kapil Kapoor
Director de Estrategia y Políticas Operativas del Banco Africano de Desarrollo
El panorama económico de África mejoró en 2017 y se espera que coja impulso en 2018; se estima que el crecimiento real de la producción se ha incrementado un 3,6% en 2017, partiendo de un 2,2% en 2016, y se espera que se acelere hasta un 4,1% en 2018 y 2019.
No hay un único factor que explique esta mejora. Refleja unas condiciones económicas globales mejores; la recuperación de los precios de los productos básicos (principalmente petróleo y metales); una demanda doméstica sostenida en parte cubierta por la sustitución de las importaciones; y mejoras en la producción agrícola. Ahora bien, los precios de los productos básicos experimentaron un gran auge, antes del batacazo económico de 2008 y muchos años después de este. Este boom ha terminado: los precios de muchos productos cayeron a niveles locales bajos a comienzos de 2016, y el valor de muchas de las exportaciones de África, incluidos el petróleo, el oro y el café, disminuyó entre 2014 y 2016. Aunque las posiciones de la balanza corriente han mejorado, no son suficientemente sólidas; se espera que los tipos de interés del dólar aumenten ligeramente y que eleven el coste del capital; y los coeficientes de la deuda exterior han empezado a subir en toda la región. La estabilidad de la demanda doméstica y las inversiones públicas en infraestructuras han contribuido a un crecimiento sostenido en muchos países. El consumo privado de la clase media africana en expansión y el incremento de la inversión en infraestructuras públicas han contribuido a consolidar el papel de la demanda doméstica como un importante punto de anclaje de la resiliencia del crecimiento en el continente. Estos dos componentes combinados contribuyeron a más del 60% del crecimiento del producto interior bruto.
Expandir la transformación estructural y las mejoras en la productividad es fundamental para sostener el crecimiento
Se da una heterogeneidad significativa entre los países africanos. Algunos están teniendo una actuación notable y otros experimentan un crecimiento tibio. La transformación estructural y las mejoras en la productividad son evidentes en algunos países no dependientes de sus recursos. Expandir este proceso en todo el continente es fundamental para sostener el crecimiento, crear empleo y acelerar la reducción de la pobreza. La recuperación del crecimiento podría marcar un punto de no retorno en los países con una exportación de productos neta, entre los cuales el prolongado descenso en los precios de la exportación ha reducido los ingresos por exportación y exacerbado los desequilibrios macroeconómicos. Aunque los ingresos se redujeron y los costes aumentaron en estas economías, la inflación y las posiciones de la balanza corriente en el continente en su conjunto mejoraron en 2017 gracias a unas mejores políticas en los tipos de cambio.
En general, la recuperación del crecimiento ha sido más rápida de lo previsto, especialmente entre las economías que no requieren una gran intensidad de recursos, lo que subraya la resiliencia de África. Las reformas estructurales, unas condiciones macroeconómicas sólidas y una demanda doméstica boyante están sosteniendo el ritmo del crecimiento en las economías intensivas en recursos. Los países africanos deberían consolidar este dinamismo económico para elevar sus economías hacia un nuevo equilibrio del crecimiento impulsado por la innovación y la productividad más que por los recursos naturales.
Con una ayuda externa oficial al desarrollo per cápita mucho más baja, y un apetito cada vez mayor por la deuda para financiar infraestructuras y sectores sociales, muchos gobiernos africanos recurren a los mercados de capital internacionales para cubrir sus necesidades financieras. El resultado ha sido un aumento de la deuda, la mayor parte de ella en términos comerciales. Pese a este incremento, en muchos países los niveles no han quebrantado los indicadores de umbral tradicionales. El nivel de la deuda se ha reducido en nueve países africanos y ha permanecido estable en otros países.
África necesita más financiación al desarrollo. Pero la acumulación de la deuda debería ser congruente con las capacidades y necesidades de los países para asumir los préstamos sin comprometer los fundamentos del crecimiento futuro. La deuda ha de utilizarse en inversiones productivas que produzcan flujos de ingresos para la autofinanciación y el crecimiento de la economía, con miras a construir capacidad para una movilización mayor de los recursos domésticos que contribuya a desenganchar a los países de la deuda externa y que impida potenciales endeudamientos graves.