Eckart Woertz
Director del Instituto de Estudios de Oriente Medio del German Institute for Global and Area Studies (GIGA).
“Ni los Balcanes enteros merecen que pierda la vida un solo granadero de Pomerania”. Esta es la famosa afirmación que hizo Bismarck en el Congreso de Berlín de 1878. Con ello daba a entender que ni esta, ni otras regiones del ya sentenciado Imperio Otomano eran parte de sus ambiciones o motivo de su preocupación. En aquel contexto, lo verdaderamente importante era el equilibrio de poder entre los principales estados europeos. Cuando el impetuoso y ambicioso Kaiser Friedrich Wilhelm le destituyó, Alemania se embarcó en una agresiva expansión naval y colonial que llevaría a la Primera Guerra Mundial. Ello incluía una alianza con el Imperio otomano y la construcción del ferrocarril de Bagdad, que preocupaba tanto a los británicos que les llevó a declarar como protectorado a Kuwait, el proyectado punto final de la línea, en un intento de contrarrestar el avance de Alemania hacia sus posesiones meridionales. Con esta sola excepción, los intereses alemanes en lo que luego sería conocido como “el Oriente Medio” siguieron siendo limitados. La relación con Rusia y quién gobernaba el “feudo” de Mackinder, la masa terrestre de Eurasia y sus enormes recursos, eran cosas más importantes. No en vano Bismarck había afirmado que el secreto de la política era “estar en buenos tratos con Rusia”.
La llegada del petróleo como producto estratégico no cambió estos cálculos. En 1936 Alemania se embarcó en un programa de combustibles sintéticos derivados del carbón nacional. Tras otra guerra mundial perdida, la voluntad y la capacidad de Alemania para las aventuras militares se vio enormemente reducida Y esto ha seguido así hasta la fecha. Alemania se opuso a la invasión estadounidense de Irak en el 2003 y se negó a participar en la campaña dirigida por la OTAN contra la Libia de Gaddafi en el 2011. En todo caso, Alemania prefiere apoyar desde atrás. Llegado el caso de una intervención, cualquier fuerza expedicionaria militar alemana necesita contar con la aprobación del parlamento, cosa que a menudo resulta difícil de entender por otros países con regímenes presidenciales y con mayor tradición de intervención militar como EEUU y Francia. Alemania es el cuarto país exportador de armas del mundo, pero las exporta principalmente a países estables en el hemisferio desarrollado, y sus exportaciones de armas a Oriente Medio principalmente a las categorías naval y no letal. Además, en caso de inestabilidad o de agitación política, es más rápida que otros en suspender las operaciones, como se ha demostrado recientemente en el caso de Arabia Saudí como consecuencia del asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
Es posible que los pilares de la política alemana en Oriente Medio (…) requieran mayores esfuerzos
Aparte de esta reluctancia, hay otras dos constantes en la política alemana en Oriente Medio: garantizar la seguridad de los mercados de exportación y, desde la monstruosidad del Holocausto, el derecho de Israel a existir. El acuerdo sobre la reparación moral y material entre Alemania Occidental e Israel en 1952 se consideró un requisito importante para la gradual readmisión de Alemania en la comunidad internacional y para la política de Adenauer de integración en la Europa occidental. Esto se ha convertido en un aspecto fundamental de la política exterior alemana y, según algunos, en un rasgo de la identidad nacional. En un discurso pronunciado en la Knésset con ocasión del 60 aniversario del nacimiento de Israel, la canciller alemana Angela Merkel dijo que la seguridad israelí era una cuestión “no negociable” y una “razón de Estado” para Alemania.
El modelo económico alemán se basa en la exportación. El Oriente Medio como mercado para los productos manufacturados alemanes está por detrás de Europa, Asia y América del Norte. Muchos alemanes y residentes en Alemania tienen un pasado migratorio en Oriente Medio, sobre todo en Turquía, y también en Irán y en algunos países árabes como Siria, desde donde un gran número de personas ha buscado refugio en Alemania en los últimos cinco años. En un mundo en el que el multilateralismo está en retroceso, en que abundan las sanciones y en que la globalización es cuestionada, el modelo exportador alemán está bajo amenaza, mientras que los conflictos políticos en Oriente Medio tienen repercusiones en las comunidades de la emigración en Alemania. Es posible que los tres pilares de su política en Oriente Medio –la restricción autoimpuesta, las exportaciones y la seguridad de Israel– requieran mayores esfuerzos para su mantenimiento o que engendren conflictos de intereses cada vez mayores entre ellos. Está por ver si la estrategia alemana de apoyar desde atrás seguirá siendo una opción en un mundo en el que Estados Unidos se desentiende del Oriente Medio y pivota cada vez más hacia Asia.