El último Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista Chino ha sido determinante para el futuro de la ideología del Partido y para el proceso político, en la coyuntura en que China deja atrás cuatro décadas de paradigma de desarrollo económico y pone realmente a prueba su capacidad de vuelo en el exterior.
En dicha reunión, que ha supuesto la transición de la primera a la segunda administración Xi Jinping, el traspaso fundamental del poder se ha producido entre Zhang Gaoli y Wang Huning, dos gestores muy diferentes. Dicha transición es un movimiento decisivo del personal del Partido y el que probablemente tendrá un impacto más sensible en la orientación política y de las reformas.
El de Zhang era —como lo será para Wang— el puesto comodín en el Comité Permanente del Politburó, un órgano tan institucionalizado que casi ninguno de sus miembros tiene el margen suficiente para aportar nuevas ideas; ellos dos son la excepción. Zhang asumió más responsabilidades que nadie durante la primera administración y pudo hacerlo gracias al puesto que ocupaba; como primer viceprimer ministro (hay cuatro) estuvo en buena medida desahogado de cargas institucionales. Era el líbero que sacaba el balón desde atrás y tenía libertad para crear. Wang Huning ocupa ahora el mismo puesto, con amplio margen para diseñar la política, para transmitir ideología y para reestructurar el orden político de las cosas.
La ausencia de Zhang debilita en cierto modo la dimensión estatal de la política; él era efectivamente quien dirigía en la sombra el Consejo de Estado bajo la figura principalmente simbólica de Li Keqiang. Y su adiós ya ha dado que hablar, alimentando los rumores de que podría dar lugar a la entrada provisional de Wang Qishan o de Liu He como viceprimeros ministros en el Consejo de Estado. Wang Yang, el primer viceprimer ministro entrante tenía competencias en agricultura, pero no hay signos de que vaya a convertirse en la bestia de carga estatal que fue su predecesor al frente del comercio internacional. Mientras que Zhang fue el responsable de definir el curso y los nodos centrales de la iniciativa Cinturón y Ruta (Belt and Road), es Yang quien retomará ahora la responsabilidad y cargará sobre sus hombros el éxito del macroproyecto. A cambio, Wang Huning es mucho más fuerte en términos de política partidista, estando en primera línea de la ideología del Partido bajo tres secretarios generales. Es probable que asuma algunas de las funciones políticas prácticas de Zhang Gaoli, y algunas de las funciones relativas a la organización y a la disciplina del Partido de Wang Qishan. Como miembro del Politburó durante el período 2012-2017, Wang Huning era el responsable del Departamento de Investigación de la Política del Partido, y estuvo también al frente de la Oficina General del Grupo Dirigente Central para la Profundización de la Reforma. Ha estado por consiguiente en primer plano de los asuntos del Partido durante los cinco últimos años. Pero también ha escrito mucho sobre cuestiones públicas, ha sido profesor en la Universidad de Fudan y ha desempeñado funciones de ideólogo en el Partido durante buena parte de las dos últimas décadas. Es un actor clave si se buscan signos de cambio en la macropolítica del Partido.
Por edad, Wang Huning está también capacitado para formar parte del vigésimo comité permanente, de modo que no solo puede ejercer de ideólogo reformador del Partido, sino que también puede hacer de sombra de la mano derecha de Xi para guiar a la Sexta Generación de dirigentes durante el período 2022-2027. Es en particular una especie de guardián encargado de vigilar a la facción de Hu Chunhua.
Entre los que no están en el Comité Permanente, aquellos a los que hay que vigilar son Chen Min’er, Li Xi, Liu He y Cai Qi. Es realmente un período de cinco años para que el Nuevo Ejército de Zhijiang llegue a la mayoría de edad y crezca hasta convertirse en una facción más inclusiva que defina la marcha y la protopolítica del Partido para este quinquenio y para el XX y el XXI Congreso que vendrán a continuación.
El segundo mandato de Xi está siendo calificado de estatista debido a que el mercado y la corrupción han de supeditarse al Estado. Sin embargo, en maniobras como las citadas se desprende una suerte de retorno al Partido, que impida que el Estado y el Consejo de Estado tengan un papel determinante en la organización de la economía china.