Iñigo Macías Aymar
Miembro de Africaye
África comienza la nueva década mejor preparada que nunca y con importantes oportunidades en el horizonte para transformar el sistema económico extractivo imperante, que antepone la riqueza de unos pocos al trabajo y al bienestar de una gran mayoría. Esta desigualdad extrema, además, se encuentra muchas veces en el centro de las crisis complejas (de seguridad, relacionadas con al cambio climático o con el desplazamiento de personas) que asolan ciertas regiones del continente.
Las movilizaciones civiles y sociales que se han sucedido en África durante estos últimos años parecen haber derrotado ese extendido sentimiento de frustración y servilismo que había caracterizado a muchos de sus países. Pero lo que resulta más relevante de esta toma de conciencia, es que está siendo liderada por jóvenes que quieren ejercer un papel protagonista.
Hasta ahora, los líderes africanos habían apaciguado estas demandas mediante golpes de estado o con pequeños cambios cosméticos hacia una mayor democracia; esto ya no es suficiente. La prosperidad y la libertad que demandan los jóvenes africanos en las calles va mucho más allá de avances en la esfera política y se articulan en torno a mejores oportunidades profesionales y laborales; a una mayor justicia social y la provisión de salud y educación.
Este importante avance ha sido posible gracias al esfuerzo de instituciones y familias, que han conseguido no solo derribar los obstáculos que dificultaban el acceso a la educación, sino que, en muchos casos, han ayudado a romper tabús, especialmente para los millones de niñas que hasta hace muy poco tenían un futuro lejos de la escuela y el trabajo remunerado. Estos años de educación parecen haber alentado un fuerte espíritu crítico en una población, donde la mitad tiene menos de 20 años.
A nivel económico, el año pasado vio la luz la Área Continental Africana de Libre Comercio que puede solventar la falta de integración comercial en el continente. Esta iniciativa supone una excelente oportunidad para que el continente hable y defienda sus intereses con una sola voz, integrada, frente a un escenario comercial global cada vez más fragmentado. Los avances tecnológicos, en algunos casos fácilmente replicables y adaptables al entorno africano, suponen también una buena oportunidad para que el continente los aplique en ciertos ámbitos como el de la agricultura, el acceso a servicios de salud o el transporte. El potencial para las energías renovables es también muy alto.
África comienza la nueva década mejor preparada que nunca para transformar el sistema económico extractivo
Sin embargo, la persistente desigualdad del continente supone un riesgo importante. Esta situación coarta el futuro de millones de niños y niñas, cuyo futuro más inmediato está truncado por la falta de oportunidades y de movilidad social. Gran parte de culpa la tiene un sistema económico roto y desigual. Durante las últimas décadas África ha experimentado un importante dinamismo económico que ha beneficiado sobremanera a unos pocos. Hoy, el 1% más rico posee más del doble de la riqueza en manos del 80% más pobre, aproximadamente 1.000 millones de personas. Los 8 milmillonarios africanos de la lista Forbes tienen más riqueza que los 520 millones más pobres. Si nos fijamos en la renta, las conclusiones son parecidas. El 10% con mayores ingresos acumula hasta el 54% de toda la renta generada. El 50% más pobre se tiene que conformar con menos del 10%.
A pesar de que la proporción de pobres en el África Subsahariana ha disminuido (del 54,7% en 1990 al 41,4% en 2015), el número total de africanos y africanas viviendo en la pobreza extrema es hoy mayor (416 millones, últimas estimaciones disponibles referidas al 2015) que hace 25 años (280 millones). Ciertamente, las altas tasas de fertilidad no han ayudado en la lucha contra la pobreza, pero a pesar del crecimiento económico de los últimos años, el 85% sobrevive con apenas 5,5 dólares al día.
Es posible y necesaria una nueva manera de organizar la economía, que saque el mayor partido de estas oportunidades y defienda la dignidad de las personas. Hay que invertir en servicios públicos de calidad (salud, educación y protección social), financiados con un sistema impositivo en que los más ricos y las multinacionales paguen su parte justa de impuestos.
Hay que promover salarios dignos y los derechos de las personas trabajadoras, solo así se conseguirá repartir mejor los frutos del crecimiento económico.
África se juega mucho, las oportunidades y las ganas para emerger están… pero para ello se necesita una economía que funcione para la mayoría, y no solo para unos pocos.