
Greg Inwood
Profesor del Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración, Ryerson University
El mundo se ha vuelto un lugar más desagradable para Canadá en el 2019. Sus relaciones con Estados Unidos se vieron sometidas a una severa tensión debido a la curiosa forma que tiene el presidente estadounidense de tratar a sus aliados, incluido el hecho de calificar de hipócrita (“two-faced”) al primer ministro canadiense Justin Trudeau. Las negociaciones sobre el Acuerdo Comercial revisado de América del Norte (NAFTA), actualmente conocido como Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) fueron tortuosas, pero acabaron concluyendo. Por otra parte, Canadá se vio empujado sin quererlo al centro del actual conflicto en curso entre Estados Unidos y China. Después de que Estados Unidos solicitase a Canadá la detención y extradición de un alto ejecutivo de la empresa Huawei, el gobierno chino arrestó y encarceló a dos canadienses a modo de represalia.
Mientras, Canadá proseguía su campaña para obtener un puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, regresaba a su misión pacificadora (un invento canadiense) en Malí, y colaboraba en las investigaciones en curso sobre el tratamiento dado en Myanmar a la minoría rohingya. Con el primer ministro liberal Trudeau, Canadá parecía volver a su tradicional
postura de después de la Segunda Guerra Mundial como partidario de un orden global multilateral liberal, por ejemplo nombrando a la primera embajadora del país para las Mujeres, la paz y la seguridad, y promoviendo un régimen económico internacional reglamentado. De todos modos, se encontró con que ese antiguo lugar común era ahora un espacio relativamente solitario, dado que algunos de sus principales aliados, incluidos Estados Unidos y Gran Bretaña, lo habían abandonado aparentemente, mientras que el crecimiento del populismo derechista se propagaba en muchos países.
A nivel doméstico, el gobierno federal de Trudeau se vio acorralado por un persistente escándalo en el que estaba implicada la multinacional canadiense SNC Lavalin. En febrero se informó de que el primer ministro había presionado supuestamente a su fiscal general para que aplazase el enjuiciamiento de la SNC por los cargos de soborno y corrupción. Para complicar aún más las cosas, Trudeau había puesto en juego su reputación comprometiéndose a abordar de manera progresista dos problemas: la situación de la mujer y la reconciliación con los indígenas; y su fiscal general era mujer e indígena. Este asunto se arrastró durante todo el año, con varios debates parlamentarios, una cobertura constante por parte de los medios de comunicación y la dimisión de dos ministros de alto rango del gabinete.
La dependencia de la economía del Canadá occidental respecto a los combustibles fósiles (...) topó con la política del cambio climático
Las elecciones generales de octubre se celebraron a la sombra de dicho escándalo. Pese a ello y a las bochornosas revelaciones sobre un joven Trudeau maquillado y disfrazado de negro, los sondeos no sufrieron cambios apreciables. Trudeau y su partido estaban codo con codo con el Partido Conservador de Andrew Scheer. Los votantes devolvieron a Trudeau y a los liberales al poder, pero con una minoría parlamentaria. Los liberales perdieron en torno a un millón de votos respecto a las elecciones del 2016. Por otra parte, el Bloc Quebecois, el partido separatista, pasó de estar al borde de la extinción a conseguir 34 de los 338 escaños parlamentarios, sugiriendo que la preocupante idea de la separación del Quebec no estaba muerta después de todo. Scheer hizo una mala campaña, los resultados del Partido Conservador no estuvieron a la altura de las expectativas preelectorales, y este presentó la dimisión.
La economía canadiense avanzó lentamente en el 2019. Aunque el desempleo fue el más bajo desde la década de los setenta, la inversión y las exportaciones disminuyeron, mientras que el endeudamiento familiar se disparó y el índice general de crecimiento se redujo hasta aproximadamente el 1,6%.
Las relaciones federal-provinciales se volvieron sumamente tensas. Las provincias canadienses occidentales de Alberta y Saskatchewan, principales productoras de gas y petróleo, fueron las más desafectas, y ninguna de las dos ratificó el escaño parlamentario a ningún liberal en las elecciones nacionales. En la mayor parte de las provincias, fuertes partidos conservadores se enfrentaron al gobierno federal liberal. La polémica entre la expansión de los oleoductos y gasoductos, por un lado, y el activismo medioambiental, por otro, fue muy relevante. La dependencia de la economía del Canadá occidental respecto a la explotación y exportación de combustibles fósiles –reflejo de la naturaleza regionalizada de la economía política canadiense– topó con la política del cambio climático. Pero la tradicional incapacidad de las diez provincias para permanecer unidas diluyó el impacto de un posible frente unido provincial.