Corey Wallace
Einstein Foundation Postdoctoral Fellow, Graduate School of East Asian Studies, Freie Universität Berlín
El gobierno japonés ha logrado franquear con éxito 2017, un año plagado de dificultades tanto en el ámbito doméstico como en el de la política exterior, que han sido reconducidas de manera ejemplar para lograr una estabilidad envidiable en el contexto internacional.
En política exterior, la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump le planteó diversos interrogantes a Japón. Como candidato, Trump había acusado al país nipón de “parasitar el poder militar estadounidense” y tomar ventaja comercialmente de EEUU. Esto generaba interrogantes mayúsculos en Tokio: ¿seguiría fuerte la alianza militar bilateral?; ¿podría consolidarse un orden comercial regional con Washington fuera del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y con la amenaza de posibles sanciones económicas?; ¿podría China llegar a algún tipo de entendimiento con Trump que pudiera contravenir de algún modo la política exterior y la seguridad nacional japonesa?
Cabe afirmar que a comienzos de 2018, muchas de las incertidumbres geopolíticas de Japón se han disipado. El presidente Trump considera al primer ministro Abe como uno de sus más estrechos aliados en la escena internacional, y ha reorientado su faceta más crítica hacia China. La alianza militar EEUU-Japón parece de hecho, haberse consolidado. En el frente comercial, Japón ha seguido adelante sin Estados Unidos y ha logrado cerrar el “TPP11” de libre comercio y dar un impulso clave para la conclusión del acuerdo comercial con la Unión Europea. Con estos avances, Japón ha mejorado su potencial negociador en materia de comercio tanto frente a China como a EEUU, ganando un lugar preeminente en la configuración de los flujos y las normas comerciales de la región y más allá.
En asuntos domésticos, la popularidad de Abe se desplomó debido a escándalos relacionados con la transparencia, además de por la espectacular derrota de su partido, el Partido Liberal Democrático (PLD), en las elecciones a la Asamblea Municipal de Tokio frente al partido de la carismática gobernadora, Yuriko Koike. Sin embargo, la gesticulación militarista que envolvió las pruebas de misiles de Corea del Norte relegaron a un segundo plano las polémicas domésticas, un paréntesis que Abe utilizó para convocar elecciones anticipadas. Lo cierto es que la gobernadora Koike ya había previsto el movimiento y maniobraba para constituir un nuevo partido nacional capaz de desafiar la hegemonía del PLD.
Y eso pareció posible durante los primeros días de la campaña, cuando parecía peligrar la mayoría del PLD en la cámara baja, así como la posibilidad de otorgar a Abe un tercer mandato que se extendería más allá de los JJOO de 2020.
Sin embargo, algunos errores importantes de Koike y el azaroso proceso de negociación del realineamiento efectivo de los partidos políticos jugaron finalmente a favor de Abe. En octubre, la coalición PLD-Komeito se impuso nuevamente en las elecciones dejando intacta su supermayoría en la cámara baja, lo que reinstauró la estabilidad política y la confianza en el liderazgo de Abe.
Con ambas cámaras en sus manos y sin elecciones nacionales previstas para 2018, parece que Abe centra de nuevo sus energías en la reforma constitucional. Su partido ya redactó, en 2012, un borrador de constitución que reescribía el consabido Artículo 9 (en virtud del cual Japón renuncia a la guerra) incluyendo la redefinición de las Fuerzas de Autodefensa como una “fuerza nacional de defensa” otorgándole las prerrogativas legales normales, nacional e internacionalmente, de un ejército. No obstante, y por consideración hacia su socio de coalición Komeito, Abe parece conformarse de momento con cambios mucho menos polémicos, que implicarían simplemente añadir un párrafo adicional que tipifique la legitimidad constitucional de las Fuerzas de Autodefensa, en su forma actual.
En paralelo, el Partido Democrático Constitucional de Japón (PDCJ) trabaja para consolidar su posición política tras los sorprendentemente buenos resultados en las elecciones de 2017. Es este un partido progresista, ideológicamente más coherente y dirigido por el talentoso político Yukio Edano, que alzará su voz con toda seguridad durante el debate sobre la revisión del Artículo 9, desde una posición más fuerte que la que gozó la oposición durante la legislación previa de 2015 sobre la Paz y la Seguridad. Como el pueblo tendrá la palabra final en un referéndum sobre la reforma constitucional, Abe necesitará tener mucho cuidado para no perder ante el PDCJ el relato político sobre el significado de la revisión. Esta es una maniobra clave de la que, si Abe no sale airoso, verá peligrar su liderazgo una vez más.