Eckart Woertz
Investigador sénior, CIDOB
El precio de los alimentos se disparó durante la crisis alimentaria global de 2008, reavivando los temores malthusianos de los años setenta acerca de la sostenibilidad a largo plazo para proveer de alimentos a una población mundial creciente.Tras la Segunda Guerra mundial, la productividad agrícola se disparó en muchas regiones, espoleada por la mecanización, la producción ganadera intensiva y el uso de fertilizantes minerales. Como consecuencia, las alarmantes predicciones de Malthus se mostraron intrínsecamente erróneas. La población mundial creció espectacularmente, pero la producción alimentaria creció todavía más. Sin embargo, la crisis alimentaria global ha reabierto las dudas acerca de la capacidad suficiente de la producción.
El aumento de la población, la mayor demanda de biocombustibles en los países desarrollados, y los cambios de hábitos dietéticos a favor del consumo de carne y de productos lácteos en mercados emergentes, como el chino, han tras tornado la demanda de los mercados alimentarios globales. En el lado de la oferta, los desechos sobrantes de la cadena logística siguen siendo abundantes, el aumento de productividad derivado de la Revolución Verde se moderado progresivamente, y la erosión, la escasez de agua y el cambio climático también afectan a la producción. Las reservas disponibles de tierras sin cultivar son limitadas y los factores de producción, como el petróleo y los fertilizantes, se encarecieron durante la primera década del siglo XXI y solo recientemente han empezado a ser más baratos. Los habitantes de las ciudades superan actualmente en número a la población rural, y el coste de la distribución de alimentos irá seguramente en aumento.
El crecimiento –aunque desigual– de la productividad agrícola contribuyó en un 70% al crecimiento de la producción agrícola global entre 1961 y 2005, muy por encima de la expansión de tierras cultivadas (23%) o la intensificación de la rotación de los cultivos (8%).
Hoy hay quien sostiene que podríamos asistir a un nuevo incremento de la productividad agrícola si se permitiese que la “revolución genética” siguiera su curso; sin embargo, también hay quién discrepa, aduciendo la escasez de pruebas empíricas y los graves riesgos sociales y ambientales que acarrean los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), que podrían mermar la soberanía alimentaria de los agricultores.
El sistema alimentario mundial produce teóricamente 1,5 veces comida suficiente para toda la población mundial
Poner el foco en la disponibilidad de los alimentos conlleva el riesgo de ignorar otro factor que también es importante, como es el del acceso a los mismos. Durante las hambrunas, la gente no muere de hambre porque no haya comida disponible, sino porque carece de “derechos” y no está en condiciones de acceder a ella, como ha señalado recurrentemente el premio Nobel Amartya Sen. El sistema alimentario mundial produce teóricamente 1,5 veces comida suficiente para toda la población del mundo, pero aun así sigue agregándose en torno a los polos de la obesidad y del hambre. La globalización, las distancias cada vez mayores que se cubren en el transporte de los alimentos, y los despilfarros en la cadena logística forman parte de un sistema que depende en gran medida de la producción de hidrocarburos. Las empresas multinacionales como Monsanto, Cargill o Nestlé han dominado cada vez más las cadenas de valor de este sistema alimentario global. Controlan la oferta de factores de producción como las semillas y los fertilizantes, y dominan el comercio de materias primas y productos básicos que luego procesan en forma de alimentos envasados.
Por un lado, este sistema ha sido capaz de proporcionar alimentos de manera fiable a la población mundial urbanizada; por otro lado no es medioambientalmente sostenible y tiende a privar de derechos a los agricultores, cuya participación en los beneficios del sistema alimentario ha disminuido constantemente desde la Segunda Guerra mundial. Un número creciente de personas en el mundo sigue hábitos dietéticos poco sanos y consume un exceso de carne, azúcar y alimentos procesados, mientras que los habitantes de los países en vías de desarrollo están expuestos a las subidas de precios en los alimentos básicos, que constituyen un porcentaje muy elevado de sus gastos presupuestarios. El debate acerca de las reformas y compromisos en el régimen alimentario global es cada vez más apremiante.