Ilke Toygür
Analista de Asuntos Europeos, Real Instituto Elcano
El calendario electoral de Turquía de los últimos años ha sido muy intenso. No se han celebrado solo las convocatorias electorales previstas, también tuvo lugar un referéndum constitucional que ha convertido el país en un sistema presidencialista. Efectivamente, la reforma constitucional del 2017 representó los cambios políticos más significativos desde el inicio de la República, en 1923. Las credenciales democráticas del nuevo sistema han sido muy cuestionadas por varias organizaciones internacionales, incluyendo la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Los gobiernos y alcaldes del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) han estado gobernando tanto a nivel nacional como a nivel local en muchas grandes ciudades del país durante casi dos décadas.
En este contexto, las elecciones celebradas en Estambul en junio del 2019 tuvieron como resultado una victoria muy significativa de la oposición en Turquía. El candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Ekrem Imamoğlu, apoyado también por otras fuerzas políticas –incluida la decisiva contribución de los kurdos– ha destruido un tabú: por fin se ha ganado al AKP en Estambul.
Es importante recordar que las elecciones para la alcaldía de Estambul se repitieron por petición expresa del AKP. El partido del presidente Erdogan perdió la alcaldía en marzo del 2019 con una diferencia de unos trece mil votos. En junio, la diferencia entre Ekrem İmamoğlu y el candidato del AKP Binali Yildirim subió a ochocientos mil. ¿Cuál fue la razón? Según muchos analistas, la repetición de los comicios molestó no solo a los votantes de la oposición, sino también a los del AKP. Los ciudadanos de Turquía, independientemente del color del gobierno, perciben la urna electoral como un elemento sagrado. Es por eso que la participación en las elecciones siempre es alta en comparación con otros países de Europa Occidental. Cuando se repitieron las elecciones sin ninguna base legal –una conclusión muy obvia que se extrae de los informes de la Comisión Electoral Suprema (YSK), se percibieron como una injusticia.
La lectura más importante de las elecciones fue la resiliencia democrática de la sociedad turca. Los ciudadanos ejercieron su derecho a voto –84,4% fue la participación– en una época muy polarizada en el país. Para la Unión Europea y otros actores internacionales la resiliencia de la sociedad civil turca y su cultura democrática es un hecho muy esperanzador. El cambio hacia un país más democrático solo se puede conseguir si los ciudadanos siguen creyendo en la posibilidad de este cambio.
Lo más relevante del cambio es que una posibilidad que era muy poco creíble se ha convertido en realidad
¿Qué conclusiones podemos sacar de estas elecciones dentro del escenario político y electoral en Turquía? Estambul es muy importante, con casi 16 millones habitantes, un 20% de la población del país. Sin ser la capital de la República, es el corazón económico, turístico y cultural. El propio Erdogan aseguró que “quien gana Estambul, gana Turquía”.
Es muy pronto para hablar de un cambio drástico en Turquía. El sistema presidencial favorece a quien ostenta el poder y los mecanismos de control son escasos. Es bien sabido que el estado de derecho está muy dañado, así como la libertad de expresión y prensa. En estas condiciones no es nada fácil ser político de la oposición y mucho menos poder ganar elecciones. Lo más relevante del cambio en Estambul es que una posibilidad que parecía remota se ha convertido en realidad. En principio no habrá nuevos comicios hasta el 2023 y hasta entonces mucho puede cambiar en Turquía, y más ahora, en este incierto escenario de pandemia global a causa de la covid-19.
La clave de todo ello es que la oposición ya tiene experiencia en ganar elecciones importantes. La repetición electoral ha demostrado que todavía hay margen para un cambio democrático en el país si la ciudadanía cree en ello y lo desea. Además, Ekrem İmamoğlu se ha erigido como un líder que ha unido muchas voces y ha creado una base de apoyo entre diferentes ideologías. Su campaña electoral usó un discurso muy positivo y unificador, queriendo acabar con la polarización en el país. Ha subrayado que quiere ser el líder de todos los sectores de la sociedad. Esta idea encontró resonancia en la ciudadanía porque muchos están hartos del ambiente de polarización política. El país tiene ante sí muchos problemas económicos, sociales y también varios retos en la agenda internacional. Los ciudadanos necesitaban esperanza y las elecciones de Estambul han traído un esperanzador optimismo a muchos de ellos.