Kateryna Zarembo
Subdirectora de investigación, New Europe Center
Cuando los ucranianos se dirigieron a los colegios electorales en la primavera del 2019, cinco años después de la Revolución de la Dignidad (también conocida como Euromaidán) y del comienzo de la agresión híbrida rusa (todavía en curso), muchos de ellos votaron por el cambio. ¿Qué nos dice esto acerca de hacia dónde se dirige la Ucrania actual?
En primer lugar, podemos hablar de nuevas caras frente a los viejos medios y amenazas. La aparición de una serie de nuevos actores políticos, en particular del propio Volodymyr Zelenskyi y de su partido “Sluha Narodu” (“El Servidor del Pueblo”), y también del nuevo partido “Holos” (“La Voz”) del popular rockero Sviatoslav Vakarchuk, responde a la demanda popular de caras nuevas. Sin embargo, no sería justo decir que Volodymyr Zelenskyi ganó solo gracias a sus frescas ideas y a su habilidad en las redes sociales; su popularidad se debía también a su papel en la popular serie de televisión “El Servidor del Pueblo”, en la que interpretaba a un presidente y que emitía la cadena “1+1”, propiedad de Ihor Kolomoyskyi, uno de los más influyentes oligarcas ucranianos. Por lo tanto, las caras nuevas en Ucrania se combinan de momento con las viejas prácticas del apoyo oligárquico y con el uso de los medios tradicionales. En este contexto, las amenazas que se cernían durante todos estos años sobre el país, concretamente las políticas rusas, permanecieron inalteradas. Quedaba por ver si la (hasta ahora) transición pacífica del poder en Ucrania se traduciría en algún momento en una solución pacífica del conflicto con Rusia, que no fuera en detrimento de los interesas nacionales de Ucrania.
Otra característica es que los avances de las reformas no son percibidos por la opinión pública. En Ucrania, la expresión que afirma que “ha habido más cambios desde 2014 que en el transcurso de los 23 años anteriores de vida de la Ucrania independiente” parece cada vez más una frase difícil de desmentir. Son ejemplos de ellas la reforma energética, tras la cual Ucrania suspendió completamente sus importaciones de gas desde Rusia; las reformas en la contratación pública, la descentralización y la policía; el comienzo prometedor de las reformas en educación, asistencia sanitaria y anticorrupción; la ratificación del Acuerdo de Asociación y la introducción de un régimen de exención de visado con la UE; la clasificación del ejército ucraniano entre los 10 primeros de Europa; y la escalada lenta pero constante en el ranking mundial de la actividad empresarial, desde el puesto 112 en el 2014 al 71 en el 2018. Todo esto es impresionante para un país atrapado por una agresión armada por parte de una de las potencias militares más poderosas del mundo y en medio de una crisis económica mundial iniciada en el 2014, y con un 7,2% de su territorio ocupado.
Sin embargo, la opinión pública parece tener una percepción diferente: aproximadamente el 70% de la población ucraniana cree que las cosas están yendo por el mal camino. Esto se tradujo en el resultado de las elecciones presidenciales, en las que el recién llegado a la política Volodymyr Zelenskyi superó de manera aplastante a Petro Poroshenko en la segunda vuelta con un 72% de los votos. Estando la confianza en las instituciones públicas entre las más bajas del mundo por parte de sus nacionales, está por ver si las nuevas élites podrán proseguir las reformas y ganarse al mismo tiempo la aprobación de la opinión pública.
Cinco años después del Euromaidán, ¿los cambios son suficientes para resistir en un mundo cada vez más incierto?
Finalmente, cabe señalar que en Ucrania la sociedad civil movilizada es tan solo una pequeña porción del conjunto. Los sondeos de opinión ponen de manifiesto que el número de ciudadanos activos entre la población ucraniana no ha cambiado desde el 2013; ahora, como entonces, representa aproximadamente el 7% de la población, es decir, la fracción que se autodefine como activistas y motores del cambio. Si bien es una mala noticia no haya aumentado, la buena noticia es que estas personas siguen dispuestas, igual hicieran que cinco años atrás, a defender sus derechos.
En definitiva, es cierto que en Ucrania han cambiado muchas cosas en los cinco años transcurridos después del Euromaidán; la cuestión es si estos cambios son suficientes para resistir en medio de un mundo cada vez más variable e incierto. Los últimos cinco años han sido muy difíciles para Ucrania, pero al parecer los años venideros someterán de nuevo la soberanía, la prosperidad y tal vez incluso la supervivencia de Ucrania a múltiples pruebas.