Franziska Brantner
Portavoz de Asuntos Europeos del Partido Verde en el Bundestag
Tras ser el foco de atención de toda Europa durante meses, el Brexit quedó en un segundo plano de la política europea, sustituido a comienzos del 2020 por la crisis del coronavirus. Como si el virus quisiera decirnos que a Europa le esperan problemas aún más complejos e importantes que el terreno legalmente inexplorado del Brexit, a finales de marzo del 2020, las dos principales figuras de la negociación, Michel Barnier (por parte de la UE) y David Frost (por parte de Gran Bretaña) mostraron síntomas de la covid-19. En aquel momento parecía probable que las negociaciones se alargarían hasta más allá de finales del 2020. Pero incluso cuando estas quedaron atrás, las consecuencias del Brexit se sintieron como nunca antes durante la crisis del coronavirus.
Durante semanas, alemanes y franceses, igual que la mayoría de europeos que ya estaban en confinamiento a causa del virus, sintieron que Gran Bretaña ya no volvería a pensarse a sí misma como una parte de Europa. ¿Cómo podían permitir los siempre pragmáticos británicos que su recién elegido primer ministro hiciese gala de un comportamiento tan contradictorio en una crisis tan mortal como la del coronavirus? En su editorial del 19 de marzo del 2020, el periódico francés Le Monde hacía un desesperado llamamiento a Londres advirtiéndole que Francia podría cerrar sus fronteras con Gran Bretaña en un momento en que “Europa necesita al Reino Unido” más que nunca, ya que Europa había presentado una imagen terriblemente dividida durante la llegada del virus a sus aeropuertos.
Pero la división entre la Europa continental y Gran Bretaña parecía aún mayor. Los cálculos que había hecho el hombre fuerte de Downing Street, Dominic Cummings, de dejar morir a cientos de miles de ancianos antes que tomar las mismas medidas de confinamiento económicamente perjudiciales que casi todos en la UE estaba tomando, nos dejó perplejos. Al mismo tiempo, los decisores políticos conservadores de Berlín anhelaban más que nunca que Gran Bretaña siguiese formando parte de la UE ahora que solo tenían el respaldo de dos países pequeños como Holanda y Austria en su lucha contra la mutualización de la deuda o los denominados coronabonos. España, con Italia y Francia –los tres países grandes del sur de Europa junto con otros once miembros de la UE– habían pedido estos bonos. En Alemania tan solo el Partido de los Verdes y el Partido de la Izquierda (Die Linke) habían respaldado la idea.
Si la UE no gestiona bien la crisis de la covid-19 y si Alemania mantiene su tacañería muchos ciudadanos pedirán que su país salga de la Unión
Esto demostraba claramente que para algunos círculos gubernamentales alemanes, la austeridad financiera pesaba mucho más que la solidaridad europea, incluso en medio de la crisis más devastadora que ha sufrido Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En cierto modo, estos decisores políticos alemanes se estaban desvinculando de la UE tal y como lo había hecho antes Gran Bretaña con el Brexit. Al mismo tiempo, la presidenta alemana de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estaba luchando por un enfoque europeo más coordinado y común para hacer frente al coronavirus. Sin tener éxito en su intento, y con el poder de los conservadores financieros en Berlín intacto, daba la impresión de que el Brexit había aislado a Alemania más que nunca dentro de la UE.
Alemania asumirá la presidencia del Consejo de Europa en julio del 2020, y Francia en enero del 2022. Y ambas tendrán que vérselas con los problemas a más largo plazo derivados de esta crisis y de los problemas de equilibrios futuros en el continente a consecuencia del Brexit. Negociar el Brexit con un mercado interior hecho añicos requerirá una participación aún más activa en pie de igualdad. Ciertamente, la actitud de Francia con respecto al Brexit no se va a suavizar, y Alemania no tendría que hacer nada que pusiese todavía más en riesgo el mercado interior. Por otro lado, el Reino Unido podría tener un mayor interés en permanecer integrado en una medida mayor que la originalmente prevista, con el fin de relanzar su economía. No será un buen momento para que ninguna de las dos partes ponga aún más en peligro su economía. Si al final la UE es capaz de gestionar esta crisis mejor de lo que lo ha hecho al principio, será un argumento más para que el Reino Unido permanezca en determinados sistemas por cuestiones sanitarias. Si la UE no gestiona bien la crisis y cada gobierno nacional actúa por su cuenta, y si Alemania mantiene su tacañería, veremos como un número creciente de ciudadanos reclaman que su país también salga de la Unión Europea.