Kristian Herbolzheimer
Director del Institut Català Internacional per la Pau (ICIP)
La guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) ha dejado de existir. Esto ha sido fruto de un proceso de diálogo político que permitió la reconversión del movimiento armado ilegal más antiguo y más poderoso del continente americano en un movimiento político que hoy tiene una discreta representación en el Congreso y en algunos gobiernos locales.
Este hecho hubiera sido inimaginable antes de la firma del acuerdo de paz en el 2016 y es, sin duda, un hito en la historia de Colombia y un referente internacional. Y, sin embargo, desde el 2018 gobierna el país un ejecutivo que acusó a su antecesor de vender el país a la guerrilla.
Colombia se enfrenta a una transición compleja, con un norte borroso. Durante el último año se han producido avances importantes en la reintegración de combatientes de las FARC y en el impulso a los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial. Sin embargo, el gobierno sigue mostrándose reticente –o incluso hostil– a afrontar los problemas estructurales de reforma rural y política.
También ha habido desarrollos significativos en la justicia transicional. La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad está consolidando su labor a contrarreloj, con un mandato que se agota en noviembre del 2021 y que, entre otras novedades, apuesta por visibilizar el exilio y la diáspora generados por la guerra y propiciar espacios de participación para las víctimas en el exterior. Este esfuerzo sentará precedentes para futuras comisiones de la verdad en otros países.
El impacto que tenga el informe final de la Comisión será un barómetro para medir la evolución de la sociedad colombiana. Una sociedad atrapada entre la vieja usanza, tan excluyente, y las nuevas expresiones sociales, culturales y políticas que brotan por doquier y aportan esperanza para un futuro más incluyente.
Efectivamente, en el 2019 Colombia ha sido uno de los epicentros de las movilizaciones ciudadanas que han proliferado en América Latina. Movilizaciones eclécticas en su composición y liderazgo, pero que en el caso colombiano aúnan las demandas de justicia social con las de implementación del acuerdo de paz. También han emergido expresiones políticas que aportan aire fresco a gobiernos locales y regionales y, de nuevo, un compromiso con la paz. Por primera vez en la historia Bogotá tiene una alcaldesa.
Colombia ha sido uno de los epicentros de las movilizaciones ciudadanas que (…) en su caso aúnan las demandas de justicia social con las de implementar el acuerdo de paz
Pero los retos son enormes. A nivel interno persisten índices injustificables de desplazamiento forzado, de amenazas y de asesinatos de líderes sociales y excombatientes de las FARC. Incluso se ha incrementado las cifras de personas que buscan refugio internacional. En el 2019 también se han consolidado grupos disidentes de las FARC y se ha fortalecido la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, mientras que el crimen organizado mantiene su poder.
Al mismo tiempo, Colombia es el principal país receptor de personas refugiadas de Venezuela, lo cual tiene al sistema social contra las cuerdas y genera tensiones con la población de acogida.
En el plano internacional, Colombia se ha sumado a los gobiernos más críticos con el régimen venezolano de Maduro. Se han roto las relaciones diplomáticas, lo que ha dejado a millones de personas de ambos países sin servicios consulares, y el cierre de las fronteras al comercio está alimentando la economía ilegal.
Ciertamente, todas las transiciones políticas son complejas y ambivalentes. Por un lado, es difícil que la guerra vuelva en la forma y la intensidad que la sufrió Colombia durante seis décadas. Sin embargo, debido a la debilidad de las instituciones públicas y el poder de intereses privados perversos, es posible que el país quede atrapado en un escenario que no es ni de guerra ni de paz, con altos índices de violencia y de desigualdad.
Pero la paz es tan necesaria como siempre. Requiere de compromisos y alianzas, con liderazgo colombiano y el apoyo internacional. No está en juego solo el futuro de Colombia sino la confianza en las instituciones democráticas para resolver conflictos violentos.