
Pascal Lamy
Ex director general de la OMC y presidente honorario del Institut Jacques Delors

Elvire Fabry
Investigadora sénior en el Institut Jacques Delors
Los envites proteccionistas de Donald Trump y la progresiva retirada de Washington de las normas multilaterales ya han causado inestabilidad y una desaceleración económica global. A ello se suma ahora la pandemia de la covid-19, que está hundiendo a la economía mundial en una recesión con choques asimétricos en las economías nacionales –y según las regiones, y que será un punto de inflexión sistémico más decisivo para las dinámicas de globalización, que deberán buscar un necesario reequilibrio de prioridades entre la eficiencia y la resiliencia.
Gestionar esta compleja crisis sanitaria, con potenciales disrupciones periódicas en la logística, y la necesidad de anticipar mejor otros posibles riesgos futuros (víricos, digitales, o derivados del cambio climático…) aconseja reducir la dependencia de un solo proveedor, tanto si se trata de una empresa como si se trata de un país. En este contexto de diversificación, la reconfiguración de las cadenas de valor podría adoptar diversas formas. El Estado tenderá a desempeñar un papel más importante en la gestión de las cadenas de valor, repatriando (reshoring) la producción de sectores estratégicos como el sector sanitario para garantizar a sus ciudadanos una autonomía estratégica de aprovisionamiento. Sin embargo, la dependencia de las importaciones de materias primas o de las tecnologías y el knowhow de terceros países continuarán limitando la capacidad para desarrollar una producción autónoma a nivel nacional. Acortar las cadenas de valor para reducir los riesgos geopolíticos conllevará una externacionalización “de proximidad” (near-shoring) a nivel regional. Para Europa, esto significará apuntalar el Mercado Único y afianzar a sus vecinos cercanos. También requerirá un arbitraje político sensato entre los riesgos que los diferentes gobiernos decidan abordar de manera prioritaria.
El destino de la UE dependerá de preservar su cohesión y solidaridad interna, y de mantener el equilibrio entre Estados Unidos y China
Una tendencia aún más obvia será la necesidad por parte de las empresas de reducir los riesgos de potenciales disrupciones mediante la citada diversificación (diversification) de los proveedores en todo el mundo, y un reajuste entre el método de producción “justo a tiempo” (el mantenimiento de los inventarios al mínimo nivel posible) y el mantenimiento de los stocks. En cualquier caso, ambas tendencias encarecerán la producción, por lo que construir la resiliencia requerirá un uso considerable de la Inteligencia Artificial para mejorar el conocimiento y la supervisión de las vulnerabilidades en las redes de producción.
Sin embargo, la pandemia no difuminará completamente las tendencias de ayer: ni la guerra comercial, ni el escaso margen de maniobra que tienen los europeos entre Washington y Beijing, ni la necesidad de la propia UE de asumir un rol de liderazgo en defensa de las reglas multilaterales.
A comienzos del 2020 la UE se estaba preparando para ser el próximo objetivo de Washington en su lucha cuerpo a cuerpo por la negociación bilateral. La constancia de Donald Trump en su agresivo enfoque de “solo aranceles” centrado en obtener un segundo mandato presidencial, que incluso le llevó a incrementar los aranceles a los fabricantes europeos de aviones a mediados de marzo, no representará ningún alivio para las empresas que ya estaban luchando con la crisis. La guerra comercial con China y otras potencias comerciales, en particular con la UE, se intensificará, con una escalada de subsidios públicos para mitigar la crisis.
Los europeos ya estaban incómodamente situados entre un Washington retirándose de las reglas multilaterales y un Beijing –calificado por Bruselas de “rival sistémico”– que se sirve de las lagunas en las reglas de la OMC para subvencionar a sus empresas estatales. Si bien la gestión de la crisis exige tomar medidas excepcionales, incluso si éstas provocan distorsiones y riesgos en el Mercado Único, los europeos deberían ser más cautelosos que nunca y hacer frente a las distorsiones comerciales sin que por ello se desencadene una espiral proteccionista y un regreso al Far West del comercio internacional. El destino de la UE dependerá de su capacidad de preservar su cohesión/solidaridad interna y mantener una posición de equilibrio entre Estados Unidos y China, pues necesita establecer compromisos tangibles con esta última para amarrar a Washington a las regulaciones del comercio global.
Pero evitar que la resiliencia local, basada en incrementar las precauciones, resulte en una mayor fragilidad global que pueda por ejemplo conducir a una escalada en las restricciones a la exportación, será tarea difícil, ya que “nivelar el campo de juego” (level playing field) como medida de precaución es siempre más difícil que vérselas con el proteccionismo.