Salvador Martí
Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Girona e investigador asociado sénior del CIDOB
Las Tesis –un grupo de cuatro mujeres de Valparaíso que estaban elaborando textos feministas para llevarlos al campo del arte y la performance– saltaron a la fama con un vídeo llamado “El violador eres tú”. Este vídeo, que se ideó para ser representado el día contra la violencia hacia las mujeres en Santiago de Chile, tuvo tanto éxito que a las pocas horas de su grabación y publicación en redes se hizo viral y fue replicado en el mundo entero por mujeres de todas las edades, fenotipos y condiciones.
El vídeo da cuenta de un fenómeno que amenaza a las mujeres de todo el mundo, pero sobre todo del Sur Global: el feminicidio. Dicho término da cuenta de la violencia asesina contra un cuerpo femenino agredido por el hecho de ser mujer. La investigadora y activista Marcela Lagarde señala que el concepto empezó a utilizarse a finales de los años ochenta a partir de la alarma generada por la desaparición sistemática de niñas y mujeres en Ciudad Juárez. Del horror y la consternación se pasó a la denuncia y la exigencia de justicia. Como no hubo respuesta por parte de las autoridades mexicanas ni de las estadounidenses, se crearon organizaciones de apoyo a las víctimas y movimientos que impulsaron campañas de denuncia, llevando este caso a tribunales locales y nacionales, hasta llegar a Naciones Unidas.
Sin embargo, más allá de las denuncias, de los juicios y de las reflexiones académicas, este fenómeno en particular –y el feminicidio en general– han empezado a “divulgarse” masivamente gracias a manifestaciones culturales como los documentales, novelas o canciones. No fue hasta los años noventa que se divulgó el término de feminicidio, entendido como un conjunto de violaciones a los derechos humanos de las mujeres que sucede cuando hay condiciones que generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra su integridad, salud, libertades y vida.
Pero el feminicidio no se refiere a un maltrato aislado contra las mujeres, si no que da cuenta de una violencia que se sustenta en un espacio contextual donde frente al maltrato se impone el silencio, la negligencia y la colusión de las autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes.
La emergencia de este feminismo habla de personas que es difícil que atraigan la atención de los media, como sí han contado muchas de las actrices del #MeToo
Estas situaciones ocurren con mayor frecuencia donde el estado no da suficientes garantías a la seguridad de las mujeres, ya sea en el espacio público, el hogar o el trabajo. Como sabemos, no hay país en el que se garanticen íntegramente los derechos de las mujeres (léase, por ejemplo, la trilogía de Millenium de Stieg Larsson para el caso de la civilizada Suecia), pero en el Sur Global, y en América Latina en particular, el feminicidio es una lacra.
Es en este contexto que cobra sentido la performance de Las Tesis, que da voz a un feminismo diferente del mainstream, que es occidental, blanco, liberal, culto y de clase media. El feminismo al que da voz Las Tesis es un feminismo mestizo, racializado, precarizado, popular, descarado, plebeyo y combativo. Se trata de un feminismo que emerge de la lucha por desenmascarar la normalización de las violencias patriarcales que se forjan en la desigualdad estructural tanto en el mundo doméstico como en el público, y que se multiplica en el mercado. Nos referimos a un feminismo que lucha en un contexto en el que existen ausencias legales que contribuyen a la impunidad de los victimarios, y la desatención y criminalización de las víctimas.
La emergencia de este feminismo habla de personas que es difícil que atraigan la atención de los media, la misma con la que sí han contado muchas de las actrices del #MeToo. Es, en definitiva, el feminismo que emerge desde el Sur Global y que denuncia una realidad de violencia y discriminación que a menudo “no se ve” o que se ignora, tanto en sus países de origen como en Estados Unidos o en la rica Europa. Es un feminismo que da cuenta también de las mujeres del hogar, de las kellys que limpian hoteles y de las internas que cuidan de nuestros abuelos y personas dependientes.