Chela Sandoval
Profesora, Departamento de Estudios Chicana y Chicano, University of California, y autora de Metodología de la emancipación
Las filósofas heterodoxas de la liberación feminista piensan al margen de los modos de comprensión canónicamente acordados. Producen obras que revisan, trascienden y/o subvierten las categorías normativas del pensar y el ser. Este ensayo resume el trabajo de quienes abogan un discurso “descolonizador” de conciencia histórica, producido por –y que produce– tecnologías singulares para intervenir en modos “legitimados” de ser “humano”: sus ideas, sentimientos, expresiones corporales, afectos y manifestaciones sociales. Estas tecnologías intervencionistas unen a quienes las practican, incluyendo a Sylvia Wynters, María Lugones, Donna Haraway y Francisco Gallarte, en una tendencia física social prácticamente desapercibida dentro de unas redes y corrientes de poder dominantes, que denomino “la física social del amor”.
Una de estas filósofas feministas indígenas radicales, Leanne Simpson, describe cómo sus pueblos aprendieron a gestionar el dinamismo de los entornos naturales inestables, y lo adaptaron a un sistema de gobernanza social (incomprensible para los sistemas de gobierno centralizados). Este sistema diferente de gobernanza potenció una movilización que se convirtió en una poderosa estrategia de supervivencia política durante del régimen colonial genocida. Fue un método que garantizó que algunas comunidades pudiesen proseguir con sus formas de vida y culturas diferentes. La vitalidad de este método la define el gran filósofo Ojibwe Gerald Vizenor como “transmoción”: una forma erudita de ser-y-devenir desarrollada por pueblos que viven en comunión con la naturaleza. La transmoción se hace realidad en las modulaciones dialécticas que se dan entre formas de ser, sentir, pensar, activismo y organización social, y que se hacen evidentes ante cualquier farsante que recurra a la subjetividad enmascarada, y por quienes ejercen posiciones ideológicas, políticas, estéticas e identitarias variables con el objetivo de intervenir en las desigualdades sociales.
Realidades indígenas como estas conectan con una metodología transglobal de emancipación cuyos signos se hicieron visibles en títulos de libros de la década de 1980 como All the Women Are White, All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Brave (1982); Borderland/La Frontera: the new mestiza (1987), y/o en el título del libro de 1981 de Gloria Jean Watkins (bell hooks) que, de manera desafiante e irónica, repite la pregunta formulada en 1851 por Sojourner Truth “¿Acaso no soy una mujer?”. Globalmente, las feministas heterodoxas del siglo XXI buscadoras de sabiduría siguen contestando la pregunta de Truth y hooks mediante sus intentos de subvertir las percepciones contenidas y colonialmente impuestas de lo que significa ser “mujer”, y es más, de lo que significa ser “humano.”
El feminismo ciborg representa otra expresión de las muchas que alinean los feminismos heterodoxos del norte y el sur global
La propuesta de la filósofa de la liberación Gloria Anzaldúa es la de un modo alter-nativo de conciencia que es activado en nepantla (en náhuatl “mundo-entre-mundos”). La formulación que Anzaldúa llama “conciencia nepantlera” también ha surgido con otros muchos nombres en todo el norte y el sur global, desde el “conocimiento y la conciencia de la mestiza”, hasta el “feminismo cíborg” de Donna Haraway. Estas filósofas feministas radicales también han comprendido esta versión de la conciencia-en-transmoción como un “ciberespacio” metafóricamente materializado.
De manera transcontinental los feminismos heterodoxos entienden las manifestaciones del poder como ilusiones de consenso transformables, como narrativas sociales diseñadas para intervenir en la realidad social en nombre de la justicia social. De este modo producen maniobras coreográficas y estrategias de conciencia para activar espacios en lo real donde los saltos transculturales, transgénero, transexuales y transnacionales son necesarios para desarrollar estrategias efectivas de emancipación. Esta es una forma de “arte mundial” que concibe la narrativa solo como otro medio para un fin: el de la dominación.
Los espacios de transmoción pueden entenderse así como una “tecno-erótica”. La filósofa de la ciencia Donna Haraway afirma que la tecno-erótica es lo que realinea y conecta nuestra “técnica” –nuestros métodos materiales y técnicos, máquinas, reglas y detalles– con nuestra “erótica” –nuestras expresiones de afinidad corporales, intelectuales y emotivas capaces de conectar a sus practicantes unidos en una física social del amor. El manifiesto de Haraway es un dispositivo transcodificante que propone una reorganización “cíborg” radicalmente fusionadora de todos los seres en nombre del fin de la dominación. El feminismo cíborg representa otra expresión de las muchas que alinean los feminismos heterodoxos del norte y el sur global para identificar una nueva política de articulación radical. Esta nueva política une a pueblos de viejos y nuevos linajes en conexiones que comparten vínculos de afinidad, no de sangre.
Las grandes feministas heterodoxas del norte y el sur global cuestionan igualmente la colonialidad-del-ser uniendo a seres y sociedades en transmoción con la Tierra.