Pol Bargués
Investigador del proyecto EU-LISTCO, CIDOB
La pax europea se fue cultivando poco a poco después de la Segunda Guerra Mundial; se consolidó con la creciente integración de los estados en la Unión Europea (UE), durante las dos últimas décadas del siglo XX y la inicial del XXI, y en 2012 la UE obtuvo el reconocimiento internacional con la obtención del premio Nobel de la Paz. “La UE es el mayor pacificador de la historia”, dijo Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. Se refería a su rol pacificador, indiscutible en el continente. Pero, ¿puede a partir de ahora convertirse también en el mayor pacificador global, promoviendo la paz en el exterior?
En el 2016, ante un mundo “complejo, incierto y disputado”, la UE desarrolló su Estrategia Global e introdujo un nuevo “enfoque integrado para hacer frente a conflictos y crisis” internacionalmente (EUGS 2016). Este enfoque consiste en intervenir durante todo el tiempo que pueda durar un conflicto, desde la acción temprana para la prevención del mismo, a través de evaluación de riesgos o negociaciones diplomáticas, hasta las gestiones para consolidar la paz y garantizar que esta sea duradera, después del fin de la guerra. El enfoque también es multidimensional —incidiendo en diferentes ámbitos, desde la economía a la seguridad o la violencia de género—, multinivel —actuando a nivel regional, nacional y local— y apuesta por el multilateralismo— cooperando y coordinándose con diferentes actores.
Un año más tarde, la UE publicó “un enfoque estratégico para la resiliencia” con un objetivo parecido: ayudar a países frágiles a adaptarse a crisis y conflictos, a partir de una intervención constante, multinivel y multidimensional. El “enfoque integrado” de la UE concuerda con la idea de “sostener la paz”, diseñado por la ONU en el 2015, en la que la paz se sostiene a lo largo del tiempo con acciones simultáneas de prevención, pacificación y consolidación. También coincide con el énfasis en la “prevención del conflicto”, para tomar acciones e iniciativas mucho antes de que los conflictos estallen, como ha sugerido el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en su primera intervención en enero del 2018.
Con estas dos ideas —el “enfoque integrado en relación al conflicto” y “la estrategia para facilitar resiliencia” —, que se han ido desarrollando y completando a lo largo del último lustro, la UE promueve una nueva manera de entender los conflictos y cómo responder a ellos. En la década de los noventa y en los años 2000, las intervenciones se centraban generalmente en imponer la paz y construir un estado democrático y liberal, con instituciones gubernamentales eficientes y una economía de mercado fuerte: se intentó en Sierra Leona, Irak, Afganistán, Timor-Leste o en países de la antigua Yugoslavia. Los costes económicos y políticos fueron descomunales y los resultados, si se tienen en cuenta los objetivos iniciales, deficientes.
En cambio, la nueva estrategia de la UE es mucho más modesta y flexible. Facilitar la resiliencia consiste en hacer que comunidades, ciudades y países consigan adaptarse y responder a posibles crisis, shocks y tensiones en base a su historia y contextos sociopolíticos. En Colombia, la UE refuerza la reintegración de niños soldados e iniciativas para la reconciliación social; en Siria facilita diálogos entre sociedad civil, consejos locales y el gobierno; y en Kosovo, monitoriza procesos judiciales y policiales.
La UE ya no interviene para resolver conflictos y transformar sociedades, sino para prevenirlos
Al mismo tiempo, la idea es intervenir en un conflicto antes de que sea demasiado tarde, cuando todavía sea incipiente, imperceptible. Por ejemplo, en el Sahel, la UE apoya a la fuerza militar del G-5 (que incluye a Malí, Níger, Chad, Mauritania y Burkina Faso) para estabilizar la zona y luchar contra grupos terroristas y criminales, y contribuye en el desarrollo regional, con la creación de empleo o el desarrollo de proyectos para mejorar la educación y la salud.
En ningún caso la UE esconde que todas estas acciones son también para garantizar la propia seguridad europea. La acción exterior siempre ha sido en beneficio de los europeos y sería extraño pensar lo contrario en un mundo cada vez más complejo e interconectado. Lo que es significativo es que la estrategia es modesta y expansiva al mismo tiempo. La UE ya no interviene para resolver conflictos y transformar naciones, sino para prevenirlos, paliar sus efectos y acompañar a sociedades en el tiempo. Así hay menos ruido, menos polémicas, menos decisiones finales, menos costes políticos y económicos. Una manera de incidir en el mundo de forma más indirecta, y difundir una nueva pax europea global en la sombra, fuera del foco de los medios.
* This article has been written under the auspices of the European project EU-LISTCO, which is funded by the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme under grant agreement number 769886.