Alexia Faus Onbargi
Máster en Estudios sobre el Desarrollo por la Universidad de Oxford y becaria de la Fundación “la Caixa”
Una de las fotografías más memorables del 2019 la tomó en junio en Groenlandia un científico climático del Instituto Meteorológico Danés1; mostraba un trineo de perros avanzando sobre una placa de agua helada de color azul brillante hacia una cadena montañosa sin atisbo de nieve. Los colores eran espectaculares. Las implicaciones no lo eran tanto. La fotografía constituye una representación desoladora de aquello a lo que nos enfrentaremos a medida que nos aproximemos al tope de 2 ºC de aumento máximo que establece el Acuerdo de París del 2015. También representa la interpretación convencional de en qué consiste el cambio climático: la subida de las temperaturas y sus peligrosas consecuencias. Estamos viviendo en la era del Antropoceno, un término acuñado por el premio Nobel Paul Crutzen y el limnólogo Eugene Stoermer el año 2000 en un innovador artículo2. En él, describen el Antropoceno como una nueva época de cambio geológico determinada por la actividad humana. Éste se ha convertido en un término popular tanto en círculos académicos como no académicos para explicar fenómenos meteorológicos extremos, la pérdida de biodiversidad y los incrementos del nivel del mar. Es un concepto que apunta a la inequívoca huella que hemos impreso en el planeta y que sustenta nuestra sensación de urgencia sobre la necesidad de actuar.
Si queremos entender el cambio climático –y enfrentarlo adecuadamente– dar sentido al Antropoceno es importante. Afortunadamente, en las dos últimas décadas se han publicado una serie de textos que inciden en sus múltiples dimensiones: los historiadores debaten los orígenes del Antropoceno y su relación con el capitalismo mientras que las teóricas del feminismo adoptan un enfoque de género para estudiar los efectos desiguales del cambio climático en las mujeres. Los antropólogos investigan las respuestas de las comunidades indígenas a la deforestación, la contaminación del agua y la polución ambiental. También los economistas están gradualmente proponiendo nuevos modelos que desafían el paradigma del “crecimiento infinito” que ha dominado el pensamiento económico desde el siglo XIX. En las universidades, el Antropoceno es un tema que desde el departamento de geografía se está propagando lentamente a otras facultades. Así pues ¿qué dice realmente la literatura sobre el tema?
Estamos viviendo en la era del Antropoceno (…) una nueva época de cambio geológico determinada por la actividad humana
El historiador medioambiental Jason Moore de la Binghamton University, en Nueva York, ha elaborado una historia muy convincente del Antropoceno, relacionando inextricablemente la expansión del capitalismo con el saqueo del planeta por parte de la humanidad3. Moore acuña un nuevo término, el Capitaloceno, e insiste en que la “era del capital” empezó en 1450 y se aceleró con el descubrimiento de América por parte de los europeos, no con la máquina de vapor y la revolución industrial en la Inglaterra del siglo XIX. También aboga por el uso de la noción de Cheap Nature o “naturaleza barata”, para explicar el crecimiento del capital, un capital que se nutre de la explotación de los recursos del planeta al mínimo coste, tanto económico como humano. Sin embargo, no todo el mundo coincide con esta visión. Andreas Malm, del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Lund, en Suecia, rechaza la noción de un Capitaloceno en favor de la de Antropoceno4. Sostiene que el Capitaloceno ignora nuestra rápida transición desde el Holoceno, la era geológica más reciente que abarca los últimos 12.000 años y que se caracteriza por unas temperaturas estables y más suaves, hasta nuestra era actual de cambio geológico causado por el hombre. Malm defiende que esta transición es un fenómeno mucho más reciente y traza claramente el escenario de un antes y un después.
Por otra parte las antropólogas Paulla Ebron y Anna Tsing, de las universidades de Stanford y California Santa Cruz, respectivamente, han compilado recientemente una formidable revisión de la literatura sobre los análisis feministas del Antropoceno, señalando la autoridad masculina inherentemente dominante en el discurso sobre dicho concepto5. Citando el libro Plutopia, escrito por la profesora del MIT Kate Brown en 20136, rastrean el origen de la actual crisis climática en el desarrollo de Estados Unidos durante la postguerra y la Guerra Fría, señalando que la búsqueda de la expansión capitalista y del crecimiento económico necesitaba exclusiones basadas en la raza y en las filiaciones políticas. Así floreció la creación arquetípica de una familia nuclear, blanca y de clase media en la que “las esposas cocinaban y limpiaban mientras los niños jugaban a indios y vaqueros”. A través de su interpretación selectiva del bienestar y del progreso, el modelo económico promovido por Estados Unidos subyugó al medio ambiente como mero instrumento al servicio de la consecución de la “buena vida”, en la que los daños infligidos al medio ambiente se consideraban simplemente como externalidades. Es un modelo del bienestar que fue exportado e impuesto al resto del mundo. A esto, Vishwas Satgar, profesor de relaciones internacionales en la Witwatersrand University en Sudáfrica, añade la noción de “ecocidio imperial”7. Bajo este prisma, el imperialismo se convirtió en la maquinaria que alimentaba al capital, y que para ello requirió la devastación de ecosistemas y medios de subsistencia, destruyendo a su paso tanto formas de vida humanas como no humanas.
En el centro de estos estudios se halla una noción que ha dominado las teorías económicas que más han triunfado: la de que la acumulación del capital es ilimitada y el crecimiento un proceso infinito. No es el caso del libro La economía del donut, de la profesora de Oxford Kate Raworth, un audaz intento de reconfigurar el crecimiento económico dentro de los límites planetarios8. El “donut” es la zona segura y justa dentro de la cual las comunidades y los países pueden prosperar. Vayamos más allá del donut –rompiendo el techo ecológico– y estaremos explotando a la Tierra, provocando la acidificación de los océanos, la polución del aire, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Quedémonos atrapados en el agujero del donut y caeremos por debajo de una base social deprivada de una plétora de bienes necesarios para que los humanos gocen de una vida digna, como son el agua, la comida, la energía y la salud. Este parece pues un modelo obvio, que Raworth plantea de una manera tan reveladora que nos hace cuestionarnos por qué a nadie se le había ocurrido antes. Tiene un cierto paralelismo con el mismo carácter inapelable que caracteriza el enfoque basado en las capacidades humanas del premio Nobel Amartya Sen, en el que el desarrollo se entiende como la expansión de las libertades humanas, y no un incremento de los ingresos.
Estos debates académicos pueden aparentar a primera vista un cierto aire soberbio, que los confine al ámbito de las aulas de las universidades. Lejos de ello, se trata de discusiones esenciales para comprender el desarrollo del mundo hasta hoy. Son necesarias para dibujar el mapa de las transformaciones estructurales necesarias para reorientar nuestro rumbo humano y que nos permita navegar el futuro con el máximo de confianza posible. Nos permiten ir más allá de un relato centrado en el calentamiento del planeta para enfrentarnos a la dimensión mucho más amplia de lo que conduce al cambio climático. En el núcleo de los escritos sobre el Antropoceno encontramos que la transformación de la Tierra también tiene que ver con una historia de la desigualdad. Es una historia de colonialismo y de exclusión, de “alterizar” a las personas en base a su género, su raza o su clase social. Es la penosa historia de las privaciones humanas causadas por la humanidad y de la consumición de las formas de vida no humanas, de la flora y de la fauna.
Para hacer frente al cambio climático no basta con limitar el incremento global de las temperaturas a los 2 ºC acordados. Implica hacer frente a las privaciones transfronterizas y a la desigualdad multidimensional producto de sesenta años de mala gobernanza ambiental. Es preciso también, revisar la historia de negación del cambio climático por parte de un puñado de países ricos, que tenían mucho que ganar y muy poco que perder. Implica desafiar el modelo business as usual y reevaluar conceptos, como el de acumulación y crecimiento económico incesante, que desde su origen carecen de sentido. Implica pensar en quiénes serán los más afectados –tanto entre países y dentro de los mismos estados– y cómo los que cuentan con menos capacidades se las arreglarán frente a la subida del nivel del mar, la polución galopante, la creciente desertización y la disminución de los recursos, sobre todo del agua. La necesidad de hacer frente al cambio climático nos invita a confrontar algunas verdades incómodas y a establecer un estándar moral para comportarnos mejor en el futuro.
Dar sentido al Antropoceno –diseccionar lo que es y lo que no es, ver a quién deja de lado y a quién pone bajo el foco– nos permite situar estas importantes cuestiones en el centro de las discusiones sobre el cambio climático. Al interactuar con la literatura sobre el Antropoceno podemos expandir nuestra imaginación hacia nuevos caminos y formas más sostenibles de hacer negocios, promover una industrialización más ecológica y facilitar un desarrollo más verde. En la era del Antropoceno, mi generación tiene poco que ganar y mucho que perder. Dar sentido al Antropoceno puede que sea uno de los pocos resquicios de esperanza de cara al futuro.
- La fotografía muestra cómo se está derritiendo el mar de hielo de Groenlandia, en 2019. Disponible en The Guardian: <https://www.theguardian.com/world/2019/jun/18/photograph-melting-greenland-sea-ice-fjord-dogs-water>
- Crutzen, P., Stoermer, E. “The “Anthropocene””. IGBP Global Change Newsletter, n.º 41, (2000), p. 17-18. Disponible en: <http://www.igbp.net/download/18.316f18321323470177580001401/1376383088452/NL41.pdf>
- Moore, J. “The Rise of Cheap Nature”, en: Moore, J. (ed.). Anthropocene or Capitalocene? Nature, History and the Crisis of Capitalism. Kairos PM Press, 2016, p. 78-115.
- Malm, J. The Progress of this Storm. Nature and Society in a Warming World. New York: Verso Books, 2018.
- Ebron, P.; Tsing, A. “Feminism and the Anthropocene: Assessing the Field Through Recent Books”. Feminist Studies, vol. 43, n.º 3 (2017): “Decolonial and Postcolonial Approaches: A dialogue”, p. 658-683. Disponible en: <https://www.jstor.org/stable/10.15767/feministstudies.43.3.0658#metadata_info_tab_contents>
- Brown, K. Plutopia: Nuclear Families in Atomic Cities and the Great Soviet and American Plutonium Disasters. Oxford: Oxford University Press, 2013.
- Satgar, V. The Climate Crisis. South African and Global Democratic Eco-Socialist Alternatives. Johannesburg: Wits University Press, 2018.
- Raworth, K. Doughnut Economics. Seven Ways to Think Like a 21st Century Economist. Londres: Random House Business Books, 2017.