Linda Martín Alcoff
Profesora de Filosofía, City University of New York
La filosofía, en sus versiones más conocidas, tiene como objetivo explicar, describir y analizar las características genéricas del hecho de ser humanos: qué clase de criaturas somos, en qué clase de mundo vivimos, qué podemos conocer y cómo podemos vivir con los demás y con nosotros mismos. Su objeto de análisis es fungible: la mente, la capacidad de percibir, la sociedad bien ordenada.
El feminismo, en cambio, es un proyecto político que se posiciona contra unas ideas, convenciones y prácticas institucionales muy particulares. Se centra fundamentalmente en las mujeres, pero también en todas las personas marcadas por el género. Estas “marcas” no son las mismas ni sincrónica ni diacrónicamente, en el espacio o en el tiempo. El feminismo confiesa una agenda, si bien dicha agenda varía mucho y requiere que tengamos en cuenta las particularidades de la historia y de la cultura.
Y con todo, el feminismo también tiene, y por necesidad, un brazo intelectual: un proyecto de investigación cuyo objetivo es desvelar ideas nocivas acerca de identidades y relaciones de género, y acerca de las prácticas y las políticas injustificables que brotan de esas malas ideas. Si el feminismo tiene que prosperar, este proyecto intelectual necesita ser abierto y no dogmático. Las malas ideas no pueden sustituirse por otras ideas todavía peores.
Así, pese a las aspiraciones de la filosofía por lo genérico y lo universal, y pese a las aspiraciones del feminismo tendentes a superar las condiciones particulares de la injusticia de género, hay razones para creer que ambas están en sintonía. Michele LeDoeuff lo explica de la manera siguiente: ser una feminista es ser “una mujer que no deja que los demás piensen por ella…”. Este es el núcleo esencial de la actitud feminista, y sobre ella LeDoeuff conjetura que podemos “establecer un vínculo” entre el feminismo y la filosofía, basándonos en “el hecho de pensar filosóficamente y la autoafirmación a través del pensamiento”1.
No es sorprendente pues, que durante las últimas décadas las feministas se hayan desplazado a las aulas de filosofía con el objetivo de aplicar los métodos de análisis filosóficos a las ideas equivocadas sobre el género. Dicho de otro modo, el trabajo filosófico feminista ha llevado, más allá de la aplicación de los conceptos y métodos dominantes, a formulaciones alternativas a las cuestiones estándar. Muchos de los nuevos y más innovadores enfoques en filosofía –desde el trabajo sobre la injusticia epistémica y el sesgo implícito, pasando por las aproximaciones no ideales a la teoría normativa, hasta modelos totalmente nuevos como la ética del cuidado– surgieron en ámbitos marginados, como el feminismo y la teoría crítica racial.
El trabajo filosófico feminista ha llevado (…) a la creación de nuevas formas de formular las cuestiones estándar
Veamos más de cerca un ejemplo reciente. En un libro notablemente original, Caring to Know (Oxford, 2016), Vrinda Dalmiya sostiene que las normas epistémicas óptimas deben ser necesariamente morales. Para que quede claro, Dalmiya no dice que exista un ámbito específico del conocimiento que sea moral, como sugiere la epistemología moral, o un subconjunto de prácticas epistémicas expuestas a ser juzgadas como moralmente responsables, como los juicios de credibilidad, en la línea de Miranda Fricker y otras. Dalmiya sostiene más bien que el acto de conocer es siempre relacional, y que mantener unas relaciones constructivas requiere que tengamos en cuenta consideraciones morales. La idea de que los buenos conocedores han de tener como objetivo maximizar su repositorio de verdades, insignificantes o no, hace tiempo que es objeto de crítica, pero Dalmiya revisa el propósito del conocer de modo que no tenga simplemente como objetivo verdades significativas, sino una verdad que sea armonizable con objetivos éticos y que se obtenga de un modo virtuoso: estas son verdades que potenciarán las relaciones actuales del cuidado por el conocer en vez de reducirlas, con lo que se garantiza la verdad en el futuro y no solo en el presente. Por consiguiente, Dalmiya sostiene que, en algunos casos, abandonar la búsqueda de la verdad “puede ser epistémicamente virtuoso”.
Las relaciones entre el feminismo y la filosofía son más profundas de lo que parece si pensamos en la filosofía como en algo inmutable y si creemos que las feministas simplemente recurren a métodos ya existentes. Una conclusión que podemos extraer del trabajo de Dalmiya es que el vínculo requiere de un cierto cuidado para permanecer fuerte y vital en beneficio de ambas partes.
- Le Doeuff, Michelle. Hipparchia’s Choice: An Essay Concerning Women, Philosophy, etc. (Translated by Trista Selous). Oxford: Cambridge Universiry Press (1991) p. 29.