de Putin en el poder.