Mathis Wackernagel
Fundador y director general de Global Footprint Network (www.footprintnetwork.org)
A finales de 2015 los países, reunidos en París, se comprometieron a mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC. Para conseguir este objetivo, la humanidad tiene que dejar de usar combustibles fósiles mucho antes del 2050. No hacerlo provocará retos mucho más difíciles de gestionar que la actual economía basada en los combustibles fósiles y en el contexto de una población mundial, que en 2050, puede ser de 10.000 millones de personas.
Sí, nuestro planeta es finito. Pero nuestra habilidad de anticipar el futuro e innovar no lo es. Las posibilidades y oportunidades para prosperar son infinitas, y lo seguirán siendo si asumimos la realidad física y garantizamos que nuestro planeta pueda satisfacer la dependencia de recursos.
Las ciudades son cruciales para esta transformación. La batalla por la sostenibilidad se ganará —o se perderá— en las ciudades, donde en 2050 vivirá entre el 70 y el 80% de la población. Esto plantea un desafío en materia de recursos a las ciudades que quieran ser resilientes y exitosas.
El presupuesto de la naturaleza es bastante fácil de definir. Pero cuando comparamos la demanda humana actual respecto a la capacidad de renovación del planeta (lo que llamamos biocapacidad), nuestra huella ecológica pide a la naturaleza un 70% más de lo que el planeta es capaz de renovarse. Esta huella representa las áreas biológicamente productivas de comida, fibras, energía, espacio urbano y asimilación de residuos (incluida la absorción de dióxido de carbono).
Podemos descomponer esta demanda por persona; actualmente, la Huella Ecológica media por persona es de 2,9 hectáreas globales (el lector puede comprobar la suya en www.footprintcalculator.org). Una hectárea global es una hectárea con una productividad biológica media mundial. Pero hoy disponemos solo 1,7 hectáreas globales por persona, a nivel mundial y serán menos en 2050, cuando haya más personas en el planeta. Naturalmente, los animales también necesitan espacio y recursos para sobrevivir. El presupuesto de la Tierra en 2050 no pasará probablemente de 1 hectárea global por persona. Este presupuesto define la “ciudad de un único planeta”.
¿Qué aspecto tiene la ciudad de un único planeta? Las ciudades tienen unos resortes para gestionar ese presupuesto: los líderes urbanos toman decisiones sobre el uso del suelo, el transporte y las infraestructuras públicas, y dirigen el desarrollo de la vivienda y del comercio; todas estas decisiones dictan la dependencia a los recursos de una ciudad. ¿Operarán nuestras ciudades del futuro con un 100% de energía renovable? ¿Estarán repletas de peatones y de bicicletas? ¿Las viviendas estarán bien aisladas, e incluso serán proveedoras netas de energía? ¿Se cultivarán las verduras dentro de los perímetros urbanos, evitando el transporte y la refrigeración? Dado que las infraestructures duran décadas, incluso siglos, la previsión es crucial para adaptar las ciudades a las necesidades futuras. Y a la inversa, diferir la respuesta y continuar promocionando infraestructuras ineficientes produce un pasivo grande, duradero y potencialmente devastador.
Reconociendo que las emisiones de carbono son solo una pieza de un rompecabezas mayor, seis ciudades portuguesas están explorando un nuevo enfoque: ¿qué pasaría si la financiación de las ciudades estuviese ligada a la Huella Ecológica de cada ciudad, a su demanda de recursos naturales?
El proyecto, de tres años de duración, mide las Huellas Ecológicas y las biocapacidades (la oferta) de Almada, Bragança, Castelo Branco, Guimarães, Lagoa, y Vila Nova de Gaia para establecer una base de referencia. Luego, los decisores políticos y las ONG locales organizarán talleres con los residentes para desarrollar estrategias de sostenibilidad. Finalmente, los interlocutores universitarios propondrán un enfoque alternativo para la asignación del presupuesto estatal sobre la base del tamaño de la Huella Ecológica de cada ciudad y de sus biocapacidades con respecto a las de Portugal en su conjunto.
De hecho, algunas ciudades ya exigen a la naturaleza más de lo que los ecosistemas del país pueden proporcionarles. Atenas, por ejemplo, consume el 122% de la biocapacidad de Grecia. La Huella Ecológica de Barcelona es de aproximadamente un tercio de la biocapacidad de España, con una décima parte de la población del país.
Las ciudades que tomen decisiones basadas en el contexto de un único planeta tendrán más probabilidades de funcionar ahora y en el futuro. El éxito de las ciudades de un único planeta beneficia a la ciudad tanto como los esfuerzos de las demás ciudades para prosperar. El enfoque “un único planeta” es un juego en el que todos podemos ganar, si lo jugamos bien. Pero ganar requiere empezar a jugar ahora, no mañana.