Gabriela Poblet
Antropóloga e investigadora social, directora de la Associació Europa Sense Murs
En el 2016 la revista Fortune incluyó al alcalde de Riace, Domenico Lucano, entre las cincuenta personas más influyentes del mundo, junto a líderes como el papa Bergoglio o la canciller alemana Angela Merkel. Desde entonces, este pequeño pueblo calabrés del extremo sur de Italia se hizo conocido en todo el mundo, convirtiéndose en un símbolo internacional de la solidaridad y casi en un lugar de culto del activismo por los derechos humanos.
Todo comenzó en 1998, con la llegada de una embarcación de refugiados kurdos a las costas de Riace. La población se organizó de forma espontánea para darles acogida y los alojaron en sus casas. Unos años más tarde, un grupo de activistas, entre los cuales se encontraba Domenico Lucano, promovieron un proyecto de acogida basado en la experiencia de Trieste con refugiados de Kosovo. En el 2001, con el apoyo de ACNUR y de otras entidades, Riace entró en la primera convocatoria para el Programa Nacional de Asilo, lo que luego fue el SPRAR, el sistema público de acogida italiano que funciona bajo la responsabilidad compartida entre el Ministerio del Interior y las autoridades locales. En el 2004, cuando Domenico Lucano se convirtió en alcalde, aquella idea inspirada en la patera kurda fue más lejos. La hospitalidad y la acogida, valores que siempre se cultivaron en la costa calabresa, pasaron a ser su Política, con mayúsculas. Esta vez la inspiración del proyecto partió justamente de la emigración, que había dejado el pueblo con muchas casas abandonadas y al borde de la desaparición; durante décadas, los habitantes de Riace migraron a América, a Australia y al norte de Italia en busca del trabajo y de las oportunidades que no les daban el mundo rural.
De la mano de la ONG RECOSOL (Red de Municipios Solidarios de Italia), el ayuntamiento desarrolló un proyecto basado en la creación de cooperativas, a través de las cuales se rehabilitaron las casas abandonadas como vivienda para las personas refugiadas. Los comercios volvieron a abrir y se recuperaron las tradiciones locales como fuentes de trabajo: talleres artesanales de telares, vidrio y cerámica. El alcalde Lucano se propuso romper con el sistema asistencial y creó un modelo de acogida basado en la justicia social y la emancipación. Acoger a migrantes y refugiados permitió rehabilitar el pueblo y reabrir la escuela, a la vez que se generaba empleo. Con el tiempo, el modelo Riace fue adoptado por otros pueblos de la zona como Camini, Gioiosa Iónica y Stignano.
Riace es sobre todo un paradigma de cambio de visión de las políticas de acogida
Sin embargo, las cosas no fueron tan fáciles. Además de sortear la amenaza constante de la ‘Ndrangheta (la mafia calabresa), que controla los recursos de la zona, Domenico Lucano se vio enfrentado a Matteo Salvini, líder de la extrema derecha y ministro del Interior italiano. La persecución hacia Lucano boicoteó su política de acogida hasta tal punto de ser arrestado en octubre del 2018. Esta batalla también colocó a Riace en el mapa europeo como un símbolo de la lucha antifascista.
Pero Riace significa más que todo eso. En Riace, Lucano y su equipo entendieron que la protección internacional excede el ámbito de la extranjería y el asilo, y vieron en ello un modelo de cohesión social y de pertenencia. Quien es acogido en Riace, pertenece a Riace y es a través de esta pertenencia que adquiere derechos. Riace es un símbolo de la solidaridad y del antifascismo, pero por encima de todo, es un paradigma de cambio de visión de las políticas de acogida y un impulso hacia una rearticulación de una ciudadanía global. Riace es una nueva visión de mundo.