Aziz Amin Ahmadzai
Analista político y experto asesor del gobierno afgano
Pakistán ha utilizado Afganistán como terreno propicio para la formación de militantes y de ejércitos irregulares, en particular durante la era de los talibanes. Por entonces, Afganistán fue un campo de entrenamiento para los extremistas, que luego eran enviados a Cachemira para combatir a las fuerzas armadas indias. Pero después de los atentados del 11-S, las dimensiones de la política regional cambiaron y Pakistán se unió a la alianza internacional contra el terrorismo encabezada por EEUU. Cuando los talibanes fueron expulsados del poder, Pakistán perdió su refugio afgano pero, debido a la negligencia de EEUU y sus aliados, Pakistán reactivó el apoyo a los talibanes y a otros grupos insurgentes como Al-Qaeda. Hasta hoy mismo, Pakistán ha estado subvencionando a una insurgencia en Afganistán que tiene como objetivos al gobierno afgano, a la población civil, a las tropas internacionales y a los aliados afganos, como India. La razón del apoyo de Pakistán a los talibanes y a otros grupos insurgentes es que consideran que, después del 11-S, la presencia de India en Afganistán y en la región se ha incrementado; piensan que India les está rodeando para apoyar a los grupos antipakistaníes. Tradicionalmente, Pakistán había combatido contra India en la parte oriental de su frontera, pero después del 11-S ha llevado la guerra con su vecino a la parte occidental de la misma. Esto refuerza muchos de los propósitos de Pakistán en la región, como debilitar a Afganistán y convertirlo una vez más en un estado clientelar y en un refugio seguro para los terroristas nacionales y transnacionales; trata de perjudicar a India y utilizar a los pashtuns a ambos lados de la línea Durand como peones en el prolongado conflicto afgano.
Pero a Pakistán también le mueven intereses económicos. La ubicación estratégica de Afganistán es muy importante porque conecta una región rica en energía, Asia Central, con una región sedienta de energía, el Sur de Asia. La economía pakistaní necesita una conexión sostenible con los recursos naturales, tanto en Afganistán como en Asia Central. Tanto Afganistán como los estados ricos en energía de Asia Central ofrecen una oportunidad a las potencias regionales como India y Pakistán de extender su protagonismo regional y negociar desde una posición de fuerza. Durante los últimos quince años, Afganistán ha dependido de Pakistán en sus exportaciones e importaciones. Para las mercancías pakistaníes, el único mercado viable es Afganistán; sin embargo, una serie de altibajos en sus relaciones obligaron a Kabul a buscar socios comerciales alternativos. El proyecto de una red eléctrica Asia Central-Asia Meridional y el proyecto del gaseoducto TAPI (Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India) son algunos de los principales proyectos originados en Asia Central, vía Afganistán, hacia el Sur de Asia. ¿Puede Pakistán alcanzar todos estos objetivos políticos y económicos sin unas relaciones más estables con Kabul? La respuesta es no.
La actual política exterior de Pakistán hacia Afganistán lo puede aislar regional y globalmente
Durante todo este tiempo, y en particular durante el período posterior al 11-S, la política bélica de Pakistán en Afganistán indica que no está a favor de un Afganistán fuerte, estable y desarrollado. La nueva generación de afganos ha recibido una mejor formación y tiene muchos conocimientos prácticos. Debido a los múltiples efectos de la globalización y al desarrollo experimentado tanto en el frente académico como en el social, la juventud afgana actual, criada en un entorno social muy duro pero educada en Occidente, ha sabido asimilar y comprender las reglas del juego político y social, y está dando mucha más prioridad que antes a sus intereses nacionales. La actual política exterior de Pakistán respecto a Afganistán y a la región puede tener como consecuencia su aislamiento regional y global. Una política exterior pakistaní movida por el realismo islámico no obtendrá ningún beneficio y más bien proyecta una sombra de duda sobre el futuro carácter estatal de Pakistán, que no puede seguir negando su apoyo a terroristas y extremistas que no solo comprometen la paz en Afganistán, sino que ponen en peligro a toda la región. Haber puesto a Pakistán en la lista de vigilancia internacional de sus finanzas es una prueba de que el mundo se ha dado finalmente cuenta de que la política dual de Pakistán está poniendo efectivamente en peligro la paz global, y que será necesario hacerle frente de manera decidida si no renuncia a utilizar el terrorismo como un instrumento de su política exterior.