Engjellushe Morina
Investigadora, Berghof Foundation
En los últimos meses, el discurso político relativo al diálogo Kosovo-Serbia ha sido algo desconcertante. Las ideas de un “reajuste de fronteras” y de un “intercambio de territorios” han sonado de fondo, si bien de manera poco elaborada y sin detallar en ningún caso a lo que se referían en términos prácticos. Desde sus inicios en 2011, el diálogo Kosovo-Serbia —facilitado por la UE— se ha caracterizado por un problema de formato, entre otras dificultades, y por la ausencia de expectativas de futuro. El 19 de abril de 2013 se llegó a un acuerdo entre los primeros ministros de Pristina y Belgrado sobre la normalización de relaciones. Este Primer Acuerdo sobre los Principios que rigen la Normalización de Relaciones carecía de algunos de los principios y parámetros que, según la UE, deberían haber sido el fundamento del proceso, como “aproximar a las partes a la UE sin perjuicio para ninguna de ellas respecto al estatus”. El disputado territorio de Kosovo del Norte es el objeto principal de la disputa entre ambos países. Sin embargo, la falta de transparencia, responsabilidad, democracia participativa, inclusividad y sentido de pertenencia nacional en el proceso ha generado escepticismo entre la población de Kosovo, incluido Kosovo del Norte. Y a ello ha contribuido también y de manera especial, el hecho de que el discurso público de los políticos y de los estados miembros de la UE versase exclusivamente sobre la normalización de las relaciones entre Kosovo y Serbia.
La influencia internacional a la hora de concebir y respaldar el proceso de construcción de un Estado en Kosovo ha sido notable. Desde el principio, la UE, EEUU y la ONU promovieron la creación de una sociedad multiétnica, y el proceso estuvo en gran parte impulsado por consideraciones etnopolíticas sobre prevención y resolución de conflictos. Kosovo celebró el décimo aniversario de su independencia en 2018, pero aún a día de hoy, carece del reconocimiento de la UE, las Naciones Unidas y la OTAN, y en consecuencia no goza de los beneficios de ser tratado como un Estado por estos organismos, aunque sus instituciones ya son reconocidas. Cabe mencionar que el conflicto entre albanokosovares y serbiokosovares ha estado en sus niveles más bajos desde 1999, en particular fuera del disputado territorio de Kosovo del Norte, dado que recientemente son más los serbios que respaldan la idea de integrarse en la vida política, social y económica de Kosovo. Sin embargo, las relaciones entre Pristina y Belgrado, y entre las comunidades albanesa y serbia en el norte de Kosovo siguen siendo tensas. Los serbio-kosovares del norte permanecen nominalmente integrados en el sistema de Kosovo, pero Belgrado los controla mediante mecanismos políticos y financieros.
Atenuar el conflicto territorial en el norte de Kosovo y tratar adecuadamente a las comunidades es la clave de una solución duradera
Evidentemente persiste el conflicto por lo que respecta al proceso y al nivel de la construcción del estado, que según recoge la Constitución de Kosovo, es un estado multiétnico. Los partidos de la oposición manifiestan abiertamente su disconformidad con el gobierno respecto a los principales proyectos de país, como la creación de la Asociación de Municipalidades Serbias y las recientes conversaciones entre los dos presidentes sobre “intercambio de territorios” y “reajuste de fronteras”. Además, el nivel de desencanto de los ciudadanos respecto a las instituciones (locales, nacionales e internacionales) y al curso seguido por los acontecimientos estos últimos años se dice que es relativamente bajo. Los kosovares sienten que no tienen perspectivas de futuro, ven cuestionada su categoría de Estado y creen que sus instituciones están viciadas por malas prácticas. Esto, sumado al cariz que han tomado las negociaciones con Serbia y a los citados “reajustes fronterizos” ha suscitado un desencanto todavía mayor. A lo largo de los años, los obstáculos han dañado no solo la estabilidad del país, sino también la de una región ya de por sí frágil, que corre un riesgo creciente de caer bajo la esfera de influencia de otros actores geopolíticos que no comparten necesariamente los mismos valores sobre los derechos humanos y políticos que Europa y otros actores democráticos.
Atenuar el conflicto territorial en el norte de Kosovo y tratar adecuadamente a las comunidades es la clave de una solución duradera al problema de la estabilidad. La idea de crear estados étnicos está en las antípodas de la idea de crear estados multiétnicos, una noción obstaculizada en los tres acuerdos de paz que hasta ahora se han firmado en la región, a saber, los Acuerdos de Dayton en Bosnia, el Acuerdo Marco de Ohrid en Macedonia, y la Propuesta Integral de Ahtisaari en Kosovo.