Saiph Savage
Human Computer Interaction Lab, West Virginia University
Eber Betanzos
Auditoría Superior de la Federación.
Liliana Savage
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Hoy en día, vivimos en un mundo de bots. Desde navegar para para recopilar la información más relevante en los buscadores, hasta llenar de spam la bandeja de entrada de los correos electrónicos; estos programas informáticos son responsables, en general, de diferentes procedimientos de tareas repetitivas de la web. Monitorizan la web, comparten información útil para la vida cotidiana, nos asisten mediante sistemas de reconocimiento de voz, efectúan nuestros pedidos en línea y publican contenido de manera automatizada en diferentes redes sociales. Del mismo modo, también es cierto que manipulan el mercado al difundir ofertas y propaganda en redes sociales y desarrollan ataques de Denegación de Servicios Distribuido (DDoS).
Recientemente, se ha demostrado que los bots son ya capaces de imponer pequeñas tareas a humanos. Es así que un tipo de bot incipiente, inteligente al punto de ser capaz de interactuar con humanos y en cierto modo actuar en su representación, está haciéndose cada vez más activo en nuestra vida cotidiana. Más que sólo dejarnos llevar por la innovación es de vital importancia examinar los valores que hay detrás de este tipo de creaciones. Así, su conducta se basa parcialmente, en las intenciones de su programador, y parcialmente en algoritmos de aprendizaje que responden a una variedad de nuevas aportaciones.
Los bots del futuro nos asistirán en la realización del periodismo, el activismo, democracia y bienestar social; su inteligencia artificial será tan sofisticada o tan peligrosa como las políticas en torno a su utilización lo permitan
Un estudio realizado por la Universidad del Sur de California y la de Indiana afirma que, al menos el 15% de los usuarios de Twitter, son bots. Estos llamados bots sociales interactúan con usuarios humanos en diferentes plataformas, promoviendo alguna causa como la transparencia política, circulando noticias y generando su propio contenido.
Esto debe conducirnos, más que temerlos, a diseñar políticas que regulen las campañas de estos bots para así evitar que los ciudadanos o funcionarios caigan en comportamientos poco éticos. Teniendo en cuenta la importancia del libre albedrío, la meta del uso de bots en la política no debería ser interferir en las decisiones importantes de los ciudadanos ni crear polémica en las redes sociales, sino ampliar el alcance de los medios para poder mantener informado al mayor número de habitantes posible. Lamentablemente, muchos bots políticos se usan con fines menos honorables, como obstaculizar el activismo o inflar el número de seguidores de algunos candidatos.
Pero también hay bots que actúan como agentes de cambio que tienen una influencia positiva en la sociedad. Algunos de ellos dan consejos para llevar un estilo de vida más saludable, otros informan sobre desastres naturales. ¿Cómo desarrollar las políticas necesarias para que este tipo de bots prosperen y aquellos con malas intenciones sean detenidos? Por el momento, la mayor parte de la regulación de los bots sociales está cayendo en manos de las plataformas como Twitter y Facebook. Sin embargo, este tipo de empresas no pueden —ni quieren— atrapar a todos los bots de su red. La decisión de la eliminación total de los bots en las redes sociales además de ser algo drástica, nos privaría tanto de numerosas ventajas de innovación en periodismo y asistencia personal, como de la gracia robótica de tales entidades semiautónomas.
Está en el interés de diversas plataformas de redes sociales averiguar la manera de seguirse beneficiando de estas criaturas sin que resulten una amenaza para la sociedad. Con vistas al futuro, debemos mantener una cierta flexibilidad hacia estas creaciones y aceptar que poseen una naturaleza paradójica: los bots existen en un entorno impredecible, con aportaciones de diferentes personas con diferentes intenciones y valores; muchas de las cuales son anónimas. En lugar de temer a este tipo de entes semiautomatizados y etiquetarlos como manipuladores encubiertos, hay que estar abiertos a considerar las posibles ventajas que aún nos son inimaginables.
Los bots del futuro nos asistirán en la realización del periodismo, el activismo, democracia y bienestar social; su inteligencia artificial será tan sofisticada o tan peligrosa como las políticas en torno a su utilización lo permitan. Se recomienda que estas políticas comprendan la diversidad de los bots y que les permitan ser tan creativos como sus creadores.