Jos Boonstra
Coordinador de la iniciativa EUCAM (www.eucentralasia.eu) en el Centre for European Security Studies, de Holanda
Los artículos sobre Asia Central a menudo subrayan la inseguridad e inestabilidad potencial de la región, no sin motivo. En diferente medida, los países -stans de Asia Central (cuyo nombre acaba en “-stán”) son autoritarios, en ellos abunda la corrupción y los derechos humanos son ignorados. Son países enemistados y que litigian por las fronteras y los recursos naturales. Sus poblaciones cada vez más jóvenes y con más desempleados, han de conformarse en su mayor parte con una sanidad, una educación y unos servicios sociales paupérrimos. Y se dice que la región es vulnerable a los ataques terroristas, al tiempo que ella misma es fuente de reclutamiento de combatientes de la organización Estado Islámico (EI).
De todos modos, las cosas han estado bastante tranquilas en Asia Central, comparadas con la convulsión general: de Estados Unidos solo podemos especular qué camino tomará en política internacional; Rusia mantiene una actitud enérgica y agresiva mientras aumentan sus dificultades económicas; y la Unión Europea está debilitada desde dentro por los movimientos populistas nacionales y por la cuestión de la emigración.
Kirguistán sufrió en 2010 los efectos de un cambio de régimen, con la subsiguiente violencia étnica en el sur del país. Desde entonces, Asia Central ha vivido solo tumultos ocasionales: protestas contra las reformas laborales y agrícolas en Kazajstán, unos cuantos conflictos violentos en Tayikistán y algún que otro atentado terrorista en Kazajstán y en Kirguistán. Pero los colapsos gubernamentales, las protestas masivas y la violencia han brillado por su ausencia. Así, aunque la situación de las economías de Asia Central es caótica; los productores de gas y petróleo Kazajstán y Turkmenistán ven disminuir sus ingresos –y sus gobiernos ven como la obediencia de la población flaquea–; y Uzbekistán y especialmente Kirguistán y Tayikistán asisten al regreso de muchos de los nacionales que estaban trabajando en Rusia sin muchas perspectivas de encontrar trabajo en sus países, la situación parece mantenerse estable. Algunos habían esperado que la muerte de los dos veteranos líderes de los países más grandes de Asia Central, Kazajstán y Uzbekistán, provocaría inestabilidad, lo cierto es que Uzbekistán se mantuvo estable desde el fallecimiento de Islam Karimov, hasta la subida al poder en tres meses después de un nuevo “hombre fuerte” representante del aparato de seguridad y de los intereses económicos. Esto no garantiza, por supuesto, que Kazajstán viva una transición tranquila si el presidente Nursultán Nazarbáyev no es capaz de gobernar, pero sí muestra que los regímenes de Asia Central son muy resilientes respecto a las privaciones económicas causadas desde el exterior y respecto al desencanto de la población.
Los regímenes autoritarios de la región son proclives a dar por sentada la ayuda de Europa ignorando al mismo tiempo las voces de la oposición y los derechos humanos
¿Qué significa esto para los vínculos de Europa con Asia Central? La UE sigue cooperando con los regímenes de Asia Central, desde la “seguridad blanda” al imperio de la ley, y desde el comercio a la educación; hasta ahora, con efectos como mucho modestos. Bruselas tendrá que tomar medidas para que esta cooperación tenga un impacto positivo en el desarrollo de la región, también en beneficio de la estabilidad de las fronteras de Europa. A corto plazo esto se podría concretar con la potenciación del comercio con las renqueantes economías de Asia Central, y a largo plazo, en el campo de la educación, abriendo las puertas a los estudiantes de Asia Central. Pero la atención está garantizada porque los regímenes autoritarios de la región son proclives a dar por sentada la ayuda de Europa ignorando al mismo tiempo las voces de la oposición y los derechos humanos. Preconizar la democracia y ayudar a la buena gobernanza no será fácil para Europa porque el concepto se debate en la propia UE. Es, sin embargo, por ello que la democracia de estar abierta a las voces divergentes y a la evolución de las prácticas políticas por lo que vale la pena animar a los países de Asia Central que han de desarrollar sus propias democracias, pero siempre basadas en elecciones limpias y libres, en el imperio de la ley, la buena gobernanza y el respeto a los derechos humanos. Puede que Asia Central goce actualmente de una cierta tranquilidad, pero sigue siendo vulnerable a presiones internas y externas que sus regímenes autoritarios no podrán rehuir indefinidamente.