Siddartha Deb
Profesor asociado de Estudios Literarios de la New School de Nueva York y autor de “The Beautiful and the Damned: A Portrait of the New India”, editado en inglés por Farrar, Straus and Giroux
Cuando el Bharatiya Janata Party (BJP), liderado por el carismático Narendra Modi, ganó las elecciones nacionales en India en 2014, su victoria fue interpretada como una ruptura definitiva con el pasado del país. Desde sus poltronas, fueron muchos los opinadores trajeados que, tanto en India como en Occidente, interpretaron dicha victoria electoral como una señal definitiva. Con Modi comenzaba una nueva etapa de dinamismo, que elevaría a India al estatus de superpotencia económica, decían, con un futuro abocado al mercado, la eficacia y el capitalismo. En 2014, Bloomberg afirmaba que las grandes inversoras comparaban ya a Modi con Ronald Reagan y con Margaret Thatcher. En 2015, el propio presidente de los EEUU, Barack Obama, eligió a Modi como su aportación a los 100 personajes que selecciona la revista Time recalcando que “la trayectoria vital de Modi —de la pobreza a primer ministro— encarnaba el dinamismo y el potencial del ascenso de India.”
Todas estas visiones pasaban por alto, muy conveniente y deliberadamente, el hecho de que Modi y el BJP, además de su devoción por el mercado, también defendían las posiciones más duras del nacionalismo hindú, conocido como Hindutva. Pasaban de puntillas, por ejemplo, por el hecho de que uno de los pogroms más brutales de la historia de la India post-colonial había tenido lugar en 2002 en Gujarat, justo cuando Modi era ministro jefe del Estado. En 2005, el departamento de Estado de EEUU le denegó a Modi un visado diplomático y le retiró el de turista debido a las “violaciones particularmente graves de la libertad religiosa” que tuvieron lugar durante las masacres.
Si la esperanza de algunos era que el nuevo gobierno se dedicaría básicamente a ser “pro-empresarial” y renunciaría a la violencia que ha sido un aspecto definitorio de su identidad, tres años de Modi al mando han destruido sus ilusiones. La gente, especialmente los miembros de la minoría musulmana y los que ocupan el nivel más bajo del opresivo sistema de castas indio, son linchados por la turba de manera regular; los personajes públicos discrepantes son hostigados, detenidos o, como en el caso del editor de izquierdas Gauri Lankesh, asesinados; y todo, con la India sumida en una asfixiante atmósfera de mayoritarismo violento.
Nada de esto sorprende a los conocedores de Modi, del BJP y de India. Desde que viera la luz en la década de 1920, y con sus raíces en la organización paramilitar clandestina llamada Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), la razón central, definitoria, del nacionalismo hindú es que India es la patria de los hindúes de élite de la casta superior, y que la patria está en peligro y asediada por sus enemigos, tanto del interior como del exterior. En este sentido, Hindutva tiene mucho en común con los movimientos de extrema derecha en otros lugares; sus padres fundadores admiraron el etnonacionalismo de los fascistas italianos y de los nazis; y sus actuales partidarios, techies de la diáspora, hacen causa común con las fuerzas derechistas de Estados Unidos y de Gran Bretaña, las mismas que llevaron a Donald Trump al poder y que avivaron el proceso del Brexit.
Pero lo que hace que la Hindutva sea una fuerza tan poderosa en la India actual son, precisamente, las fuerzas pro-mercado que vieron con optimismo la victoria electoral de 2014. La maquinaria del mercado ha tomado la forma de un capitalismo clientelista, que ha llevado al enriquecimiento de un grupúsculo selecto y el empobrecimiento de la mayoría. Mientras que los empresarios próximos al BJP, como el vendedor de diamantes Nirav Modi, siguen instalados en Nueva York o en Londres después de incumplir el pago de miles de millones de dólares en préstamos de bancos estatales, la mayoría de los indios carece de las condiciones de vida más elementales. Para estos grupos cada vez mayores de personas condenadas a la pobreza y sin estudios, la Hindutva sigue siendo la única vía para canalizar sus aspiraciones y energías. No hay trabajo, ni salidas profesionales, ni futuro, pero nunca faltan noticias falseadas que loan la gloria de la Hindutva y la maldad de sus muchos enemigos.