
Christian Bangel
Politólogo, Zeit Online
Todo empezó con un artículo periodístico. En la web del semanario Freitag, a finales de octubre del 2019, leí un artículo firmado por Testo, un rapero nacido en 1988 en la Alemania Oriental y cuyo verdadero nombre era Hendrik Bolz. Escribía sobre su juventud en Stralsund, una ciudad alemana de la costa del mar Báltico: “Cabezas rapadas, chaquetas bomber, botas militares Springer, ‘Heil Hitler!’, Londsdale, Alpha, ’¡Cierra el pico, judío!’: en mi barrio esta era la cultura juvenil dominante…”.
Yo podría haber escrito lo mismo acerca de mi ciudad natal, Frankfurt (Oder) en la década de los noventa. Es difícil explicar a alguien que no ha vivido la experiencia, en qué consistía vivir en un barrio dominado por los nazis. Y que existe algo que se llama terrorismo cotidiano de extrema derecha en Alemania. Y que todas estas cosas que sucedían en la década de los noventa y en la primera década del siglo XXI no eran incidentes aislados.
Colgué el artículo en Twitter y pedí a otros que compartieran sus propias experiencias en el hashtag #baseballschlägerjahre (“los años de los bates de béisbol”; el bate era el arma preferida de los nazis). Respondieron cientos de personas contando historias sobre hostigamientos de los nazis en todas partes.
Algunas de dichas historias eran casi inconcebibles por su brutalidad, y otras eran simplemente incidentes de la vida diaria en tiempos difíciles. Con la omnipresente sospecha de que la policía no era de ninguna ayuda, bien porque quedaba fuera de su jurisdicción o bien porque no se tomaban esa violencia en serio. Al fin y al cabo, ellos no eran el objetivo. La violencia iba dirigida contra los extranjeros, contra los alemanes de familias inmigrantes, contra los sintecho o contra los adolescentes cuyo aspecto les resultaba divertido, o porque estaban en el lugar equivocado en el momento inoportuno. En algunos lugares, los miembros de la izquierda antifa (antifascista) eran los únicos que plantaban cara a los nazis, y a menudo estaban mucho mejor informados del problema que algunos funcionarios de la seguridad pública.
¿Acaso no hemos aprendido nada del ascenso de los neonazis después de 1989?
Los extremistas de derechas han asesinado a docenas de personas desde 1990. Según la Oficina Federal de Investigación Criminal, han sido 90, mientras que según la Fundación Amadeu Antonio, que hace un seguimiento de la extrema derecha en Alemania, la cifra de víctimas mortales se eleva a 209. Por si esto fuera poco, miles de personas han sido heridas, apaleadas, intimidadas o traumatizadas.
Algunos de los militantes de la extrema derecha que han protagonizado incidentes de este tipo han acabado formando parte de instituciones gubernamentales. Hay extremistas de derecha en la policía, en el ejército alemán y ocupando escaños en diversos parlamentos de Alemania en representación del partido populista de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD). ¿Qué nos depara el año 2020 en este sentido? ¿Acabará un antiguo bestia aficionado a las chaquetas bomber siendo el ministro del Interior?
En las recientes elecciones estatales en Turingia, fueron los votantes de edades comprendidas entre los 18 y los 55 años quienes votaron mayoritariamente al AfD. Este grupo lo conforman los que todavía no habían nacido cuando cayó el muro de Berlín o que tenían menos de 25 años; es mi grupo de edad.
Hoy puede observarse en muchos lugares que los conservadores exageran una nueva amenaza izquierdista por temor al AfD, dando la impresión de que el hostigamiento de grupos enteros de personas por parte de los radicales de extrema derecha es en cierto modo excusable. El resultado es un debate intoxicado, que está en conflicto con la realidad y que los extremistas de derecha saben muy bien cómo utilizar en beneficio propio. La cosa es muy parecida a lo que sucedía en los años noventa, cuando eran pocos los que se preocupaban de verdad acerca de la sombría realidad parda de innumerables pueblos y ciudades de Alemania.
¿Cómo es posible que las tertulias radiofónicas y televisivas, los debates parlamentarios y los artículos de prensa pongan el foco en la amenaza a la libertad de opinión que supuestamente representa la izquierda, mientras ignoran casi por completo los motivos por los que muchos jóvenes continúan abandonando las áreas rurales por temor a los neonazis? ¿Cómo se puede comparar al político de extrema derecha del AfD Björn Höcke con el ministro presidente Bodo Ramelow del Partido de la Izquierda de Turingia? ¿Acaso no hemos aprendido nada del ascenso de los neonazis después de 1989?
* Esta es una versión reducida del artículo original “Los años del bate de béisbol” escrito por Christian Bangel y publicado en Zet Online el 11 de noviembre del 2019.