Dauda Garuba
Responsible en Nigeria, Natural Resource Governance Institute (NRGI)
El año 2015 se recordará como un año con ventajas e inconvenientes, desafíos dispares y oportunidades desiguales para Nigeria. A nivel político, una vez más se produjo una pirueta poco menos que milagrosa: Nigeria demostró su infinita capacidad de evitar una implosión cuando la aceptación de la derrota en los comicios generales por parte del presidente Goodluck Jonathan calmó el ambiente postelectoral. Con él se produjo por primera vez en la historia de Nigeria un relevo democrático, a nivel federal, de un partido gobernante (el Partido Democrático Popular) a uno opositor, el Congreso de Todos los Progresistas (APC, por sus siglas en inglés). Asimismo, el éxito en la celebración normalizada de las elecciones se convirtió en la oportunidad de certificar el cambio que puede suponer la aplicación de las medidas contra la inseguridad, la corrupción y creación de empleo que han sido repetidas como un mantra en la campaña del APC.
La inseguridad –sobre todo la provocada por la insurgencia de Boko Haram en el nordeste del país –planteó las mayores amenazas para Nigeria en 2015. Aparte de acelerar un aplazamiento de las elecciones, de febrero a marzo y abril, también hay que considerar como caldo de cultivo para dicha inseguridad la corrupción y el paro juvenil a gran escala. El nuevo gobierno tiene la oportunidad de exponer a la ciudadanía la profundidad de la corrupción y sus implicaciones para la economía.
En este campo, Nigeria experimentó la peor crisis en tiempos recientes debido a la caída de los precios del petróleo, que comenzó a mediados de 2014 y se ha prolongado hasta bien entrado el 2016. Por enésima vez, el país se vio sorprendido de nuevo dormido en los laureles en los cíclicos períodos de expansión y contracción del precio de la explotación y comercio del crudo, con el agravante de los fracasos continuados en el intento de diversificar la economía. Los impactos socioeconómicos de la crisis se aprecian en un lento crecimiento del 3% (6% a 7% de años anteriores), los desequilibrios fiscales, los déficits de cuenta corriente y un 56% de devaluación del naira entre mediados de 2014 y final de 2015. Pese a los intentos de ajuste del tipo de cambio de la moneda, la continua caída del naira sacó a Nigeria del Emerging Marketing Index (EMI) e impulsó la inflación a su cota más alta desde 1999.
La inseguridad planteó las mayores amenazas para Nigeria en 2015
El shock también mermó la economía nigeriana de 510.000 millones de dólares en 40.000 millones, mientras que la capacidad del país de generar ingresos y ofrecer incentivos fiscales a la inversión cayó en picado. Este hecho, junto con las incertidumbres precipitadas por la campaña electoral de 2015, pasó factura en la capitalización del mercado de capitales, que cayó de 13 billones de nairas en marzo de 2014 a 9,9 billones en febrero de 2015, aunque luego pasó a 16 billones en diciembre de 2015. Tan deplorables fueron los apuros económicos nigerianos de 2015 que las reservas fiscales disponibles que el país generó –Excess Crude Account (ECA), Sovereign Wealth Fund and Foreign Reserves– fueron dilapidadas por la corrupción y la deficiente gestión de las finanzas públicas. Ello ha aumentado los déficits presupuestarios, además de presionar al gobierno a gestionar préstamos. El repunte de la deuda aumentó de 10.400 billones de nairas en diciembre de 2014 a 11.240 billones en febrero de 2015. Y ha aumentado desde entonces.
Por otra parte, los gobiernos subnacionales no mejoraron su comportamiento, puesto que la mayor parte de sus ganancias vienen de transferencias del gobierno federal. El despilfarro de gasto, la corrupción y el dilatado descuido de la generación de ingresos internos empeoraron la situación. A raíz de la caída de los precios del petróleo, más de dos tercios de los 36 estados nigerianos cayeron en un caos financiero que culminó en una enorme deuda de 1.471 billones de nairas, con salarios y pensiones impagados. Esto agravó la incapacidad de cumplir sus obligaciones con los inversores, sobre todo en el reembolso de términos de los bonos garantizados por el Standing Payment Order (ISPO).
A pesar de los desafíos expuestos el año 2015 presentó oportunidades desiguales para Nigeria, incluida la revisión de las políticas del petróleo e impuestos con objetivos a largo plazo como telón de fondo. El nuevo gobierno ha demostrado, hasta ahora, su determinación para abordar la corrupción y el desorden de los años pasados mediante pruebas y políticas fiscales más estrictas destinadas a mejorar la gestión del flujo de fondos a la hacienda pública. También ha certificado una gran capacidad para hacer frente a Boko Haram en términos de seguridad, y la corrupción asociada. De cara al futuro, el éxito y el fracaso de 2016 dependerá de la forma en que la administración del presidente Buhari articule y ponga en práctica políticas y programas que, como ya se ha indicado en la propuesta de presupuesto, serán ampliamente financiadas por los beneficios no vinculados al petróleo, con el objetivo de aportar al país una mayor diversificación económica.