
Tarek Megerisi
Investigador visitante en el European Council on Foreign Relations
En 2018 Libia está llegando a su séptimo año de crisis. Durante este tiempo ha experimentado un inexorable declive desde un estado que apenas funcionaba —pero que, con todo, era democrático— a un estado fallido, con colapsos periódicos del entorno de seguridad, estabilidad económica y política, a los que se amolda pero de los que nunca acaba de recuperarse. A principios de 2018 el estado libio se caracterizaba mayormente por su disfuncionalidad política, el predominio de la economía informal y la amenaza permanente de más violencia, para sus ciudadanos, sometidos a la peor calidad de vida desde los hallazgos de petróleo en 1959.
Aunque el flujo de emigrantes ha descendido ligeramente respecto a años anteriores, la ruta del Mediterráneo Central sigue siendo la vía dominante de la emigración africana hacia Europa. La rentabilidad del tráfico humano ha contribuido a crear una poderosa economía informal en Libia y ha proporcionado a las milicias una oportunidad para la depredación y una forma de sustento en un entorno económico inhóspito, donde la actividad regular y los flujos de capital están congelados. También ha alimentado los conflictos entre milicias que se disputan las valiosas rentas que se obtienen en el control de las rutas migratorias o los centros de detención. La actual política europea respecto a la emigración procedente de Libia se ha centrado de forma cada vez más estricta en empoderar a los guardacostas implicados para que retornen a los emigrantes procedentes de las aguas libias, y a incentivar financieramente a quienes controlan los centros de detención para que impidan salir a los emigrantes. Teniendo en cuenta el trato abominable que sufren en Libia los emigrantes, es dudoso que esta política sea acorde con el principio de no devolución. Además, es muy poco lo que se hace para impedir a largo plazo el problema de la emigración africana, que es, cada vez más, la emigración libia. Si Libia lograse estabilizarse y su economía pudiese arrancar de nuevo, no solo conseguiría absorber de manera provechosa al 60% de los emigrantes, sino que también podría combatir efectivamente e integrar a los traficantes.
Junto con la poderosa economía informal, la amenaza de que la guerra civil latente en Libia se reavive de nuevo siguen siendo los principales obstáculos a su estabilización
Junto con la poderosa economía informal, la amenaza de que la guerra civil latente en Libia se reavive de nuevo siguen siendo uno de los principales obstáculos a su estabilización. Tras hacerse con el control total de Bengasi el año pasado, las tropas del mariscal de campo Haftar se han propuesto conquistar la cercana ciudad de Derna para consolidar su control sobre el este de Libia. Esta ciudad de unos 100.000 habitantes ha estado bajo asedio durante más de un año, y de iniciarse una ofensiva, se agravaría las crisis humanitaria de desplazamiento interna de Libia, generando a su alrededor un nuevo campo de batalla al que acudirían los muchos grupos anti-Hafar existentes. Las propias unidades de Haftar, además, están demostrando ser cada vez más difíciles de manejar y podrían seguir desafiando su autoridad. Esto se puso de manifiesto en febrero cuando Haftar perdió el control de Bengasi de la noche a la mañana y las milicias salafistas ocuparon la ciudad tras la detención de uno de sus comandantes. La situación en el sur de Libia también es cada vez más conflictiva. Después de que varias misiones hayan fracasado en su intento de conseguir un alto el fuego, es cada vez más posible que Haftar y otras autoridades traten de promover sus objetivos políticos auspiciando a bandos opuestos. Si una posibilidad como esta se materializa, puede fácilmente desembocar en una guerra civil a gran escala.
Pese a la dinámica premonitoria del bloqueo político de Libia, la malversación económica y las luchas por el poder de las milicias, se atisban oportunidades en el horizonte para invertir la trayectoria de Libia. El resultado dependerá de si el plan de acción para estabilizar la situación política libia del representante especial de las Naciones Unidas, Ghassane Salamé, consigue imponerse frente a todos estos obstáculos.