Svein Vigeland Rottem
Investigador sénior asociado Leif Christian Jensen, Fridtjof Nansen Institute (FNI)
El clima ártico está cambiando y la región, cada vez más al descubierto, se ha garantizado un lugar en la agenda internacional. Allí donde los efectos del cambio climático global son más evidentes, y allí donde las temperaturas son más altas y donde hay menos hielo es donde están cambiando las condiciones bajo las que operan los que tienen intereses en la región. Los avances tecnológicos también han hecho posible extraer recursos en áreas que previamente eran inaccesibles. La actividad comercial está aumentando y todos los estados árticos están decididos a dar forma al “nuevo” Ártico. Al mismo tiempo, un número cada vez mayor de estados no-árticos tienen aspiraciones en la región. Sus agendas varían desde la ciencia a la geopolítica, pero todos están de acuerdo en que están pasando cosas en el Ártico que deben ser supervisadas.
Una de las fuerzas impulsoras que están detrás de esta intensificación de la atención son los depósitos de hidrocarburos aún no descubiertos en la región. También se hace hincapié en la gestión de los recursos marinos vivos de la amplia zona. Otro de los puntos de la agenda es la posible viabilidad de nuevas rutas internacionales de navegación. A menudo se evoca la imagen de una nueva carrera del oro (como lo fue en su día la región de Klondike, en Canadá), con nuevas vías navegables desplazando al Canal de Suez y al Canal de Panamá, y un Ártico anárquico sin ley ni orden, donde los estados podrían coger lo que les apeteciera y reivindicarlo como propio. Pero, ¿qué tiene de cierto esta descripción?
Lo que a menudo se echa en falta en el debate sobre el futuro del Ártico es un enfoque más mesurado sobre estos proyectos. En primer lugar, la planificación es difícil debido a la poca claridad y a la ambigüedad de las previsiones relativas al cambio climático, tanto a nivel regional como global. En segundo lugar, y a modo de ampliación del punto anterior, es dudoso de qué modo y cuándo podrán explotarse los recursos del Ártico. Y no es que no estén sucediendo cosas en el Ártico. El potencial es enorme, pero las perspectivas han de analizarse con mucho cuidado antes de poder extraer conclusiones claras.
Otro punto clave es que, pese a la creciente atención que suscita, la región es políticamente estable y sus regímenes de gestión de los recursos están funcionando satisfactoriamente. Los estados del Ártico están de acuerdo sobre las reglas de juego básicas, lo que no equivale a negar que existan diferentes ideas respecto a cómo ha de ser el futuro del Ártico, y que van desde la protección total hasta una expansiva industria de extracción gasística y petrolífera. Su prioridad en la agenda política también varía entre los estados costeros del Ártico, desde la hipérbole del Polo Norte hasta un lugar más mundano en la periferia de la política exterior norteamericana.
La región necesita una actitud racional y desapasionada frente a los rumores de que el Ártico es un nuevo Klondike
La conclusión es que el Ártico no tiene que hacer frente a un conflicto inminente. Las partes colaboran para regular cómo hay que actuar en la zona siguiendo la Ley del Mar. El Consejo Ártico (Canadá, Dinamarca, EEUU, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia), además, ha establecido también una plataforma significativa para la producción de conocimiento y el intercambio de puntos de vista sobre cuestiones clave que le afectan. Lo que se necesita es una actitud racional y desapasionada frente a los rumores a menudo extendidos de que el Ártico es un nuevo Klondike (por el territorio en el Yukón canadiense que despertó la fiebre del oro en 1986) o la puerta de entrada a nuevos conflictos.