
Andrey Kortunov
Director, Russian International Affairs Council
Durante los últimos años, el Kremlin ha conseguido emerger como un agente negociador externo más influyente en Oriente Medio y en el Norte de África (MENA); la mayor parte de los expertos consideran que sus políticas en esas zonas han sido favorables a sus intereses. Sin embargo, una serie de acontecimientos a comienzos del 2020 evidencian la fragilidad creciente de las victorias de Rusia y han supuesto nuevos retos para Vladímir Putin. La habilidad de Moscú para equilibrar cuidadosamente sus relaciones con bandos contendientes en muchos conflictos en el MENA está siendo cuestionada, y la sostenibilidad del statu quo geopolítico en la región se está volviendo cada vez más problemática.
El aumento de las tensiones entre EEUU e Irán de comienzos de enero, que siguió al asesinato del general Qasem Soleimani descarta cualquier leve acercamiento entre Washington y Teherán, y hace prácticamente inevitables futuras acciones militares iraníes, tanto contra objetivos militares estadounidenses en la región, como contra sus socios y aliados regionales. Los halcones iraníes supieron utilizar el choque para consolidar sus posiciones en las elecciones parlamentarias de febrero, dejando a las palomas de la política exterior como Mohammad Javad Zarif en una posición muy débil. Es probable que esto tenga como consecuencia una mayor presión sobre Moscú por parte de Teherán para que dé un mayor respaldo político y militar a Irán en su renovada confrontación con EEUU, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos e Israel, cosa que Moscú considerará muy difícil. Por si fuera poco, Irán ha dado un par de pasos para alejarse del Acuerdo Nuclear Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). Todo esto convierte a Teherán en un socio más problemático para Moscú de lo que lo ha sido hasta ahora.
El anuncio por parte de Donald Trump del “Pacto del Siglo” para Israel y los palestinos ha resultado ser otro factor divisivo. Por un lado, ha dado a los dirigentes israelíes una confianza aún mayor en el apoyo casi ilimitado de EEUU. En términos relativos, el valor de Rusia como socio israelí ha disminuido. Por otro lado, el Pacto del Siglo dividió al mundo árabe, que aparentemente demostró ser incapaz de adoptar una posición unificada al respecto. La renovada autoconfianza israelí (por no hablar de arrogancia) recientemente adquirida hace que las políticas equilibristas de Moscú resulten ahora más difíciles que nunca.
La inestabilidad económica y social puede prevalecer sobre los intentos de Rusia de preservar a los regímenes autoritarios en Oriente Medio
El conflicto ruso-turco por el control de Idlib es, indudablemente, el reto más complejo y peligroso al que tiene que hacer frente Moscú en el 2020. Ambos bandos se acusan de violar los acuerdos de Sochi a los que se llegó hace un año y medio. Rusia ha sido testigo del creciente poder y de las ambiciones cada vez mayores de Hayat Tahrir al-Shaham (HTS), la coalición de organizaciones armadas liderada por el brazo sirio de al-Qaeda, que actualmente constituye una amenaza visible para el ejército de Damasco y para la infraestructura militar rusa en Siria. Ankara no puede permitir que Bashar al- Asad continúe con su táctica de avances graduales en el territorio de Idlib, dado que ello incrementa exponencialmente la presión migratoria en la frontera sirio-turca. Las relaciones ruso-turcas seguirán siendo difíciles durante mucho tiempo, impregnadas como están de recelos y desconfianzas mutuas, y tendrán un impacto contraproducente en el Nordeste y en el proceso de Astaná en general.
La propagación de la covid-19 en la región MENA todavía no es tan rápida como en Europa –con la notable excepción de Irán (que registra más de 140.000 casos. Sin embargo, el potencial para la propagación de las epidemias está muy presente, especialmente si se tienen en cuenta los muchos lugares con infraestructuras destrozadas, déficit de asistencia médica básica, acceso limitado a la ayuda humanitaria internacional, etcétera. No es probable que el poder duro ruso sea un remedio eficaz para controlar la epidemia, por lo que es posible que Rusia tenga que buscar nuevos socios internacionales capacitados. En un sentido más general, la covid-19 puede provocar una recesión global, una fuerte caída en los precios del gas y el petróleo y una carencia de recursos para la inversión extranjera y la ayuda internacional en la región MENA. La inestabilidad económica y social puede prevalecer sobre los intentos de Rusia de preservar a los regímenes autoritarios en Oriente Medio.
En suma, es probable que el 2020 sea un año difícil para Moscú en Oriente Medio. Aunque el Kremlin todavía mantiene una posición fuerte en la región, la estrategia de apoyar al statu quo no permitirá necesariamente que Putin obtenga las mismas recompensas que ha cosechado hasta ahora.