Giulio Napolitano
Profesor de Derecho Administrativo y de Derecho Administrativo Comparado en la Università di Roma Tre
Desde junio de 2018 un nuevo e insólito gobierno, alianza entre el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) y la Liga (antiguamente, Liga Norte) está en el poder en Italia. En el pasado, ambos partidos hicieron campaña a favor de la salida de Italia de la Eurozona o de la Unión Europea. Una vez dentro de la coalición gubernamental, estos proyectos fueron oficialmente abandonados, si bien de vez en cuando miembros relevantes del Parlamento continúan refiriéndose a ellos. La nueva estrategia es “cambiar a la Unión desde dentro”, pero hay serias dudas, respecto a la capacidad del gobierno italiano para alcanzar ese objetivo genérico.
En primer lugar, los ministros más destacados no asistieron el pasado año a la mayor parte de las reuniones de los Consejos Europeos, privando por tanto al gobierno italiano de la oportunidad de negociar acuerdos. Italia únicamente trató de “hacer oír su voz” al margen de los posicionamientos oficiales, sin obtener ningún resultado apreciable, a excepción del fracaso de las propuestas de reformar aspectos legislativos relevantes, como la Regulación de Dublín sobre emigrantes y solicitantes de asilo.
En segundo lugar, ninguno de los líderes de la coalición gubernamental tiene un nivel de educación muy alto, experiencia política relevante o habilidades técnicas para tener una visión clara del futuro de Europa. El único miembro destacado del gobierno, aunque controvertido, dimitió para convertirse en presidente del organismo encargado de supervisar el mercado financiero. En este vacío político y cultural, es muy difícil contribuir al diseño de una nueva Europa.
En tercer lugar, ambos partidos están más bien aislados en Europa. En el continente no hay ninguna fuerza comparable al M5S. Sus líderes, incluido el viceprimer ministro, trataron de establecer vínculos con los Chalecos Amarillos en Francia, con un resultado bochornoso. Por su parte, la Liga tiene una relación bien establecida con el Frente Nacional francés, que no es un aliado muy bien recibido en el resto de Europa. Actualmente está tratando de estrechar lazos con los partidos gobernantes en Polonia y Hungría. Los intereses de Italia y de los países del grupo de Visegrado, sin embargo, no son precisamente coincidentes. Italia necesitaría proceder a una reubicación de los migrantes en Europa, que dichos países rechazan enérgicamente. Y los países del Este de Europa se benefician de la política agrícola europea, que es cada vez más mal acogida por los agricultores italianos. Además, el M5S y la Liga han manifestado un gran aprecio por Rusia, que es una de las mayores amenazas para los países del Este de Europa.
El aislamiento del gobierno italiano también excluyó al país de desempeñar un papel destacado en la gobernanza informal de Europa, pese a su posición histórica como padre fundador. Alemania y Francia estrecharon su relación firmando un nuevo Tratado que sustituía al de 1963, y el gobierno italiano, al contrario, abandonó el proyecto avanzado por el anterior ejecutivo de un tratado de cooperación especial con Francia. Además, Italia dejó pasar la ventana de oportunidad abierta por el Brexit para reemplazar al Reino Unido como uno de los líderes de Europa.
En este contexto, la proclama de una Europa de las naciones o de los pueblos ocasionalmente lanzada por miembros del ejecutivo es puro humo. El único mensaje en ella implícito es que los gobiernos nacionales deberían tener derecho a un margen más amplio de autonomía en muchas áreas políticas, y una opinión de más peso en los procesos europeos de toma de decisiones, a expensas de la Comisión y de otras instituciones supranacionales. Hasta ahora, sin embargo, Italia ha decidido tener debidamente en cuenta las observaciones de la Comisión Europea para evitar la apertura de un procedimiento de infracción por la violación de las normas relativas a las finanzas públicas.
Está por ver si la miopía actual del gobierno inspirará una visión pro-europea más clara de los partidos de la oposición
El deseo de una ampliación del ámbito de las políticas puramente nacionales podría contar en el futuro con un consenso mayor que el actual por parte de otros gobiernos de Europa. Cualquier logro futuro en este sentido, sin embargo, perjudicará a Italia más de lo que la beneficiará; Italia, más que otros países, necesita cooperación e integración para resolver la mayoría de sus problemas, desde la sostenibilidad fiscal a la gestión de la migración. Además, hasta ahora se ha beneficiado de las valientes iniciativas de instituciones federales como el Banco Central Europeo, más que de la (in)acción de otros organismos intergubernamentales.
Está por ver si la miopía actual del gobierno inspirará al menos una visión pro-europea más clara por parte de los partidos de la oposición, y si así se contribuirá involuntariamente a su inesperado revival.