
Júlia Alsina
Periodista, consultora de comunicación política en Ideograma
Christine Lagarde, presidenta del BCE, dijo una vez que “si hubieran sido Lehmann Sisters, en vez de Lehmann Brothers, el mundo sería distinto”. Ahora, ante una nueva crisis más profunda y poliédrica (sanitaria, económica y social), los países que son ejemplo de buena gestión estan liderados por mujeres: Estonia con Kersti Kaljulaid, Islandia con Katrín Jakobsdóttir, Nueva Zelanda con Jacinta Ardern, Taiwán con Tsai Ing-wen, Angela Merkel en Alemania o Mette Frederiksen en Dinamarca. Mujeres que han demostrado que el binomio entre una gestión eficiente y una buena comunicación no solo ha dado buenos resultados, sino que ha hecho crecer sus niveles de confianza y aprobación.
Pero, ¿existe realmente un tipo de liderazgo que sea inherente a las mujeres? ¿Es una cuestión de género o se asocia con características que han sido tradicionalmente femeninas? Hablar de liderazgo femenino, ¿no es perpetuar estereotipos? ¿Quiénes tienen más en común, Jacinta Ardern y Angela Merkel o, por ejemplo, Ardern y Justin Trudeau?
Es importante tener en cuenta que, lamentablemente, el que haya mujeres al frente de un país es una anomalía. Menos del 10% de los países de la ONU están liderados por mujeres. Por otro lado, el liderazgo femenino no es monolítico. Durante la pandemia, hay mujeres que lo han hecho bien y otras que lo han hecho mal, si tenemos en cuenta los datos de propagación y mortalidad. Existen mujeres con distintas ideologías y con distintos estilos comunicativos. Mujeres cuyos países tenían la infraestructura, el sistema sanitario, la tecnología y una sociedad más responsable para enfrentar la covid-19 con más éxito, y otras que gobiernan con menos medios a su alcance.
Sin embargo, sí se podrían vislumbrar algunos puntos en común. Los países que han controlado de manera más efectiva la pandemia son los que han tenido una reacción rápida. Sin vacilaciones, siguiendo las recomendaciones sanitarias y basándose en los hechos científicos. “Go hard, and go early” resume la estrategia de Nueva Zelanda con un confinamiento estricto cuando apenas había 150 personas contagiadas en el país y todavía ninguna había fallecido. Tsai Ing-wen, en Taiwán, también optó por actuar decididamente desde que, a finales de diciembre, se conoció la existencia del virus en Wuhan, aplicando desde el uso de la tecnología hasta la entrega de mascarillas para todos y todas.
Otra similitud es la capacidad de dejarse asesorar, de reconocer que el cargo de presidenta o primera ministra no significa ser omnipotente. Escuchar las recomendaciones de personas expertas, incluso con opiniones divergentes es hoy, más que nunca, una fortaleza. Es una muestra de líderes serias, metódicas, que saben de lo que hablan y tienen argumentos fundados para hacer lo que están haciendo. Supone un contraste con los líderes hipertestosterónicos como Trump o Bolsonaro, que actúan como un Rey Sol, con una total aversión a la crítica y a las recomendaciones expertas.
Escuchar las recomendaciones de personas expertas, incluso con opiniones divergentes es hoy, más que nunca, una fortaleza
Además de una reacción temprana, bien asesorada, la otra parte de la ecuación es su estilo comunicativo. El elemento que más se ha asociado tanto a Jacinta Ardern, con sus vídeos desde la intimidad de su casa, o Erna Sondberg, con sus ruedas de prensa para los niños, ha sido la empatía. Son capaces de comprender e interpretar los sentimientos y emociones y acercarse, desde ese lugar, a la realidad cotidiana en momentos complejos. Cabe destacar que generar mensajes empáticos no significa en absoluto edulcorar la realidad. Angela Merkel es un buen ejemplo de ello.
Un estilo de liderazgo que, por ejemplo, ya demostró Ardern, después del atentado terrorista en Christchurch, cuando su imagen con la hiyab (pañuelo islámico) daba un mensaje claro: contra el odio y el terror, a favor de la paz, la unidad, la cooperación y la empatía.
El hecho que las mujeres hayan tenido que desarrollar tanto competencias tradicionalmente asociadas a lo masculino como a lo femenino para poder alcanzar puestos de poder, hace que tengan un rango de perspectiva mucho más amplio que sus pares hombres, muchas veces encorsetados en la manera en que se espera que actúen. La emocionalidad, la cercanía y la capacidad de escucha han sido vistos, por mucho tiempo, como una debilidad. Pero, ante los desafíos que presenta el siglo XXI como son la emergencia climática, la desigualdad, el auge de los populismos, etc., estos atributos se convierten en fortaleza.
Si bien, desgraciadamente, todavía son demasiado pocas las líderes de género femenino, nos están demostrando que existe otra manera de hacer las cosas; ¿liderazgo femenino o nuevos liderazgos?