Francis Ghilès
Investigador sénior asociado, CIDOB
Durante dos generaciones han dominado en el norte de África una serie de temores que han tenido como resultado la congelación de las relaciones entre Argelia y Marruecos, cuya frontera común permanece cerrada desde 1994.
Al este, Libia se ha convertido en un Estado fallido. La decisión occidental y qatarí de destruir el régimen de Gaddafi en 2011 no previó las probables consecuencias que ello tendría para un país que, durante siglos, había sido poco más que una federación algo difusa de tres regiones variopintas: Cirenaica, que miraba hacia El Cairo; Tripolitania, vinculada a Túnez, y Fezán, perdida en la inmensidad del desierto del Sáhara.
Túnez es el único país árabe cuya revuelta contra la dictadura no fue aplastada o desactivada. De momento, goza de seguridad y del apoyo financiero de Argelia y de la UE, pero su economía está estancada. Los tunecinos pobres que se rebelaron contra la falta de empleo hace seis años son más pobres hoy. Las clases medias tienen libertad de expresión, pero en ausencia de pan esto significa muy poco para los más humildes.
Al oeste, la casi paralización de las relaciones entre las dos economías más importantes de la región explica por qué la industria marroquí de los fertilizantes requiere cada vez más fuentes de energía, y por qué el gas argelino es la materia prima más barata. Rabat ha comprado una cantidad mínima de energía a su vecino pese a la existencia del gasoducto Pere Duran Farell que desde 1996 ha estado llevando gas argelino a la península Ibérica atravesando Marruecos.
Marruecos puede suministrar a Argelia alimentos y una serie de artículos manufacturados. Y si se reabriese la frontera ese podría ser un destino atractivo para muchos argelinos que pasan las vacaciones en el extranjero cada año. Se calcula que unos 150.000 marroquíes trabajan con contrato en Argelia, con un visado temporal de tres meses.
Si bien Marruecos sería quien más se beneficiaría, económicamente hablando, de la reapertura de la frontera, los empresarios privados de ambos países aprovecharían rápidamente la mayor libertad de movimientos. Las exportaciones de gas argelino a Marruecos podrían incrementarse en una etapa posterior, pero restablecer la confianza entre estas dos naciones distanciadas será una tarea difícil y llevará tiempo. Si este es el caso, ¿qué ventajas económicas obtendría Argelia con la apertura de la frontera?
Es poco probable que Argelia y Marruecos empiecen a hablar pronto en serio. El restablecimiento de la confianza podría tomar la forma de inversiones si los dos países dejasen a un lado por el momento su disputa por el futuro estatus de la antigua colonia española del Sáhara Occidental, anexionada por Marruecos en 1975.
La ONU no ha logrado que se produzca ningún progreso en este tema. La UE ha sido rehén del apoyo incondicional a Marruecos de la clase política francesa, convencida de que la supervivencia de la monarquía estaría en juego si el país acordase una solución de compromiso. Este punto de vista no es compartido por todos los observadores del Magreb, porque huele a chantaje.
Quienes en Argel se oponen a abrir la frontera destacan los beneficios de que permanezca cerrada, entre ellos, una fuerte caída en el tráfico de drogas y la mayor facilidad para controlar a los marroquíes que viajan para alistarse al Estado Islámico (EI). Miles de marroquíes y tunecinos están luchando con el EI en Siria, Irak y Libia, mientras que son muy pocos los argelinos que lo hacen. Su posible regreso a la madre patria es una de las principales preocupaciones de los servicios de seguridad argelinos y tunecinos. Para Túnez, con unos 5.500 yihadistas en el extranjero, esto constituye un gran reto para su seguridad.
Abrir su frontera con Marruecos podría granjearle a Argelia más simpatías en la UE
Abrir su frontera con Marruecos podría granjearle a Argelia más simpatías en la UE, pero nadie sabe si esto le daría mayor sostén diplomático. Lo que no cambiaría sería la postura pro-marroquí de Francia. Muchos destacados diplomáticos argelinos dudan de que las actuales circunstancias domésticas, que incluyen un presidente enfermo y la tensión económica por la caída en un 50% del precio del petróleo, sean propicias a una iniciativa audaz.