
Daniyar Kosnazarov
Jefe del Departamento de Análisis Estratégico de la Universidad de Narxoz. Cofundador y director de Bilig Brains, el think tank digital de Asia Central
El “poder discursivo” de Beijing ha aumentado significativamente tras el lanzamiento de la iniciativa OBOR (One Belt One Road). Con anterioridad, los estados de Asia Central discutían intensamente de los riesgos que abriría la retirada de Afganistán de las tropas de la OTAN y la posible infiltración talibán en sus territorios. También sobre las ramificaciones geopolíticas que implicaría una posible incorporación a la Unión Económica Euroasiática (UEE), liderada por Rusia. Lo cierto es que, en un contexto marcado por la crisis del precio del petróleo y las sanciones a Rusia tras la crisis de Crimea, la UEE ha perdido vigor. Al tiempo, los temidos efectos colaterales de la guerra afgana han resultado ser falsos, si bien se percibe un repunte de la presencia de Estado Islámico. Estas dos fobias, forjadas por el “discurso del peligro” que domina la región, quedan ahora confrontadas a la contranarrativa que promueve Beijing, y que apuesta por el “codesarrollo y la prosperidad”.
Se trata de una estrategia con la que China busca deliberadamente: evitar las sospechas de que tiene una “agenda oculta” en Asia Central; aumentar el atractivo de los proyectos económicos e infraestructurales chinos; rebajar la sinofobia: evitar que se agrave la crisis y el estancamiento económico, y como consecuencia; mejorar la inmunidad de la población local ante el islamismo radical y el extremismo violento, que se opone al gobierno y sus socios externos. Todo esto, a su vez, conduce a pensar que las políticas de Beijing en Asia Central, a la vez que tratan de estimular el desarrollo económico, también se sustentan, y mucho, en razones de seguridad. El cálculo de Beijing es que si Asia Central se mantiene estable la seguridad en la provincia china de Xinjiang también lo hace. Del mismo modo, el incremento del poder adquisitivo de los estados de Asia Central empuja el desarrollo de Xinjiang y su papel como núcleo de comercio regional.
La iniciativa OBOR pretende reformular la imaginación geopolítica en y sobre Asia Central
Desde el respeto, la iniciativa OBOR pretende reformular la imaginación geopolítica en y sobre Asia Central, a menudo de un polvorín a punto de explotar. China crea deliberadamente un nuevo estado de opinión, lanzando el mensaje de que sus inversiones estimularán las economías regionales y consolidarán la seguridad y la estabilidad política.
En consecuencia, los estados de Asia Central y en particular, Kazajstán, que aún se duele de la actual crisis económica y la caída del precio del petróleo, acogen sin ambages las inversiones y los préstamos chinos. Con objeto de prolongar su legitimidad política, el gobierno kazajo quiere presentarse como un gestor exitoso de la crisis, capaz de resolver los problemas socioeconómicos y, para ello, deposita de manera creciente en China sus capacidades y la política anticrisis.
El interés primordial de Beijing en colaborar con los organismos mitiga el potencial recelo entre los círculos gubernamentales de que China persigue la hegemonía en la región. Curiosamente, las relaciones de gobierno-a-gobierno (G2G) permiten una entrada franca de China en las esferas sociales y cívicas, contribuyendo a la diplomacia pública china que se extiende a los centros de estudios estratégicos (think tanks), universidades, provincias o incluso museos.
La estrategia de Beijing mencionada también incrementa la confianza de Astaná y da preeminencia a China con respecto a los países occidentales, ya que no colabora con personajes de la oposición ni con organizaciones no gubernamentales. Los funcionarios kazajos y las agencias de seguridad no piensan que China pretenda desestabilizar el país organizando las llamadas “revoluciones de color”. Este tipo de acusaciones contra Estados Unidos sí se hicieron durante las protestas masivas que tuvieron lugar en Kirguistán, Ucrania, Georgia, Egipto, Túnez y Siria. Dicho esto, el atractivo de China se debe a su evidente interés en mantener estable y próspera la región de Asia Central.
La cooperación de China con los estados del Asia Central refleja que los estados no democráticos podrían extender su poder blando a estados no democráticos similares mucho más fácilmente que a las democracias. La diplomacia pública y cultural china ha sido tratada con menos recelo que las actuaciones de los estados occidentales en Asia Central, consideradas comprometedoras para la estabilidad política de los regímenes y que imponen los derechos humanos y el desarrollo de la sociedad civil. De resultas de ello, el principio de no interferencia en los asuntos domésticos y el hecho de poner el foco básicamente en las relaciones de gobierno a gobierno ayuda a China a incrementar su poder blando en Asia Central.