Lanxin Xiang
Director, Centre of One Belt and One Road Studies, China & National Institute for SCO International Exchange and Judicial Cooperation
En mayo de 2017 China tiene previsto celebrar una reunión cumbre de la iniciativa “Belt and Road” en la que invitará a líderes de más de 60 naciones. El presidente Xi Jinping lanzó este proyecto en 2013 con el nombre de “One Belt and One Road” (OBOR, “Un cinturón, una ruta”), que ahora se denomina oficialmente “Belt and Road Initiative” (BAR). Se trata de una iniciativa de inversión transnacional en infraestructuras. Aunque el gobierno chino evita toda connotación geopolítica y lo describe como un proyecto de cooperación económica, el hecho es que esta gran iniciativa tiene implicaciones geoestratégicas para la política mundial. Podemos calificarla como “una geoestrategia para la paz”.
No obstante, el intento de China de conseguir un equilibrio estratégico entre Eurasia y el Pacífico es un objetivo explícito, no una conspiración. Las raíces del BAR se remontan a la división transatlántica motivada por la Guerra de Irak y la emergencia en 2003 de una entente diplomática entre Francia, Alemania, Rusia y China contra la guerra. Se elige Eurasia porque, por primera vez en la historia, no hay en esta región ninguna perspectiva bélica importante. Esto contrasta claramente con la estrategia central de Estados Unidos, el “Pivot to Asia”.
China se vio arrastrada a una orientación “continental”, pues su gran estrategia de “repunte de la paz”, que todavía no resulta convincente en Asia-Pacífico, goza de potencial para concretarse en el continente euroasiático. Por consiguiente, el liderazgo chino ha aprovechado esta oportunidad histórica para lanzar una estrategia audaz para ayudar a China a reducir la enorme presión de la región Asia-Pacífico. Orientar el “pivote” hacia la Unión Europea, Rusia y Asia Central ha tenido como resultado una buena relación con Rusia y Asia Central, firmemente apoyada en un marco regional, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).
Aunque China evita toda connotación geopolítica, esta iniciativa tiene implicaciones geoestratégicas para la política mundial
El crecimiento económico chino ha sido impulsado por el éxito que ha tenido el país en la promoción del comercio, atrayendo inversión exterior directa y, más recientemente, adoptando una estrategia de salir a invertir en países extranjeros. La iniciativa “Belt and Road” pretende utilizar los importantes recursos financieros de China para reforzar e incrementar su presencia en Asia y en Europa; ambos ofrecen a China mercados importantes y también socios potenciales para contrarrestar la influencia geopolítica de Estados Unidos en esos territorios.
El “cinturón” terrestre ha de ser un corredor comercial y económico que se extienda desde el oeste de China y que, atravesando Asia Central, llegue finalmente a Europa. Requiere la integración de la masa continental euroasiática en un área económica cohesionada. En cuanto a la “ruta” marítima, China desea ser capaz de comprar y construir instalaciones portuarias y zonas económicas asociadas pensadas para proporcionar a China acceso marítimo al comercio y a la inversión.
Exportar tecnología infraestructural e invertir en estos proyectos ayudará a resolver el problema de la sobrecapacidad de China en infraestructura acumulada durante las últimas décadas, pero también contribuirá a crear más mercados extranjeros mejorando los servicios de transporte. Sin embargo, la iniciativa BAR también tiene que hacer frente a muchos retos. Ante todo, China no tiene experiencia en esta actividad. De hecho, desde los canales de Suez y Panamá, pasando por el transiberiano ruso, hasta el ferrocarril Berlín-Bagdad, fue Europa quién tubo la iniciativa de construcción de grandes proyectos de inversión en infraestructuras a finales del siglo XIX. En este sentido, China aún debe perfeccionar las técnicas de apoyo financiero para la puesta en marcha de grandes proyectos infraestructurales en el extranjero.