Helena Kane Finn
Exdiplomática estadounidense. Representante principal de la Federación Internacional de Empresarias y Profesionales, Naciones Unidas, Nueva York
La caída del Muro de Berlín en 1989 fue uno de los acontecimientos fundamentales del pasado siglo, y marcó el final de la Guerra Fría y la llegada del ascenso de una Alemania pacíficamente unida. Los lazos históricos y culturales entre Estados Unidos y Alemania son muy profundos pese a las dos guerras mundiales; la emigración alemana a Estados Unidos en el siglo XIX fue muy importante, hasta el punto de que actualmente casi una quinta parte de estadounidenses alegan ser de ascendencia alemana. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos decidió implantar el Plan Marshall con la finalidad de reconstruir Alemania. Dicha decisión contrastaba con las medidas punitivas impuestas por el Tratado de Versalles después de la Primera Guerra Mundial. Alemania cumplió con creces las expectativas norteamericanas, convirtiéndose en una floreciente democracia de pleno derecho.
Hoy, Alemania es una poderosa fuerza motriz financiera y una férrea partidaria tanto de la OTAN como de la Unión Europea, pese al desafío planteado por el Brexit. Ha sabido conservar su base manufacturera, y sus productos son marcas de confianza en todo el mundo. Los alemanes detestan la proliferación nuclear y están dispuestos a hacer los sacrificios necesarios para postergar el cambio climático. El volumen del intercambio comercial norteamericano con Alemania asciende anualmente a cientos de miles de millones de dólares. Sin embargo, y pese a la valiosa relación bilateral de los últimos 75 años, la sociedad transatlántica está sometida a una gran tensión en la actualidad. A ello cabe añadir que, más allá de la economía, la memoria del Holocausto sigue viva y seguirá siendo siempre parte de la conciencia colectiva alemana.
La canciller alemana Angela Merkel, hija de un pastor luterano, estuvo expuesta al movimiento disidente del Este que creció en gran medida en estas comunidades eclesiásticas. Después de la reunificación, alcanzó los puestos más altos dentro del conservador Partido Demócrata Cristiano (CDU). Como dirigente, ha sido una unificadora que fue más allá de las políticas de los socialdemócratas y los verdes hasta encontrar un camino intermedio que todos los alemanes podían asumir. En el verano del 2015 tomó la valerosa determinación de permitir la entrada de aproximadamente un millón de refugiados y solicitantes de asilo procedentes de Oriente Medio, decisión por la que ha pagado un alto precio.
En ambos países las fuerzas que se oponen al ultranacionalismo probablemente acabarán imponiéndose
En las décadas pasadas los alemanes han depositado una confianza enorme en Estados Unidos, siguiendo una tendencia consolidada hasta hace pocos años y que había sido mutua. Por ejemplo, el presidente George H. W. Bush apoyó al canciller Kohl y la reunificación del país en un momento en que muchas naciones europeas tenían serias dudas al respecto. Cuando el senador Obama pronunció un discurso ante la Columna de la Victoria, en el parque Tiergarten de Berlín, en julio del 2008, fue aclamado por la hipnotizada multitud. Su defensa del desarme nuclear y su comprensión de la amenaza planteada por el cambio climático eran sentimientos con los que el pueblo alemán coincidía plenamente. Durante los años de la administración Obama, hubo un extraordinario nivel de cooperación entre Alemania y Estados Unidos en cuestiones relativas a política económica y de política exterior. Desde el presidente y la canciller hasta el último funcionario, los burócratas de todos los niveles de gobierno colaboraron para resolver problemas y para promover el objetivo último de la paz mundial.
Recientemente, tanto en Estados Unidos como en Alemania asistimos al ascenso de la extrema derecha. No obstante, las fuerzas que se oponen al ultranacionalismo son impresionantes y muy probablemente acabarán imponiéndose. Nuestras dos democracias son lo suficientemente resilientes para superar este desafío. Pese a las enormes diferencias políticas provocadas por las decisiones tomadas por la actual administración estadounidense –como la de retirarse del acuerdo nuclear con Irán (JCPOA) y del Acuerdo de París sobre el clima–, diplomáticos y burócratas en ambos países se esfuerzan a nivel operativo por mantener los vínculos. Es importante situar la cooperación germano-estadounidense en una perspectiva a largo plazo. Hemos capeado graves tormentas en el pasado y tenemos motivos para creer que podremos capear otras que nos depare el futuro.