
Jakkie Cilliers
Director de Futuros Africanos e Innovación en el Institute for Security Studies (ISS) de Pretoria
El poder global está cambiando y aunque el proceso llevará su tiempo, probablemente nos acercamos al final de más de dos siglos de hegemonía occidental debido al desplazamiento del poder hacia Asia. En su conjunto, el panorama actual es de un mundo mucho más fragmentado, en el que se disuelve la confianza y el apoyo en los pretéritos tratados, acuerdos e instituciones. Muy probablemente asistiremos a una pugna más intensa por el poder global, que tensará el sistema internacional y aumentará la probabilidad de conflictos por el estatus entre potencias ascendentes y en declive. Esta competencia coincidirá en el tiempo –y se entrecruzará– con la violencia sectaria y el terrorismo transnacional.
A pesar de que África sigue siendo una región marginal económicamente, ya que solo representa el 3% de la economía global, su proximidad a Europa la convierte en un actor de seguridad importante, como evidencian los acontecimientos relacionados con la emigración y, en menor medida, con el terrorismo. Progresivamente, y debido al despegue de Asia, África Subsahariana acoge a mayores porciones de la pobreza global extrema.
El reto más importante sobre seguridad en África viene de la incapacidad de los gobiernos administrar con eficacia
El reto más importante sobre seguridad en África Subsahariana proviene de la incapacidad generalizada de los gobiernos de proveer de servicios, administrar con eficacia los territorios extensos o remotos y proporcionar seguridad a sus ciudadanos.
En general, la falta de capacidad de gobernanza solo puede corregirse con el incremento de las rentas que se derivan del desarrollo económico, que al aumentar los ingresos tributarios, amplifican la capacidad de los gobiernos para proteger las fronteras y reprimir la discrepancia y el descontento. En líneas generales, África está creciendo ahora más rápido que durante los años setenta y ochenta, pero el mundo ha entrado en una fase de crecimiento económico aletargado y de duración imprecisa. En 2007, unas 60 economías estaban creciendo alrededor de un 7% anual. Una década más tarde, son solo ocho o nueve los países del mundo que alcanzan ese ritmo de crecimiento. Se espera que, de promedio, los 54 países de África crezcan alrededor de un 4% en 2030, bastante por encima de la media global, pero aún no tan rápido como para que podamos pensar en reducciones de la pobreza similares a las de Asia.
Algo distinto es el reto planteado en el Norte de África, donde la carencia no reside tanto en la capacidad de la gobernanza como en la poca inclusión de los gobernados. Aumentar los niveles de inclusión es también un propósito exasperante, ya que requiere de una acomodación difícil de la religión y el estado, así como la edificación de economías y sociedades más flexibles y más abiertas: esta es una región configurada en base a sistemas políticos y económicos cerrados..
Observando las tendencias de la democracia en el mundo, podría pensarse que el declive relativo de Occidente se traducirá también en un menor ímpetu de la democratización en África, ahora que el liderazgo de las democracias liberales más consolidadas pierde atractivo (e influencia) frente a los modelos exitosos de desarrollo autoritario, como China. Lo cierto es que la democratización en África es un proceso impulsado de abajo hacia arriba, gracias a las mejoras en educación, renta y calidad de la gobernanza. Es por ello probable que la democracia siga su curso a paso firme, a pesar de las actuales amenazas de una regresión democrática.
Puede que la respuesta más importante al doble reto de mejorar la capacidad de gobernanza y la inclusión de los gobernados resida en una mayor regionalización, que desencalle el comercio y el crecimiento. En este contexto, el lanzamiento en junio de 2015 del Acuerdo Tripartito de Libre Comercio, que incluía a 26 economías del Mercado Común de África Oriental y Austral (en inglés, COMESA), la Comunidad del África Oriental (en inglés, EAC) y la Comunidad de Desarrollo del África Austral (en inglés, SADC), seguido por el comienzo oficial de las negociaciones para establecer un Área Continental de Libre Comercio (en inglés, CFTA)] en 2017, suponen hitos fundamentales para el futuro del continente, que aspira a ser más integrado y dinámico.